vitoria. La Eurocopa de 1976 estará para siempre asociada a un penalti. Pronto se olvidó que Franz Beckenbauer alcanzó 100 partidos como internacional en la final del pequeño Maracaná de Belgrado o que por primera vez un campeonato se tuviera que decidir en la fatídica tanda. Antonin Panenka convirtió lo que para muchos jugadores es un momento de máxima presión en un homenaje al juego, a la esencia misma del fútbol que se basa en el arte del engaño, al puro divertimento.
Después de que a tres minutos del final Holzenbein igualara la ventaja de dos goles que había tenido Checoslovaquia y enviara la final a una prórroga que nada cambió, la ventaja psicológica estaba del lado de Alemania de cara a una tanda que suponía una incógnita. Los jugadores fueron acertando con remates ortodoxos hasta que en el cuarto lanzamiento germano Uli Hoeness mandó la pelota por encima del larguero.
Le tocaba a Panenka. Si el centrocampista de Praga marcaba el título era para Checoslovaquia, una selección que no había perdido ninguno de los 21 partidos disputados desde la fase de clasificación. Ante él estaba Sepp Maier, el mejor portero de la época, aunque no especialmente hábil deteniendo penaltis. "Ví que se tiraba siempre hacia su izquierda", explicó después Panenka que decidió poner en práctica el lanzamiento que tantas veces había probado en entrenamientos con su compañero Ivo Viktor, otro gran guardameta.
El caso es que el jugador checo corrió hacia el balón y en lugar de chutar fuerte, golpeó con el empeine suavemente por debajo, el balón describió un leve parábola y entró suave por el centro cuando el meta alemán ya estaba vencido, efectivamente hacia su izquierda. Checoslovaquia logró su único título futbolístico y una suerte quedó inventada: el penalti a lo Panenka. Desde entonces, muchos han tratado de imitarlo, pero ninguno alcanzó la perfección del original. "No quise humillar ni faltar al respeto a nadie. Solo me pareció la mejor manera de marcar el gol", dijo Antonin Panenka, un genio del fútbol.