Cuando al filo de las cinco de la madrugada de ayer lunes los tres aviones procedentes de Berlín tomaron tierra en la pista de Foronda, el Baskonia ponía definitivamente punto final a su maravillosa aventura en la ya finiquitada Euroliga de la temporada 2015-16. Pese a que el regusto final sea amargo por la dolorosa derrota de semifinales y la posterior confirmación del cuarto puesto tras caer de nuevo contra el Lokomotiv, lo cierto es que la trayectoria de la escuadra azulgrana en este curso continental quedará enmarcada en la historia como una de sus páginas más brillantes.

Porque lo cierto es que no se pueden aportar nada más que elogios para calificar el comportamiento de un grupo, comandado por Velimir Perasovic, por el que prácticamente nadie apostaba meses atrás. Sin embargo, a base de convicción, fe en sus propias posibilidades, mentalidad a prueba de acero y un corazón que desborda los límites del pecho han ido superando todas y cada una de las muchas dificultades que le ha ido planteando el camino hasta alcanzar el gran premio de disfrutar de la quinta Final Four del club de Zurbano. O lo que es lo mismo, y probablemente más importante, recuperar un puesto entre la élite del baloncesto del Viejo Continente que había empezado a perder en los años precedentes.

Así pues, pese a que el viaje de regreso de la plantilla, cuerpo técnico, directiva y aficionados no pudo evitar estar cubierto de la sombra de la decepción final, basta con tomar un mínimo de perspectiva sobre lo acontecido para que esos nubarrones desaparezcan por completo de un plumazo y den paso a un sol radiante que ilumine como es debido el escenario. Un panorama que refleja el enorme crecimiento de un equipo fuera de todos los pronósticos al inicio del ejercicio y al que únicamente unos malditos segundos separaron de poder pelear por tercera vez en su historia por el más importante trofeo continental.

Durante la fase regular, el Laboral Kutxa fue sentando las bases de lo que vendría después con actuaciones descollantes ante rivales de entidad, especialmente al calor del Buesa Arena, que, como premio añadido al triunfo, permitieron comenzar a recuperar paulatinamente la ilusión de una afición que se reenganchó al sueño azulgrana.

Pero donde sin duda tuvo lugar la consolidación definitiva de la vuelta del Baskonia -apostando firmemente por lo que había sido su esencia durante mucho tiempo- fue en el espectacular Top 16 que protagonizó. Enrolado en el grupo de la muerte junto a adversarios con muchísimo mayor potencial económico y cuyo objetivo ineludible de la temporada era estar en la Final Four de Berlín -incluso en algunos casos únicamente se contemplaba como resultado positivo acabar levantando el trofeo de campeón-, el conjunto vitoriano ni mucho menos se arredró. Lejos de dar un paso atrás, avabzó varios adelante y, uno tras otro, fue sometiendo prácticamente a todos sus rivales, que no podían evitar un gesto de manifiesta incredulidad al ser atropellados por los discípulos de Velimir Perasovic.

El estreno de esta segunda fase ya fue una contundente declaración de intenciones por parte de los alaveses. En una de las mayores exhibiciones que se recuerdan, borraron por completo de la pista al Zalgiris en su propio feudo para endosarle un espectacular 68-89 a la conclusión de los cuarenta minutos. Una paliza que pudo ser todavía mayor si no hubieran levantado un poco el pie del acelerador ante la claridad del resultado y que se convirtió en una clara señal de advertencia para sus futuros rivales. El que se relaja mínimamente ante este Baskonia, acaba siendo atropellado sin consideración. Con la misma fiereza con la que un depredador hambriento se lanza a por una presa a la que observa en dificultades, el Laboral Kutxa fue sembrando el pánico a lo largo de todo este camino.

Al final del mismo, el cuadro azulgrana únicamente había concedido cinco derrotas y con los nueve espactulares triunfos que adornaban su casillero se coló como segundo clasificado para los cuartos de final por delante de Barcelona y Real Madrid y dejando fuera a ogros como Olympiacos o Khimki. Solo el CSKA pudo superarle. Y no sin apuros. La eliminatoria ante el Panathinaikos se convirtió en una muesca más en el revólver baskonista. Con la ventaja de campo a su favor, el equipo finiquitó la serie por la vía rápido con una reedición del OAKAZA en el tercer y definitivo encuentro. Ya estaba escrito un nuevo -y brillante a más no poder- capítulo de la historia del club. El cologón de Berlín, no es necesario recordarlo.

Así pues, pese a la inevitable decepción final, la resaca de lo sucedido en esta Final Four y a lo largo de toda la temporada de la euroliga no puede ser más dulce. El Laboral Kutxa ha vuelto a recuperar un lugar de privilegio, ha sentado las bases para poder disfrutar de un futuro prometedor y, además, ha obtenido un notable rédito económico. Y es que con los 100.000 euros ingreados en última instancia como cuarto clasificado ha logrado un total de 715.000 euros de ingresos solo como contraprestación a sus resultados deportivos y dejando al margen las taquillas.