Afilado Nibali, siempre dispuesto para el combate, impulsor del ruido de sables del Astana en Vía Fortino, encontró a Alejandro Valverde, líder del Movistar, dispuesto para la esgrima. El murciano, que ordenó vigilancia y firmeza a su equipo porque la etapa huía, desbocada, en estampida, asomó con agilidad en el muro que aguardaba a diez kilómetros de meta. La rampa, que despegaba el velcro del asfalto con un 18% de desnivel, situó a Valverde en medio de la ofensiva que propuso el Astana, que no concedió ni un segundo de resuello cuando el día entró en ebullición.

Nibali y los suyos rascaron para comprobar la fortaleza de sus rivales. A Andrey Amador, cuarto en la pasada edición del Giro, se le vieron las costuras. “Fue un día bastante duro, con mucho calor. No estuve a la altura, no me encontré como quería”, estableció el costarricense, que no pudo emparejarse con Valverde cuando el siciliano, espumoso, decidió alterar el ecosistema. Valverde, piernas fluidas las suyas, respondió sin titubeos. “Yo he estado en el sitio que tenía que estar en un día duro para todos. He sido cuarto, nos hubiera gustado arañar algún segundo, pero esto es muy largo y acaba de empezar. Me encuentro bastante bien y espero seguir así en los próximos días”, apuntó el líder del Movistar.

Valverde no pudo sumar bonificaciones en meta, donde los favoritos, salvo Hesjedal y el citado Amador, llegaron en el mismo carruaje. Mikel Landa padeció un pequeño cortocircuito en el repecho, pero salvo el día. Valverde no supo de la desconexión del murgiarra hasta que desembarcó en Praia a Mare. “Me he enterado después, los Astana me lo han dicho a mí”, relató el ciclista del Movistar. “El repecho tenía kilómetro y medio. No te puedes enterar mucho”, dijo Valverde. En ese tramo perdió de vista a Mikel Landa.