En el peor escenario imaginable, un desierto, venció el mejor campeón posible, Peter Sagan. Entre la arena y las monstruosas construcciones de Doha, sede inaceptable del Mundial más decepcionante que se recuerda por la condiciones extremas del clima -carreras disputadas cerca de los cuarenta grados- y nula cultura ciclista, de ahí esas cunetas repletas de nada y la más absoluta indiferencia, se cerró la campaña ciclista, que acentuó la jerarquía de Chris Froome, otra vez emperador del Tour. Tres coronas adornan el currículo del británico, el ciclista con más huella entre los que compiten en las tres grandes. Además de su impecable triunfo en París, donde nadie pudo sostenerle la mirada, Froome estuvo a un palmo de doblar la gloria en la Vuelta. Esa última onza se la llevó Nairo Quintana, ganador de la carrera española y tercero en el Tour, aunque varios peldaños por debajo de Froome, incuestionable su laurel en la Grande Boucle. Vincenzo Nibali apostó por el Giro y en una última semana apoteósica, resucitó para poner un lazo rosa sobre su palmarés en Turín. En el podio le acompañó la sonrisa perenne de Esteban Chaves, el colombiano que también se coló en la foto de familia de la Vuelta, donde fue tercero tras Quintana y Froome. Su presencia y la de Romain Bardet, segundo en el Tour de Francia, fueron los rostros más novedosos toda vez que el otro hombre que accedió al podio del Giro fue Alejandro Valverde, el corredor que sostiene su heráldica de febrero a octubre. Coetáneos de Valverde, Fabian Cancellara y Purito Rodríguez, dos clásicos rotundos, se despidieron del ciclismo en activo.

La campaña, cada vez más tensa en lo competitivo desde su despertar en febrero hasta su cierre en octubre, resaltó nuevamente a Chris Froome, caudillo del ciclismo de aliento largo. El británico dominó el Tour de forma abrumadora. Su equipo, el Sky, envuelto estas semanas en la polémica -está siendo investigado por las autoridades antidopaje británicas a raíz del uso de las TUE (autorizaciones de uso terapéutico) y el envío de un paquete con medicamentos desde Inglaterra al autobús del Sky en la Dauphiné de 2011 para que lo recibiera Bradley Wiggings- no hizo prisioneros durante el Tour y blindó la victoria de Froome, que jamás se apuró salvo la etapa del Mont Ventoux, cuando decidió correr a pie después de que su bicicleta quedara inservible tras un accidente durante la ascensión. La escena, de lo más surrealista, fue lo más cercano de la derrota que estuvo Froome. El británico sigue construyendo el relato de una era triunfal en París.

Alrededor del británico, pero más próximos al extrarradio, se encuentran Nibali y Quintana. El italiano se lanzó sobre el Giro después del pésimo recuerdo del Tour de 2015, donde le aplastó la carrera. Nibali prefirió una prueba doméstica, sin duda la más espectacular del calendario de las grandes por recorrido, desgobierno y espíritu de combate, para lustrar su hoja de servicios. Su abordaje en los capítulos finales del Giro le sublimó. Kruijswijk era el más fuerte hasta que en el descenso del mastodóntico Agnello se cayó. Fue su condena para un maillot que parecía suyo. Aquello fue el acelerante que empleó Nibali para incendiar el Giro y arrancarle el sueño a Kruijswijk. De paso desnudó a Esteban Chaves el penúltimo día de carrera. Se quedó con el rosa del colombiano en propiedad Vincenzo Nibali, que la próxima campaña capitaneará el Bahrein-Merida, el equipo que se ha construido en torno a su figura y en el que recalará Ion Izagirre acompañado por su primo Jon Ander Insausti.

Izagirre abandona el Movistar, donde reside Nairo Quintana, vencedor de la Vuelta después de estamparse contra el muro negro del Sky en el Tour. El colombiano no pudo discutirle el gobierno a Froome, varios cuerpos por encima de Quintana en la ronda gala. No obstante, la esgrima de ambos encontró acomodo en la carrera española y Quintana pudo rehabilitar su honor. El colombiano, fortalecido por su equipo, que funcionó a la perfección, pudo así quitarse la espina francesa. Quintana ató la Vuelta el día en el que se amotinó Contador con una ataque lejano que compartió con Nairo y que dejó fuera de plano a Froome. Finalmente, Chaves se alzó con el tercer peldaño de la carrera después de dislocar a Contador. El madrileño, que abandonó el Tour, no pudo acceder a la planta noble de la Vuelta.

el reino de sagan Quien no se ha bajado del pedestal ha sido Peter Sagan, que el domingo renovó los votos con el maillot arcoíris. De Richmond a Doha. El eslovaco, que cierra el curso como número uno del ranking UCI, es probablemente el ciclista con más imán del pelotón. Competidor feroz, el eslovaco es sinónimo de espectáculo. Retumba su frase de cabecera: “corro para ganar”, una declaración de intenciones que define a un ciclista de enorme clase y talento al que suma una indisimulada valentía, siempre dispuesto a izar la bandera de la victoria. Estupendo en el Tour, donde se vistió con el maillot verde de la regularidad después de vencer tres etapas, Peter Sagan, ganador del Tour de Flandes y la Gante-Wevelgem, demostró su impresionante manual ciclista en la desértica Doha, donde venció el Mundial de ruta. El remate de una campaña con cuatro reyes.