vaison la romaine. Ya lo sabe, pero por si acaso, le recuerdan quiénes han pisado la Luna antes que él. Le hablan de Gaul, de Poulidor, de Merckx, de Pantani, todas esas gestas en el Ventoux, la montaña calva de la Provenza. Allí solo hay piedras blancas barridas por el viento, un desierto, y sobre ellas sentada la leyenda invisible, el mito ciclista engordado de drama, desfallecimientos, locuras y dolor, todo eso que se cuenta como se recuerda, de la misma manera que se contará lo de Froome, que está de pie sobre las piedras albinas del Ventoux, en el desierto, solo. Él y el viento. Nadie más le sigue en este Tour.
Ni siquiera Nairo Quintana, el colombiano de la dulce ascensión y la mirada de mármol, dura como un ataque que lanza a 13 kilómetros de la cima, cuando el Ventoux aún se sube bajo el paraguas de los árboles, qué buena la sombrita, qué fresca, que luego borran del paisaje las piedras blancas, la nada del desierto. Era demasiado lejos para que Froome respondiera y se saliese de la sombra de Kennaugh y Porte, los dos compañeros que le quedaban. Demasiado pronto para agitar el grupo que ya había adelgazado notablemente y que iba ya sin Andy Schleck, por ejemplo, la imagen de un ganador del Tour reptando y saliéndose de la carretera, ciego o torpe, no se sabe, pero triste metáfora, en todo caso, del declive de un campeón del pasado, de otro tiempo donde no ocurrían cosas como que el líder y sus dos gregarios cogieran una bolsa de avituallamiento, líquido y alimento de rápida absorción, se supone, geles y esas cosas energéticas, en plena ascensión, a 10 kilómetros de la cima del Ventoux. Qué cosas. El nuevo ciclismo. Fue como el último respiro. El último banquete. Luego, el vía crucis.
Y la resurrección de Porte y su ritmo salvaje que asfixió a Valverde, Rogers, Purito, Mollema, Kreuziger, todos esos cuerpos escurriendo el sudor, ahogados, retorcidos por la ladera del Ventoux, hasta dejar a Froome a solas con Contador, el pulso esperado. Entonces, algo le dijo el líder inglés a Porte al oído, que acelerara un poco más o así seguramente, que dejase su último aliento, una gotita más de esfuerzo, el último, que enseguida iba él. Cerquita ya de la pancarta de ocho kilómetros aceleró Froome como no se recuerda, sentado, con el molinillo característico de Armstrong, a mil revoluciones por minuto, la cabeza metida entre los hombros, feo, eso es así, pero efectivo. Vamos, demoledor. Contador, en el límite, se desenganchó de esa rueda que le hubiese llevado al infierno, una muerte segura, la asfixia. Prefirió hincar la rodilla, entregarse. ¿Rendirse? Luego dijo que no, que eso nunca.
Se le escapaba el Tour que iba montado en una moto esquivando los puños de la muchedumbre, las cabezas metidas en la carretera y los impresentables de la carrera estúpida gritando al oído de los corredores, hasta encontrarse con el dorsal de Quintana -el colombiano había soltado a Nieve, el bravo navarro de Euskaltel que había atacado antes incluso y que se marcó una soberbia ascensión al Ventoux y, entre otras cosas, fue el clavo ardiendo al que se agarró Contador para no desvanecerse-.
el peso del ventoux Froome contó luego que en su cabeza solo había sitio para las cosas de la general, alejar a los rivales, sacar más tiempo que desdramatizara su paso, esta semana, por los Alpes. Que lo de la etapa no era una cuestión prioritaria, pese al enorme peso simbólico que tiene el Ventoux en la cultura ciclista inglesa por la muerte de Simpson en 1967. Pero lo cierto es que nada más llegar a la altura de Quintana volvió a acelerar para que no se subiera a su rueda. Froome, la voz dulce y la mirada azul y compasiva, parecía un Armstrong voraz y despiadado, nada que ver con la teoría audaz con la que Indurain gestionaba las etapas de montaña dando de comer a los demás, repartiendo y negociando, para calmar el apetito de sus enemigos. Así amaestraba a sus rivales Miguel, el campeón de la calma. Froome, en cambio, era el líder nervioso, intranquilo pese a su superioridad, que no paraba de hablar por el pinganillo como si mantuviera una conversación por el móvil, de charlar con Quintana cuando este volvió a su altura y quiso sellar el acuerdo más lógico. Para ti la etapa que yo sentencio el Tour.
Le pidió ayuda, que Contador iba por ahí quedado y que era bueno colaborar. "Y me dijo algo así que, a cambio, la victoria de etapa sería seguramente para mí", contó después Quintana, que le escuchaba con el rostro impasible, la mirada escondida tras los cristales oscuros de las gafas y un escupitajo severo al suelo de tipo duro, como de advertencia, ojo conmigo. "Y accedí a darle algún relevo, pero, claro, yo había hecho un sobreesfuerzo atacando desde tan lejos y él iba muy fuerte". En moto. Aceleró de nuevo a kilómetro y medio de la cima, sentado de nuevo, con la cabeza metida en el pecho, y despegó a Quintana, muerto, de su rueda. Arriba, la Luna, un desierto de piedras, llegó solo. Así se ha quedado en el Tour.
la imagen del dolor Medio minuto después alcanzó la cima el colombiano, que se sentó en el suelo para recuperar el aliento y perdió un instante el conocimiento. La imagen del dolor a 1.900 metros de altura, donde falta el aire y al colombiano, la sangre seca en la nariz y los labios de una hemorragia antes de empezar a subir, las palabras. Luego apareció Nieve, que había soltado a Contador para acabar tercero, y después el puñado de ciclistas que luchan por el podio. Mollema mantuvo la segunda posición y está a 4:14 de Froome; Contador, a 4:25; Kreuziger, a 4:28; Ten Dam, a 4:54, y Quintana a 5:47.
"Es el más fuerte, muy superior a todos", asumió Contador la hegemonía de Froome. "Se ha ido cuando ha querido y en cada mano a mano de este Tour se ha distanciado". Y, sin embargo, el madrileño no cambia el discurso cuando le preguntan si es hora de luchar por el segundo puesto, el podio. Responde que no. "Vine aquí pensando en ganar. La segunda posición sigue siendo algo secundario", advirtió.
Y Nairo, serio y blanco en el podio. Es el mejor joven. Y el mejor escalador, tras Froome. "Pero no estoy interesado en el maillot de la montaña". Quiere una etapa. Y el podio. "Y en los Alpes la estrategia aún puede contar mucho", avisa.
1º Chris Froome (Sky)5h48:45
2º Nairo Quintana (Movistar)a 29''
3º Mikel Nieve (Euskaltel-Euskadi)a 1:23
4º Joaquim Rodríguez (Katusha)m.t.
5º Roman Kreuziger (Saxo-Tinkoff)a 1:40
GENERAL
1º Chris Froome (Sky)61h11:43
2º Bauke Mollema (Belkin)a 4:14
3º Alberto Contador (Saxo-Tinkoff)a 4:25
4º Roman Kreuziger (Saxo-Tinkoff)a 4:28
5º Laurens Ten Dam (Belkin)a 4:54
17º Mikel Nieve (Euskaltel-Euskadi)a 18:12
Mañana, jornada de descanso: A partir del martes llegar la recta final del Tour, el último contacto con la montaña y la contrarreloj individual que resta antes de llegar a París.