Marc Márquez es poca cosa alzado sobre el suelo, liviano, de apariencia frágil, con cara de risueño, con un discurso inocente, un aspecto despreocupado y un padre que viaja acompañando a cada carrera. Es la imagen de ese niño que pasa todo el día en el parque de atracciones. Es todo lo contrario a una apariencia peligrosa, lo opuesto a lo que se puede esperar de un enemigo temible. Pero lo cierto es que impone. Impone tanto, tanto, que incluso sin las motos rodando en pista es capaz de generar una situación insólita. El joven infunde temor, dispara nerviosismo. Ayer alcanzó a Jorge Lorenzo con una buena ráfaga de esa artillería invisible. El mallorquín, desencajado, desubicado, impropio, fue su mayor víctima. El Gran Premio de Las Américas, segunda prueba del Mundial de MotoGP, fue el escenario de la batalla, donde Lorenzo sufrió una herida puede que mortal en el campeonato. Lorenzo, que en Catar rodó inesperadamente por los suelos en la primera vuelta de la carrera -pues hasta 2014 era difícil verle cometer errores-, ayer fue una diana para la tensión que genera Márquez; el catalán está sacando lo peor de Giorgio: quejas cuestionables como las de los neumáticos y fallos insospechados como el de ayer o el de Catar. En Austin, con el semáforo encendido de rojo Lorenzo se saltó la salida. Lo hizo de forma sorprendente, de manera que no se recuerda en los últimos tiempos de carreras, por un abismo temporal de error. Se lo saltó a lo grande ante la incredulidad general. Así, fue penalizado con un ride through que liquidó sus esperanzas e hipotecó su futuro. Está encomendado al riesgo y la premura, malos compañeros de viaje para el resto de las carreras. Su candidatura está en la sala de urgencias.
Autoanulado Lorenzo de la lucha por la victoria, Márquez no encontró a quien le siguiera allí donde comenzó a cimentar su imperio en la categoría reina, donde el año pasado obtuvo su primer entorchado en MotoGP. Simplemente, aplicó el ritmo afianzado durante el fin de semana -infernal, por cierto-, sin estrés, haciendo del circuito de Las Américas el sofá de su casa. De hecho, en la segunda vuelta de las 21 pactadas firmó un nuevo récord del joven trazado estadounidense. A partir de ahí, con Dani Pedrosa secundando, asistió una carrera de confort para el campeón más joven de todos los tiempos. Confort que ahora es el adjetivo que sugiere la clasificación general, donde el de Cervera comienza a marcar diferencias. Pero confort que también le pudo jugar una mala pasada, pues el chico, en la última curva de la carrera, pudo terminar por los suelos. Perdió la concentración y tuvo un susto que casi hace infartar a Emilio Alzamora.
Márquez rodó escapado desde el primer suspiro y Pedrosa se fajó también en solitario, pues la diferencia con respecto a la cabeza de la carrera fue in crescendo sin remedio para él. Tras ellos, Dovizioso, Bradl y Smith se disputaron el tercer lugar del podio a una galaxia de las Honda Factory. Un cajón al que aspiraba Rossi, que fue a menos en cuanto a rendimiento por un problema mecánico. Lorenzo, por su parte, obró una remontada desde la cola -asumió la penalización en el primer paso por meta- que le ascendió hasta la décima plaza, su cima. Rescató 6 puntos para su causa de candidato a campeón del mundo, pero, como ilustraba Ramón Forcada, su jefe en el garaje de Yamaha, el varapalo es tremendo, "una presión", una cuestión "muy dura psicológicamente hablando". Y la desesperación de Lorenzo es una fiesta para Márquez, que ejecuta a sus rivales sin abrir el gas.