CUando se repasan las biografías de los grandes jugadores de baloncesto que han exhibido su juego por las canchas de todo el mundo, normalmente acostumbran a aparecer episodios curiosos que llaman la atención de los más profanos en el mundo de la canasta. Descubrimientos que ponen de manifiesto un perfil de entrega máxima al trabajo y esfuerzo continuo por mejorar. Así, por ejemplo, han adquirido ya categoría de leyenda las interminables sesiones de tiro que efectuaba Drazen Petrovic en solitario, la costumbre de Velimir Perasovic de pedir las llaves del pabellón de entrenamiento para poder ir a ejercitarse en cualquier momento o las escaladas de Igor Rakocevic por las interminables escaleras de su casa -su vivienda estaba ubicada en un piso 14- para fortalecer las piernas. Son sólo algunos casos que demuestran bien a las claras que, al margen del posible talento natural, el único camino para destacar es el trabajo y el sacrificio. Claro que este recorrido no puede completarse en soledad y resulta imprescindible la presencia de buenos profesores que lo tutelen incidiendo en los aspectos más necesarios.

Dos de los mejores representantes de esta estirpe -ambos se dedican en la actualidad a proyectos de cantera- trabajan desde hace tiempo por el baloncesto alavés y recientemente han impartido sendos clínics en los que han trasladado sus amplios conocimientos a la pista. Unas lecciones sobre el parqué que deben convertirse en la hoja de ruta obligada para cualquier joven que desee vivir el baloncesto con intensidad. De esta manera Josu Larreategi, colaborador habitual de DNA, y Txus Brizuela se decantaron por destripar dos de los aspectos que más relevancia tienen dentro de la canasta, la construcción del trabajo defensivo y la mecánica de tiro respectivamente.

Dos temas muy diferentes pero que comparten varios puntos comunes. Así, por ejemplo, en ambos se puede trabajar de manera casi interminable para perfeccionarlos y también los dos permiten elevar el nivel del jugador de una manera muy destacada. Sin embargo, los técnicos se encuentran habitualmente con más de un prejuicio cuando tratan de desarrollar su labor. "Está claro que lo primero que piensa todo el mundo cuando coge un balón por primera vez es en meter canasta. A nadie le da por empezar a defender directamente así que el primer paso es superar esa barrera", destaca Larreategi.

Y en ello precisamente tienen una gran responsabilidad los entrenadores, especialmente en la etapa de formación. "Por desgracia, se le dedica muy poco tiempo de trabajo a estos aspectos y al final se prefiere entrenar los mecanismos colectivos de juego. Por ello, es fundamental que sepamos sacar momentos para inculcar estos hábitos defensivos al jugador y que se le premie cuando lo hace bien. Al final, la defensa es sobre todo una cuestión de motivación, disciplina y compromiso contigo mismo y los compañeros", analiza el técnico. Aunque como prácticamente en todos los ámbitos deportivos las condiciones físicas cada vez adquieren una mayor relevancia y ayudan a llevar a cabo con mayor eficacia el trabajo, no son una condición indispensable ni mucho menos. La mejor manera de entenderlo es a través de los ejemplos prácticos. "Es evidente que necesitas un mínimo de físico, pero una vez alcanzado ese nivel básico cobra más importancia lo primero. En el Baskonia, sin ir más lejos, tuvimos hace unos años a Chris Corchiani que, pese a disponer de un físico bastante limitado era probablemente el mejor defensor de aquella plantilla", destaca el que fuera segundo entrenador, entre otros, de Manel Comas, Sergio Scariolo y Dusko Ivanovic.

Larreategi tampoco duda en echar por tierra el mito de que aquellos jugadores que destacan de manera especial en ataque acostumbran a descuidar la defensa. "Siempre hay de todo pero habitualmente las grandes estrellas llegan a ese nivel porque tienen una ética de trabajo y un compromiso espectacular y saben que esforzándose también en defensa van a alcanzar cotas todavía más altas. Michael Jordan ganó varias veces el trofeo de mejor defensor y no vamos a descubrir ahora lo que era en ataque. O Larry Bird, que nunca ha tenido un físico brillante y era un genio en las dos partes del campo", argumenta.

Precisamente estos dos ejemplos de grandes estrellas sirven para enlazar con el tema que se encargó de desmenuzar Txus Brizuela, 'La mecánica del tiro y su enseñanza'. Algo aparentemente más atractivo pero que cuenta igualmente con niveles altos de trabajo y constancia como ingredientes imprescindibles. "Hablamos del tiro y todos pensamos en las grandes exhibiciones de anotadores compulsivos pero la realidad es que para llegar hasta ahí han tenido que pasar por muchas horas de repetición de ejercicios que, no lo vamos a negar, son un coñazo", reconoce.

No obstante, el técnico reivindica la importancia de apostar por estetipo de trabajos. "No es fácil convencerlos, especialmente a los más pequeños, porque los resultados no se ven a corto plazo y a veces priorizan el tirar de cuanto más lejos mejor a tirar bien pero cuando se invierte tiempo en ello, los resultados son evidentes", asegura. Y no sólo en el campo amateur, sino también en el profesional. "Cuando Calderón llevaba un tiempo en la NBA trabajó un verano con el entrenador personal de tiro Dave Hopla -el mejor del mundo en lo suyo, que asesoró en su momento a Michael Jordan- y la mejora de su lanzamiento fue espectacular".