Duración: 57:50 minutos de juego.

Saques: 2 de Urrutikoetxea (tantos 3 y 19) y 1 de Irribarria (tanto 10).

Faltas de saque: 1 de Irribarria.

Pelotazos: 477 pelotazos en juego.

Tantos en juego: 13 de Urrutikoetxea, 1 de Larunbe, 5 de Irribarria y 1 de Merino II.

Errores: 2 de Urrutikoetxea, 5 de Larunbe, 3 de Irribarria y 2 de Merino II.

Marcador: 1-0, 5-1, 6-1, 6-2, 7-2, 7-3, 8-3, 9-4, 10-6, 10-7, 11-7, 11-8, 12-9, 13-10, 14-11, 15-12, 15-13, 16-14 y 22-14.

Apuestas: Se cantaron posturas de salida de 100 a 80 a favor de Irribarria-Merino II.

Incidencias: Final de la feria Villa de Labastida disputada en el frontón Municipal de Labastida. Buena entrada. En el primer partido, Agirre-Salaverri ganaron a Darío-Merino I por un apretado 22-20.

LABASTIDA - Después de los vaivenes y el olor a tormenta, Mikel Urrutikoetxea tomó el mando en Labastida, con acierto, con fuerza, con genio. Fue la clave. El guion de la final del torneo Villa de Labastida anunciaba en la cita alavesa un pequeño calco al de la de La Blanca, en la que estuvo inmiscuido el delantero vizcaíno, con derrota in extremis tras dominar la cita con más claridad que ayer. De cualquier modo, los fantasmas, que llaman a la puerta en los momentos clave, no asustaron al puntillero vizcaíno, serio, trabajador e incisivo. Firme en el epílogo de la contienda, después de que el 15-14 alumbraba tambores de guerra y posibilidad de no cerrar el choque, Urrutikoetxea fue ariete y cerrajero. No se le arrugó el morro. Incendió el partido con una tacada hacia el título. Alumbró distancias con el remate y desmadejó el pleito ante los peligrosos Iker Irribarria y David Merino, que ya mostraron el aguante en la semifinal ante Aimar Olaizola y Álvaro Untoria. Entonces, encontraron vías de agua para embolsarse el triunfo.

El zaratamoztarra, bien acompañado por el trabajador Mikel Larunbe -invitado a la gloria en el último instante en el lugar del lesionado José Javier Zabaleta-, asumió la responsabilidad en el tramo candente con cinco tantos consecutivos que le pusieron la miel en los labios. Fue un yerro de Irribarria a un gancho lo que finiquitó la contienda.

Ocurre que el vizcaíno tomó las riendas de un miura que se desbocaba por no terminar de finiquitar las distancias. Merino II, si bien no dominó a Larunbe, de pelotazo más largo, expuso razones de victoria con trabajo e Irribarria, sensato, tiró del mismo plan que el sábado para imponer respeto. El golpe, que debía acosar a Larunbe, el pelotari más activo de la final -127 pelotazos a buena-, no fue tal. El galdakoztarra se plantó y trabajó. Cuando las certezas de que la cosa se podía poner espinosa y el sudor tocaba alarmas, fue Urrutikoetxea el que deslumbró. Una marcha más. Un golpe de autoridad que bien vale su primer torneo del presente verano. Montado en un toro de rodeo, el campeón de Zaratamo supo acomodarse los galones del pecho.

Con todo, la cita fue colorada desde el nacimiento, aunque en las tablas de contracancha se cantaran posturas en contra de los de Asegarce. Visto el rendimiento de anteriores compromisos, Irribarria y Merino II habían ganado enteros por sobriedad e ideas claras.

Sin embargo, Urruti salió entonado desde el lanzamiento de moneda. Un cortadón por la pared abrió la cita y el luminoso, que nunca se igualó. Siguió el concierto el de Zaratamo con un dos paredes de volea, un saque, un buruzgain tremendo y otra remate rápido a tierra de nadie. El 5-0 dio inicio a la batalla, ya baqueteada por las circunstancias. En esa brecha, los de Asegarce sustentaron su éxito.

Irribarria y Merino II apostaron por seguir trabajando para dar continuidad a su patrón: el golpe y la resistencia. El trabajo fue acercando el marcador. Poco a poco. Tajo de hormiguitas. Tras el 9-3 -una dejada de seda de Larunbe-, comenzó la verdadera escalada azul. Se pusieron 12-10, pero una falta de saque del zurdo de Arama frenó el acelerón. Aun así, en el fragor, tres ganchos del guipuzcoano volvieron a poner ambiente a la cosa (15-14). Un fallo de Merino con la zurda, después de un pelotazo bueno de Larunbe, cambió la tendencia, que no volvió a equilibrarse. Se quedó colorada por la certeza de un Urrutikoetxea ambicioso y con hambre de rumba y título. El estómago, que le crujía como el cuero, le pidió sangre. La encontró en apenas quince pelotazos. La vía rápida cerró la batalla. La dureza inicial dio paso al caos. Cuatro saque-remates y un saque directo pusieron firme la cita y la brújula de Labastida marcó el norte en Bizkaia.