Ibardin. Poco más de 24 horas después de quedarse con la miel en los labios, de finalizar segundo en la etapa de Arrate, donde Samuel Sánchez fue el más listo, el más hábil en los metros finales de bajada, demostrando su pericia sobre la bicicleta además de conocer bien la llegada, ayer, en Ibardin, territorio Purito, su hábitat, donde más se gusta, en rampas explosivas, Joaquim Rodríguez fue el primero en cruzar la línea de meta. Lo hizo en solitario, casi exhausto, noqueado por el terrible esfuerzo de los metros finales. Poco más de 500 metros terroríficos, una pared con porcentajes de más del 25% condujeron al corredor del Katusha directamente al primer cajón del podio, el mismo que piso en dos ocasiones. La primera, acompañado por su hijo; la segunda, para enfundarse el maillot amarillo de líder de la carrera, sucediendo a Samuel Sánchez al frente de la clasificación general.
Como Samu en Arrate, Purito asestó la dentellada mortal en el momento clave. Un tiburón sediento de sangre que hincó el diente de manera precisa, exacta, sin dejar lugar a revanchas. El catalán se gusta en subidas como las de Ibardin. "Juanma Garate y Patxi Vila me han contado cómo era la subida, por eso sabía cómo y cuándo tenía que arrancar", reconoció tras cruzar la meta. Las palabras del irundarra y el beratarra fueron suficientes para que Joaquim radiografiara la última ascensión en su mente. Les entendió a la perfección y no defraudó.
Quien no parecía conocer la terrorífica pared de Ibardin era Wouter Poels, el primer valiente en lanzar la carrera. Lo hizo muy pronto. Demasiado. "Cuando ha atacado Poels me ha dado la sensación de que no conocía mucho el tramo final. Él era uno de los rivales más peligrosos que podía tener aquí arriba y por suerte he podido ponerme rápido a su rueda y me ha dejado casi a pie de lo más duro con fuerzas como para poder arrancar y ganar", admitió Purito. Los nervios no le atenazaron, a pesar de que tuvo un par de enganchones con algún que otro corredor, "la ley de los cabezazos", expuso. Bien colocado, no le hicieron falta nada más que sus piernas para lanzarse impulsivamente a por el triunfo a falta de 250 metros para meta.
Una apuesta segura El triunfo del corredor catalán, pura explosividad, entraba en todas las quinielas, las mismas que dan como favorito a Cavendish cuando el sprint parece lo más obvio. Así lo reconoció el propio Purito, un seguro en finales como el de Ibardin, donde sabe que es casi insuperable. En su hábitat es donde orbitan el mayor número de triunfos del ciclista del Katusha, que, con el de ayer suma ya tres en la Vuelta al País Vasco, donde dice sentirse como en casa. "He vivido dos años aquí", recuerda. Por detrás de Purito, de uno en uno y a varios segundos de distancia, rostros desencajados, el resto de favoritos fueron cruzando la línea de meta. A duras penas, agotados por el esfuerzo. El suelo, húmedo en la cima de Ibardin, fue el mejor aliado de Chris Horner, que pudo dejarse gran parte de sus opciones de victoria final en la Itzulia al ceder unos segundos vitales. Samu aguantó de pie, sobre la bicicleta, no la perdió de vista; sí lo hizo su voz, débil, síntoma del esfuerzo realizado, aunque no tardó demasiado en recuperarla, tampoco el aliento. Más sereno que el resto, más entero, Purito puso rumbo al podio, varios metros más arriba, tras un exigente repecho, convertido en un llano con la etapa en el bolsillo.