Pau - Tres días sin montaña y el pelotón del Tour vuelve a apuntar a las carreteras empinadas, dos días en los Pirineos que proponen terreno tanto de subida como de bajada. Con escasas diferencias en la general, apenas 55 segundos entre el maillot amarillo, el británico Chris Froome, y el cuarto, el colombiano Rigoberto Urán, los Pirineos pueden ser un buen terreno para cambiar la general. El italiano Fabio Aru, segundo a 18 segundos del líder, ya demostró en La Planche des Belles Filles en la quinta etapa que quiere atacar subiendo, mientras que el francés Romain Bardet, tercero a 51, se lanzó a ganar unos segundos en el descenso del Mont du Chat en la novena.

No son los Pirineos el principal macizo de esta edición, en la que por vez primera en cuarto de siglo la ronda gala atraviesa hasta 5 racimos montañosos. Superados ya los Vosgos y el Jura, los Pirineos están en el ecuador, antes del Macizo Central y de los Alpes, que darán el veredicto definitivo a la carrera. Pero los Pirineos ofrecen terreno estratégico para que los favoritos. Tal y como quieren los organizadores, la montaña no se afronta solo subiendo. También las bajadas cobran importancia en esta edición, lo que les ha valido críticas de algunos ciclistas que consideran que ponen el espectáculo por encima de la seguridad de los participantes. No será el caso de la primera cita pirenaica, una típica etapa de ese macizo, con la subida a algunos de los puertos más míticos de la carrera, como el Col de Menté, donde en 1971 Luis Ocaña se cayó en su descenso.

Los últimos 41 kilómetros son un constante sube y baja, sin descanso para el pelotón. Sus 6,9 kilómetros al 8,1 % de desnivel aparecen como un puerto de desgaste, puesto que su cima está todavía demasiado lejos de la meta. Sin embargo el Port de Balès y sus 11,7 kilómetros al 7,7 % de desnivel, puede ser una buena plataforma para lanzar un ataque lejano, con su cima situada a tan solo 30 kilómetros para la meta. “Es una estrategia arriesgada, pero tal y como está de fuerte el Sky de Froome hay que asestarle golpes desde temprano”, indica el exciclista Jean-François Bernard.

Tras coronar Balès, hay 16 kilómetros de bajada que acaban al pie del Col de Peyresourde. Sus 9,7 kilómetros con una pendiente media del 7,8 % culminan a cinco kilómetro de la llegada, dos de bajada y otros tres de ascenso a Peyragudes, el lugar en el que en 2012 el español Alejandro Valverde logró la última de sus cuatro victorias en el Tour. Sus 2,4 kilómetros al 8,4 % de desnivel medio pero con rampas de hasta el 16 % “son un buen terreno para atacar pero insuficiente para sacar grandes ventajas”, analiza Bernard.

Al día siguiente se vivirá un escenario totalmente diferente. “Es una etapa que parece diseñada para Bardet, que se desarrolla en altura, con una concatenación de dificultades en apenas 100 kilómetros”, analiza Mottet.

Tres puertos de primera, el Col de Latrape (5,6 kilómetros al 7,6 % de desnivel), el Col d’Agnes (10 kilómetros al 8,2 %) y el Mur de Péguère, 9,3 kilómetros al 7,9 %, cuya cima está situada a 26 kilómetros de la meta.