Ávila - Media docena de segundos. Eso es todo o nada. En ese exiguo tiempo, apenas un sorbo de café, se condensan tres semanas de competición, una vida entera para alterar el curso de una biografía, quién sabe si del futuro. En seis segundos conviven Tom Dumoulin, el líder, y Fabio Aru, su rastreador después de que el holandés adquiriera tres segundos más de relleno para la etapa de hoy, la penúltima, la última, sin embargo a efectos contables de la Vuelta. Después quedará el paseo hasta Madrid, el día que rinde honor al mejor, el reconocimiento a todos y cada uno de los competidores. Antes de los fastos y del confeti, del desfile y la fanfarrea, del podio y de los himnos, toca el duelo definitivo entre Dumoulin y Aru, enmarcada su lucha en la sierra de madrileña.
Ese terreno, que Purito advierte traicionero, un continuo sube y baja, servirá de escenario para resolver la carrera, anudada en un suspiro. Dumoulin parte con la ventaja del tiempo, es su kevlar. Aru, que concluyó la etapa dolido tras su caída, tiene a su favor un perfil que entronca con su ciclismo de montaña, y un equipo, el Astana, que posee la capacidad para endurecer la carrera y apurar a Dumoulin, que solo ha penado en las alturas, sobre todo en los muros, cuestas cortas pero broncas, duras, explosivas, donde se resiente un ciclista más proclive a subir a ritmo, a regular.
Alma de contrarrelojista, el holandés, el invitado inesperado, parte con una idea única, obsesiva. Pegarse a Aru. Si logra soldarse al italiano, la Vuelta será suya. Aru, obligado a ganarle siete segundos, sonríe mirando al skyline del día. Navacerrada, Morcuera en dos ocasiones y Cotos, todos ellos de primera, si bien la etapa no finaliza en alto. Este detalle parece un guiño para el holandés. Ocurre que como dice Gianni Bugno, las carreras dependen de los ciclistas más que de los recorridos, y Fabio Aru, infatigable, siempre dispuesto a la batalla, se antoja un rival indigesto. Queda por ver si el sardo espera al último puerto o como es previsible, emprende la ofensiva desde lejos para sacar rédito del mayor potencial de su equipo. La Vuelta, que ayer anunció que el próximo año partirá desde Orense, se encuentra en seis segundos. Todo o nada.