Vitoria. Casi 18 años después de estrenarse como profesional de la mano, Miguel Capellán (Hervías, 1970) echó el cierre a su trayectoria. Lo hizo el domingo en su frontón preferido, el mismo en el que se formó como pelotari. Fue un fin de fiesta perfecto. Ganó, se divirtió, se emocionó y recibió el agasajo de una grada que, puesta en pie, le tributó una merecida ovación. Tras el homenaje, es el momento de hacer balance. En lo personal y en lo colectivo. El delantero riojano deja paso a las nuevas generaciones sin levantar la voz, reconociendo que aún le queda cuerda para un rato más (matará el gusanillo con Garfe, empresa en la que militan pelotaris de la talla de Oskar Lasa, Juantxo Koka y Mikel Goñi), pero matizando que más vale retirarse a tiempo que arrastrarse.
¿Qué sensaciones tuvo antes de su último partido?
Cuando estaba haciendo la bolsa me estaban viniendo muchos recuerdos a la cabeza, de cuando debuté, de mis inicios... Recortando los tacos sentí nostalgia, pero a la vez felicidad por todo mi trayectoria. He sido muy feliz durante todos estos años y me veo muy orgulloso. Para mí fue un honor decir adiós en el Adarraga, el frontón que me vio nacer como pelotari.
Supongo que es importante saber despedirse a tiempo.
Soy consciente de que aún hay juego en mis manos y que no me marcho arrastrándome ni mucho menos. Tengo un juego muy decente todavía, pero las circunstancias actuales hacen que tenga que dejarlo ahora. Entiendo que la pelota se tiene que renovar y tienen que venir chavales nuevos. Es una decisión de la empresa que acató con total normalidad.
¿Qué ve cuando mira hacia atrás?
Me acuerdo de ese chaval que cuando debutó era muy agresivo, muy impulsivo, que se quería comer el frontón a base de golpear la pelota con mucho ímpetu, a base de hacer bien las cosas, de demostrar para hacerse un hueco en el profesionalismo y al final creo que lo he conseguido. Me he asentado, he estado codeándome con los mejores, he tenido una carrera de casi 18 años, he conseguido dos txapelas grandísimas del Parejas... Más no se puede pedir. La pelota me lo ha dado todo y me marcho con un sabor de boca muy dulce, muy agradable.
Usted forma parte de una generación en peligro de extinción.
No quedamos más que... De aquella generación que debutó en 1992 sólo quedan Titín y Beloki. En todos estos años he visto pasar a un montón de pelotaris, me he enfrentado a otros tantos. Ha sido un paseo de pelotaris tremendo y sólo quedan los mejores. Los años no perdonan y es ley de vida que a ellos les toque también, pero creo que aún tienen cuerda para rato.
¿Pensaba completar una carrera tan fructífera?
Cuando debutas eres joven y no piensas ese tipo de cosas. El ir y venir de muchos pelotaris te hacia estar siempre en tensión, pero mi meta siempre ha sido tratar de buscarme un hueco en el escalón de arriba. Si cuando debuté me hubiesen dicho que iba a dejar este mundo de la pelota después de haber jugado durante tantos años y con dos txapelas, lo hubiera firmado a ciegas. Las metas las he conseguido con creces.
¿Se va en paz con la pelota?
Los dos tenemos un acuerdo mutuo: la pelota se va en paz conmigo; y yo, en paz con la pelota. Ella me ha dado todo lo que soy, pero pienso que también he dado momentos muy bonitos para la pelota.
¿Le queda alguna espina clavada en este trayecto?
Por mi forma de jugar, he sido un pelotari de partidos de parejas y en ese aspecto tengo la conciencia muy tranquila con todo lo conseguido. En el mano a mano tenía mis propias limitaciones y en el Cuatro y Medio sí que creo que tenía potencial para haber dado un poco de más guerra. Quizá me lo tenía que haber creído un poco más.
Titín y usted revolucionaron la delantera con el juego de aire.
