vitoria - Ocho minutos y 20 segundos. Ese es el tiempo que le sobró hace ocho días a Óscar Romero para no rebasar el límite de 48 horas que tenían los participantes de la Ehunmilak para superar los 168 kilómetros de recorrido. Salió de la meta de Beasain el viernes a las 18.00 horas y llegó al mismo lugar -después de superar 22.000 metros de desnivel, una barbaridad- el domingo a las 17.51. Exactamente un día antes había llegado el vencedor, Imanol Aleson. El objetivo de Romero, errenteriarra de 40 años, era acabar la carrera y lo consiguió. Dos días y dos noches en el monte para llegar a la meta, donde le esperaban sus tres hijos: Óscar, Mateo y Verónica.
Romero no tiene apenas experiencia en ultra trails -se estrenó esta pasada primavera disputando los 101 kilómetros de Ronda (Málaga), pero tenía calculados los tiempos que aproximadamente debía marcar en cada avituallamiento con el objetivo de llegar a meta antes de las citadas 48 horas: “Estaba planificado. No tengo la condición física de esos atletas que pueden hacer la carrera en 24 horas, así que sabía que tenía que aprovechar todo el tiempo que nos da la organización. Hasta el Txindoki (26 horas) fui relativamente cómodo y a partir de ahí mi nivel de dosificación fue extremo, tuve que mentalizarme para ir a un ritmo más suave, sobre todo en las zonas donde había más dureza, tratando de recuperar bien”.
El atleta errenteriarra aprovechó cada avituallamiento para coger fuerzas. “Paraba unos quince minutos para mirarme los pies, cambiarme de calcetines, comer bien e hidratarme. Comí muchísimo porque en una prueba así consumes muchas calorías. Comía fruta, frutos secos, barritas... en un par de avituallamientos tomé arroz y pasta”.
En carreras de larga distancia como la Ehunmilak, la única condición es llegar antes de la hora límite, en este caso 48 horas. A partir de ahí, los participantes reparten sus descansos como consideran. Algunos incluso se echan una cabezadita en las colchonetas que facilita la organización en un par de avituallamientos. Óscar Romero prefirió no dormir durante los dos días de competición. “No me eché a dormir porque si paras tanto tiempo el cuerpo se acartona e igual no reacciona. Preferí parar un rato en cada avituallamiento y si estaba muy fatigado subía andando y bajaba trotando. Tratas de espabilarte bebiendo café, por ejemplo”.
alucinaciones de noche El errenteriarra ya sabía lo que era pasar una noche en plena carrera -tardó 23 horas en completar los 101 kilómetros de Ronda-, pero para él suponía “una incógnita” afrontar la segunda noche. “La primera noche fue muy tranquila, la pasé bien. Me sentía bastante entero, fue bonito ir por el monte de noche. Pero en la segunda lo pasé mal. Más que físicamente, de cabeza. Había leído que a veces se pueden sufrir hasta alucinaciones y me reía, pero el caso es que las tuve yo también. Después de Etzegarate (con 34 horas de carrera en sus piernas) veía en cada esquina gente que me saludaba, puestos de control, creía que había pasado por el mismo sitio cinco veces... la verdad es que me asusté, en algún momento llegué a pensar si estaba en otro mundo. Fueron unas horas duras”.
Una de las claves para poder superar estos momentos tan difíciles fue la presencia de voluntarios de la carrera que le acompañaron durante varios kilómetros: “Los llamo mis ángeles de la guarda. Me acuerdo del nombre de todos: Mikel, Jon, Aunar, Fermín y Aitor. Estaban conmigo para ver si me encontraba bien, charlábamos, me daban consejos, me animaban... En uno de esos momentos de alucinaciones en la segunda noche, uno de ellos avisó al siguiente avituallamiento de que me controlaran porque no estaba bien, otro me dejó su camisa polar porque la mía estaba empapada... Les estoy súper agradecido. Y no solo a ellos. La atención en todos los puestos era exquisita. No tengo palabras”.
Entre los 157 que finalizaron la Ehunmilak, hasta diez atletas necesitaron de más de 45 horas para culminar el recorrido: “Hay mucha camaradería y en varios tramos fui con otros corredores, en algún momento llegamos a juntarnos cuatro. Me acuerdo de Arkaitz Larreta (penúltimo clasificado, llegó a meta ocho minutos antes). En el último puesto estuvimos charlando, aunque al final teníamos diferente ritmo”.
“disfruté” Pese a esos tramos de sufrimiento puntual, Óscar Romero asegura que disfrutó de la experiencia: “Ha sido fantástico. Cuando las cosas se ponen feas tienes que tirar para adelante y cuando vas bien, disfrutar. Una vez pasado el último control, sabía que iba a llegar y cuando me quedaban cinco kilómetros, fue un subidón”. La recompensa estaba poco después, en la meta, donde le esperaban Óscar, Mateo y Verónica, sus hijos de doce, siete y cinco años. “Durante buena parte del recorrido ellos eran mi motivación”, reconoce.
Óscar Romero, exfutbolista que llegó a jugar en Segunda B en las filas del Cambados, está entusiasmado tras sus primeras experiencias en carreras de montaña: “Me he incorporado a esto del ultra trail en febrero y ya estoy mirando cuál va a ser mi siguiente carrera. A veces no tengo tiempo para entrenar mucho por el trabajo y la familia, pero hago salidas al monte de 25-30 kilómetros y también voy al gimnasio. Me recomendaron hacer elíptica y también trabajo el tren superior. Ahora soy el último, igual dentro de unos años puedo estar en mitad de pelotón”. Por ahora, tiene el indudable mérito de haber sido uno de los 157 atletas que pudo con la Ehunmilak.