madrid. La Vuelta 2011 ha vivido una revolución de gregarios que ha encumbrado a Juan José Cobo (Geox), inesperado vencedor de la ronda, y un apoteósico regreso al País Vasco que ha demostrado que la necesaria revitalización de la prueba precisa de aquellas tierras del norte, donde se venera el ciclismo. Si algo tuvo la Vuelta, fue emoción hasta el último metro. Y sus protagonistas no fueron esta vez los favoritos, los nombres más sonoros, sino los subalternos que se revelaron contra el poder establecido en sus equipos hasta demostrar que los galones les correspondían por orden de la carretera.

Juanjo Cobo y el británico Christopher Froome simbolizaron la rebelión con un mano a mano que mantuvieron hasta Madrid. Ambos pusieron la sal y la pimienta a la carrera, a falta de mejores prestaciones de los en principio líderes. Los nombres ilustres sucumbieron, desde el italiano Vincenzo Nibali, defensor del título, hasta el ruso Menchov, gris desde el principio, quien acabó de gregario de su gregario. Faltaron las figuras del pelotón mundial, es cierto, pero hubo espectáculo, y para eso ayudó un recorrido que atrajo el interés en casi todas las jornadas, con trampas al final de las etapas, como los muros de Valdepeñas de Jaén o El Escorial, o finales en alto en alto donde se disfrutaron interesantes batallas, como La Farrapona y el Angliru, donde Cobo dio el definitivo golpe de mano. Un recorrido con guinda: la recuperación del País Vasco tras 33 años de ausencia. Un colofón que rebasó cualquier previsión, un día de fiesta en la que la afición vasca demostró que no se le puede privar de la Vuelta. El resultado satisfizo a todos: corredores, organización, técnicos..... solo falta que la política no vuelva a ignorar el deseo de la inmensa mayoría de la mejor afición del mundo.

El resultado deportivo desveló la resurrección de Cobo, un corredor que a punto estuvo de colgar la bicicleta la pasada primavera.