vitoria -“Antes de crecer en vertical, mejor si lo hacemos en horizontal. Lo importante es asentar bien la base”. La reflexión de Juan Mari Zurinaga no es la de un arquitecto que trata sobre la planificación urbanística de una ciudad, pero sirve como hilo conductor para encuadrar por dónde debe ampliarse el ciclocross en Euskal Herria. El nacimiento de la Challenge Euskadi-Basque Country, tríptico de pruebas, -Ametzaga de Zuia, Asteasu e Igorre-, que han impulsado la especialidad dándole un proyección internacional, es el plano sobre el que edificar un futuro con mejores cimientos según Zurinaga, uno de los organizadores del ciclocross de Igorre. “Tenemos claro que queremos crecer y hay mimbres para ello. Pero no nos queremos precipitar y hacer que algo crezca rápido, pero sin base”. En el barro, no se quieren los gigantes con pies de lodo.

Apuntalar la proyección de la Challenge Euskadi-Basque Country, que ha contado con el respaldo económico del Gobierno vasco además de la aportación de patrocinadores privados, requiere un trabajo importante de cimentación. “El año que viene se ampliará la Challenge, pero no pretendemos incorporar muchas carreras. Lo queremos hacer bien. Que cada carrera esté garantizada. Lo importante es hacer bien las cosas, por eso la base tiene que ser lo más sólida posible”, estima Zurinaga, que subraya que la primera edición del torneo ha sido un éxito “en lo deportivo, lo organizativo y en lo que ha respuesta de público hace referencia. La Challenge ha dado un plus”.

Si bien todavía no se ha producido una reunión entre las tres organizaciones -la realizarán en los próximos días- que apostaron por la creación del torneo, en los encuentros informales que han mantenido, la sonrisa remata el análisis de todos ellos. “Nuestro balances es muy positivo. Creemos que ha sido un éxito”. Los promotores del torneo vasca pretenden que la huella y el impacto generado por la competición perdure en el tiempo. “Para eso es importante seguir sumando apoyos. Desde las instituciones se han mostrado satisfechos con el desarrollo de la Challenge”. El tríptico vasco ha servido como estímulo para la modalidad, sobre todo por la incorporación de corredores con cartel internacional que han abrillantado la competición y han mezclado a la perfección con los crossistas locales.

el objetivo es llegar a c1 “No queremos que la Challenge se convierta en esa clase de carreras en las que un corredor se pasea como sucedía con Pontoni, que prácticamente realizaba un entrenamiento. Queremos que todos estiren el cuello un poquito y las carreras sean competidas y atractivas para los corredores de aquí”, explica Juan Mari Zurinaga, convencido de que el torneo debe enraizar antes de pensar en saltos mortales y paseos por la nubes. “La idea es llegar a la categoría C-1, lograr algo similar al Superprestigio, a tres años vista. Pero antes de eso lo fundamental es incorporar más carreras y llegar a tener pruebas en toda Euskal Herria, aunque no a lo loco. No se trata de crecer por crecer, si no de hacer bien las cosas”.

El proceso, entiende Zurinaga, debe ser progresivo. “No queremos que el próximo año tengamos nueve carreras, es mejor tener cinco o seis pero que todo esté bien atado”. Organizar un ciclocross de la Challenge está tasado en cerca de 30.000 euros, una cantidad que se eleva en 10.000 euros más en el caso de Igorre, la prueba más prestigiosa del calendario vasco. Elevar la categoría de las citas, supondría un desembolso extra de 20.000 euros por carrera, por lo que Zurinaga estima que ampliar el almanaque competitivo de la Challenge Euskadi-Basque Country debe ser realizado en el plano horizontal antes de tratar de alcanzar cotas más elevadas. Lo dicho, los pies, en la tierra.