chorges. Igor Antón no recuerda qué hacía hace diez años cuando Mayo ganó en Alpe d'Huez. Era su segunda temporada de aficionado en el Olarra y se imagina que estaría corriendo una carrera o algo así, pero que, de todas formas, no vio la etapa en directo por televisión. Luego sí, luego la ha revivido unas cuantas veces en vídeo. Y como él, Mikel Nieve, un año más joven, primera temporada de aficionado en 2003 y convencido de que esa etapa tampoco la siguió frente al televisor, aunque no la olvida, ninguno de los dos lo hace porque sostienen que, junto a la victoria de Laiseka en Luz Ardiden dos años antes, ha sido uno de los momentos más trascendentales de la historia de Euskaltel-Euskadi.
"Fueron dos explosiones muy fuertes que calaron muy hondo en Euskadi", dice Antón, que nunca ha subido Alpe d`Huez aunque lo conozca por los vídeos, por lo que le han contado. "Por eso me hace ilusión subirlo", explica, "como me hace ilusión estar corriendo el Tour número 100". Aparte de correrlo, quiere dejar huella. Quizás su día sea hoy. Él, que ha ganado en el Zoncolan, en Urkiola y algunas de las grandes cimas de la Vuelta. "Me quiero meter en la pelea. Ganar es complicado pero hay que intentarlo".
Lo mismo Nieve, que corre envuelto en el maillot de la montaña y que conoce la subida de la Dauphiné -también la peligrosa bajada después de la primera ascensión, la del col de Sarenne- y le pareció durísima, para escaladores puros. Como Mayo. Y como él. En el Ventoux solo Froome y Quintana fueron mejores.
Los dos escaladores levantan la vista hacia los Alpes, ven Alpe d'Huez y recuerdan a Mayo reinando bajo el cielo azul. Entonces no podían pensar que algún día estarían en Euskaltel-Euskadi, correrían el Tour y buscarían emular al vizcaino. Diez años después, ahí estarán. Como Samuel estuvo en Luz Ardiden una década después del triunfo de Laiseka.