Vitoria. "No, no, ahora no, que queda poco para un sprint. Llámame luego, cuando acabe la etapa", dice y cuelga nervioso Joxean Fernández Matxín, que ha perdido dos kilos en esta última semana de histeria y recorre la última, la del paseo, la fiesta y la foto del líder y la copita de champagne, con el corazón en un puño, pues teme que su chico, Juanjo Cobo, pierda el jersey rojo y la victoria de su vida por culpa de las matemáticas, las dichosas bonificaciones, que son también, en parte, las que le han aupado al triunfo en la Vuelta. Durante las tres semanas, el cántabro ha recolectado 52 segundos en premios por 20 de Chris Froome, su enemigo inglés. La ronda española la ha ganado por 13 segundos. Es el primer ciclista en la historia que vence una grande gracias al sistema que inventó Henri Desgrange, el padre del Tour, para la edición de la Grande Boucle de 1932 -en aquella ocasión el premio en meta era exagerado: el primero bonificaba cuatro minutos, el segundo dos y el tercero uno: ganó André Leducq, que se llevó seis etapas, bonificó 24 minutos y en la general aventajó en 24:03 al alemán Kurt Stoepel-, lo que alimenta un intenso debate intelectual sobre su conveniencia en el ciclismo.
Enfrenta a los que creen que deforma la realidad de un deporte que relaciona directamente la acción física del pedaleo con el tiempo, gana el que menos horas pase en la carretera, contra los que consideran que, efectivamente, hay una deformación del concepto clásico del ciclismo, pero que esa deformación es positiva porque el premio de los segundos estimula la competición y no la desvirtúa, ya que, al fin y al cabo, son las fuerzas las que dan acceso a las bonificaciones. Dicho de otra manera, estos últimos que defienden el sistema lo consideran justo porque premia al mejor. Más gráfico aún: si Cobo tiene más bonificaciones que Froome es porque ha sido más fuerte. Lo fue en La Covatilla, donde sumó los ocho segundos del tercero; en La Farrapona, doce al ser segundo y en el Angliru, 20'' gracias a su victoria. Acumuló otros 12'' en Peña Cabarga, pero ese día el inglés se metió en el bolsillo los veinte del ganador.
Entre los que defienden la validez de las bonificaciones como un recurso moderno que muscula las pruebas de tres semanas está Javier Guillén, el joven director de la Vuelta desde 2009, que las considera una herramienta efectiva para alimentar la competitividad. "Las colocamos para que todas las etapas sean más disputadas", dice. "Es, de hecho, uno de los motivos por los que esta Vuelta ha sido tan intensa. Las bonificaciones convierten las etapas aburridas en días interesantes. Obliga a los favoritos a estar siempre atentos, a no relajarse. ¿Injustas? Entramos en un debate intelectual, pero no creo que sea un sistema injusto. Están para todos, todos conocen su existencia y no buscan favorecer a ningún corredor, sino que su único sentido es que haya más disputa y, con ello, más emoción". Menciona como ejemplo, por cercanía y frescura, los últimos 50 kilómetros de la etapa de Gasteiz, cuando, una vez coronado Urkiola sin ataques, la carrera ganó en intensidad por el sprint bonificado situado a 16 kilómetros de Gasteiz.
Uno de los damnifiados históricos por las bonificaciones es Javier Mínguez. En 1988 Anselmo Fuerte perdió la segunda plaza de la Vuelta con Raymond Dietzen por ese motivo. Mínguez siempre se mostró contrario a ese sistema, "falsea la carrera", decía, que ha sido intermitente en la Vuelta y durante mucho tiempo se limitó a ser la zanahoria de los esprinters durante la primera semana. Como el exdirector español piensa Roberto Laiseka, que cree que es un elemento que desvirtúa la general y que, además, de existir, no deberían tener excepciones como la de la contrarreloj. No las hubo en la de Salamanca, en la que Froome fue segundo, podría haber cogido 12'' y acabado a solo uno en la general. Más estrecho habría sido el resultado de la Vuelta de 2008 de no existir las bonificaciones. Contador y Leipheimer habrían empatado a tiempo, y el español habría ganado por las centésimas de las cronos. "Si las bonificaciones no se colocan en la contrarreloj es por coherencia", defiende Guillén. "Si su sentido es empujar a los favoritos a disputar todas las etapas, no tienen lugar en una especialidad en la que todos salen a dar el cien por cien. En las cronos no hacen falta".
Gorka Gerrikagoitia, director de Euskaltel-Euskadi, es de los que se sitúan en un punto intermedio a los dos extremos. Cree en el poder motivador de las bonificaciones pero las considera, al menos las de esta Vuetla, excesivas. "No deberían de tener tanto poder para decidir una general", dice. "Están bien porque con la bonificación hay más movimiento en carrera, más vida, pero su efecto sería el mismo si en lugar de 20 segundos en meta al primero se entregan la mitad, diez. Es excesivo que un corredor que gana tres etapas se lleve también el botín de un minuto. Pero me gusta el concepto. Le dan ese punto de competitividad extra. Despiertan la ambición, provoca más lucha...".
"Un buen sistema", abunda Guillén, "que no es tan decisivo como parece. No es justo ni correcto decir ahora que la Vuelta se ha decidido por las bonificaciones. Es una visión muy parcial de lo que ha ocurrido en carrera. Se pueden analizar más factores. Igual Cobo ganó la Vuelta en el Angliru, o en La Farrapona, o sufriendo en Peña Cabarga para no descolgarse... La Vuelta es un todo; las bonificaciones, solo una parte".
Una parte esencial, demasiado, piensa Laiseka, que considera que el sistema es parcial porque beneficia a un tipo de corredor. "Le saca más partido al favorito que es rápido". Tipos como Valverde. "¿Cuántos segundos habría cogido Alejandro si hubiese corrido?". También influye en las tácticas. Altera el planteamiento. Se corre distinto. Con las bonificaciones tiene mucho más sentido aquello que ocurrió en La Farrapona, cuando Matxín, ágil y decidido, mandó parar a De la Fuente, que se jugaba la etapa. Fue, dicen, para que tirara de Cobo. Hizo mucho más: permitió al cántabro que cogiese la bonificación del segundo, 12''. Otra maniobra genial de Menchov en el Angliru dejó a Froome sin bonificar.
"Lo único que tengo claro", quiere zanjar Guillén, "es que las bonificaciones han hecho su trabajo y han funcionado bien este año. ¿En 2012? Ya veremos".