aNDRÉS Gandarias (Ibarruri, 1943) le dijo Langarica que iba a correr el Tour y al chaval le temblaron las piernas al imaginarse un viaje alucinante a lo desconocido. "Me preguntaba cómo sería aquello, aunque yo ya solía leer cuando corrían Loroño, Bahamontes y estos". Los descubrió en Lille, en la primera etapa, una crono en la que Dalmacio le vio tan nervioso que le dijo que hiciera caso al claxon. Que lo tocaría una vez para que fuese rápido y dos para que frenase. "Y en una curva escuché el claxon, no supe si había sonado una vez o dos, aceleré y me pegué un hostión de aúpa contra los fardos. Perdí hasta las zapatillas". Así descubrió el Tour Gandarias en 1968, "uno de los más calurosos de siempre en el que recuerdo que un día a Pérez Francés le quitaron el maillot en el hotel y la piel cocida de los 110 bidones de agua que le echó Langarica por la espalda se le había pegado a la tela", el último antes de los años de las migas. La era Merckx.
"Y bien que conocí al monstruo", dice el vizcaino, que en 1968, el año que San Miguel vistió de amarillo, acabó noveno y uno después, quinto. "Y eso que perdí una minutada en Bélgica, con los adoquines. Los belgas iban con tubulares anchos y nosotros nada, con los normales, los estrechos. Así que pinché dos veces. La segunda me quedé sentado en el suelo llorando, vino Patxi Gabica, me dio dos hostias y me dijo que me levantara. Me dejé muchos minutos, pero seguí en carrera". Para atacar en la montaña. ¿A quién? A Merckx. "Les ataqué a él y a Gimondi en Vars y me cogieron bajando. Y entonces fue cuando vi a Merckx al filo de la muerte. Él siempre arriesgaba y en una de las últimas curvas se fue recto, frenó y se quedó quieto en el borde del precipicio. Si cae para el otro lado, se mata".
En ese Tour estaba Txomin Perurena (Oiartzun, 1943), a quien para definir a Merckx le basta una risa sarcástica. "Era insaciable". "Luchaba por todo", recuerda Peru, y viaja hasta Levante, un día llano de calor en el que iba el pelotón tranquilo cuando al fondo, en el horizonte, apareció algo, un hombre que agitaba algo, "y Eddy que lo vio y salió disparado creyendo que era una prima o algo, cuando solo era un hombre que había sacado un trapo para sonarse los mocos". Otra vez, ya se sabe, esprintó bajo la pancarta del recién creado Partido Comunista.
El Merckxismo nació ese año, 1969. "En los Pirineos", recuerda Peru. "Merckx atacaba yendo líder, cogía a los dos otros que iban por delante y conseguía que colaborasen con él. Ese día, sin embargo, se fue solo en el Tourmalet con 150 kilómetros por delante hasta Mourens. ¡Y le sacó al segundo más de ocho minutos! Por detrás íbamos unos cincuenta o sesenta corredores subiendo el Soulor agarrados a todo lo que se podía. Si no, ese día no llegamos".
Su rival, Ocaña Merckx era insaciable e imbatible, pero tenía un respeto tremendo por el Kas. "Pero ese respeto que Merckx tenía por el Kas era también cariño. Recuerdo que vino a Gasteiz cuando se le hizo el homenaje al difunto Santesteban, que murió en el Giro", matiza Perurena, que tiene la espina clavada de no haber ganado nunca una etapa en el Tour pero se enorgullece de haber sido rey de la montaña en 1974 -el segundo vasco en lograrlo tras Loroño-, "y cuánto sufrí para conseguirlo, esprintando en los puertos de cuarta y tercera y callando las bocas de muchos cuando coroné la Bonaigua, uno de primera, la máxima categoría que había entonces".
Perurena, además de un ciclista monumental, fue amigo de Ocaña, el gran rival de Merckx. "Un fuera de serie que tenía una clase admirable", dice. "Un hombre", prosigue, "que tenía además un amor propio grandísimo que le empujaba a no rendirse jamás ni a casarse con nadie, por mucho que delante estuviese Merckx. Tenía un carácter indomable, pero es cierto que, por ejemplo, Fuente desequilibraba más a Merckx que Ocaña".
"Decían que Fuente estaba loco, esa locura que tanto daño le hacía a Eddy porque era imprevisible, y cuando lo escuchaba Langarica decía que le daba igual tener a un ingeniero o a un loco en el equipo, que le bastaba con que fuese un buen ciclista. Y Fuente lo era, subía mucho", traza Gandarias. Y cuánto bajaba Zubero. "El que más del Kas de aquella época", dice Gandarias. Pocos lo saben, pero Zubero (Zeberio, 1948) hizo segundo en una etapa reina del Tour que acababa en Grenoble en la que tuvo que parar a mear porque estaba a punto de reventar y fue justo entonces cuando atacó Agostinho. "Aquella etapa la ganó Merckx como ganaba todo lo que había. No dejaba nada. Ni las migas. Era el más fuerte, el más potente y el más ambicioso", recuerda Zubero, a quien una vez se le acercó maravillado Goddet, director del Tour, para preguntarle dónde había aprendido a bajar de esa manera. "Yo le dije que en Zeberio, que está lleno de curvas". Zubero dice que Merckx lo ganaba todo y, sin embargo, lo que más recuerda es una derrota. "Fue aquel día de 1971 en el que le atacó Ocaña. Eddy iba solo por detrás con ochenta corredores a rueda y ni giraba la cabeza. Sufrió como un perro. Pero el tío era muy cabezón". "Ese Tour no lo dio Merckx nunca por perdido", prosigue el relato Gandarias; "y eso que creo que, en realidad, todo el mundo quería que ganase Ocaña o que, al menos, no lo hiciese Merckx. ¿Sabes que el Tour repescó a todo el Kas el día que llegamos fuera de control después de quedarnos a esperar a Zubero, que se había dado un leñazo tremendo bajando? Eso era, estoy seguro, porque no querían que ganase Eddy". Luego llegó el col de Menté. Lo subieron por delante Zoetemelk, Merckx, Van Impe, López Carril, Galdos y Gandarias, que fue el que le dio el último empujón a Ocaña para lanzarle hasta la cima cuando quedaban 600 metros. La siguiente vez que lo vio fue en la tercera curva del descenso, tirado con el maillot amarillo manchado de barro. "Por alguna razón, yo intuía que Ocaña no iba a ganar nunca ese Tour, que la ambición de Merckx era más grande que cualquier otra cosa". Era así, cuentan, dentro y fuera de la carretera. "Era exigente, ambicioso y duro". Un año dicen que fichó a un corredor que le hizo sufrir en el Giro y le tuvo toda la temporada siguiente sin correr. "Y una vez que fuimos a cobrar los premios de uno de los critériums de después del Tour salió enfadado porque le habían pagado en billetes pequeños de 10 francos. Traía el fajo debajo del sobaco y Janssen le dijo que no se preocupara, que si le daba vergüenza nos diese los billetes que ya nos los repartíamos él y yo", recuerda Gandarias. Aquellas giras por Bélgica, Holanda y Francia las corrían los diez primeros del Tour, que se alojaban en el mismo hotel que pagaban a escote. "Y en la cena a Merckx le decíamos que pagase él, que ganaba el que más y respondía que porca miseria; amigo sí, pero tonto no". Ese era Merckx.