Antes se jugaba más clásico, más apaciguado. Creo que sorprendimos un poco por el desparpajo que teníamos a la hora de entrar de aire. La gente se quedó con que éramos un poco revolucionarios. Le dimos sal y pimienta al juego de la delantera. Augusto y yo jugábamos mucho de aire, siempre ha sido así. A cualquier pelota que nos pasaba cerca entrábamos de aire, ya fuera de volea o para hacer la paradita al rincón. Augusto tiene más facilidad para acabar el tanto que yo. Yo he sido más explosivo y abusaba un poco del poder de mi izquierda. Eso ha hecho que alargara el tanto un poco más.
¿Qué ha cambiado en el mundo de la pelota durante sus 18 años de carrera profesional?
Lo que más ha cambiado en estos años es la preparación física de los pelotaris. Todo el mundo está al máximo, nadie se relaja. Aquí la gente va a muerte en cada partido, se prepara con entrenadores personales, es una profesión que se trabaja día a día y no se descuida el estado de forma de los pelotaris. El nivel de la pelota es más exigente. El nivel de autoexigencia es mayor y eso a la pelota le da más categoría y espectáculo.
¿Cuál ha sido su mejor momento?
El día del debut fue especial, lo recordaré toda mi vida. También recuerdo con mucho cariño el momento en el que unos pelotaris iniciamos la aventura de Aspe. Tuvimos dudas y no lo pasamos muy bien al principio, pero luego nos asentamos y la verdad es que al principio fue maravilloso y hubo, sobre todo los primeros años, un ambiente increíble en el vestuario. Es quizá lo que se echa un poquito de menos ahora.
¿Y el peor?
Las lesiones. Me operaron dos veces del codo derecho y otras dos del izquierdo. También el callo me dio mucho guerra. Incluso en algún momento pensé en abandonar la pelota porque no podía con él. Por suerte, conseguí salir adelante.
Usted siempre ha sido un manista de empresa.
Mi teléfono siempre estaba abierto para la empresa. Sí que he tenido que salir pitando de casa para jugar más de una vez porque alguien suspendía, pero siempre he estado dispuesto. Creo que siempre he cumplido con la empresa. Además me alegro de que la empresa haya confiado en mí. Allá donde hubiera que ir, Miguel Capellán cogía la bolsa e iba.
Elija un zaguero.
Quedarte con uno en especial es muy complicado. No he hecho más que hacer amigos en el frontón. Me llevo estupendamente con todos. Para mí ha sido un honor jugar con todos los zagueros de mi empresa, pero, por decirte algo especial, me quedo con Aitor Elkoro y con Rubén Beloki, un gran tío, pero un poco los de la vieja guarda.
Un rival.
Martín Alustiza era temido por todos porque era un pelotari que defendía lo imposible y, cuando tenía pelota para acabar, lo hacía. Sabías que, si se alargaba el partido, casi siempre ganaría él. Augusto también es muy temido porque te puede hacer un desvalijado en cualquier momento. De todas maneras, con Augusto siempre me he crecido en la cancha. Había mucho pique entre él y yo en la cancha porque fuera somos grandísimos amigos. Creo que es un pelotari que hace que saques lo mejor de ti mismo. Tienes que ir saco para poder ganarle. Creo que va a quedar como el delantero más grande que ha dado la pelota.
Un frontón.
Mi preferido es el Javier Adarraga. Es el que me ha visto crecer, el que me ha hecho pelotari. Es el frontón de La Rioja y es el mío.
Usted es uno de los pelotaris que han sembrado de futuro la pelota riojana.
Para mí es un orgullo ver a los chavales que has tenido en la escuela, como Merino o Cecilio, desde que tienen 7 años, debutar como profesionales. Es lo máximo a lo que se puede aspirar siendo monitor. De alguna manera me siento como su padre pelotazale. Considero que es bueno que el pelotari profesional esté al pie del cañón, que te vean como imagen, que les puedas orientar y hacerles ver que trabajando se puede llegar. Hay que luchar por ser pelotari.
¿Ha cumplido su sueño?
Sí. Totalmente. En su plenitud. He estado haciendo lo que más me gusta hacer, lo que mejor sé hacer. Me he divertido jugando a pelota, me lo he pasado muy bien y también he ganado dinero con ello. No se puede pedir más. He sido un privilegiado de la vida.