Desde hace ya tiempo Marco Mezquida se ha convertido en un músico imprescindible y referencial. Donde va, llena y da igual que lo haga con cualquiera de los mil y un proyectos en los que anda metido. Por fortuna, la capital alavesa le conoce bien. Ahora vuelve a reencontrarse con él, esta vez para compartir el último disco, Del alma, que ha salido de la colaboración que desde la pasada década mantiene con el guitarrista Chicuelo. Junto a él y al percusionista Paco de Mode, el pianista abre el décimo Dazz Jazz.

En Vitoria el público le ha visto en diferentes formatos, pero no en este con Chicuelo. ¿Qué se va a encontrar quien acuda al concierto? 

–Un trío muy bien avenido, con mucha energía, alegría y fuerza. Llevamos ya nueve años de muchos viajes y conciertos, y hemos hecho tres discos juntos: Conexión, No hay dos sin tres y Del alma. La afinidad y el buen rollo que tenemos entre los tres se nota en lo que hacemos. Estamos con ganas de dar un chute de energía sonora y vital a quien venga a vernos.

¿Pero no es un poco esquizofrénico para usted tener tantos proyectos al mismo tiempo? 

–No, hay que estar bien preparado y con la cabeza bien amueblada (risas). Este domingo, antes de venir a Vitoria, estuve tocando en el Palau de la Música Catalana en el estreno de Judici a Gesualdo junto al Cor de Cambra del Palau, que es un coro de 30 cantantes maravilloso. Era música renacentista y yo improvisando, tocando, componiendo y, además, estrenando también una pieza nueva que se llama Elegía para Gaza. El lunes estuve todo el día grabando mi nuevo disco con trío, con composiciones que no tienen nada que ver. Y hoy estoy en Vitoria con Chicuelo, pero el viernes estoy en Bruselas a piano solo... Pero creo que todo eso lo tengo bien organizado. En mis últimos 15 años he trabajado muchísimo. Y para llevar a cabo todo eso necesitas también hacer un trabajo mental. Todos los proyectos son dispares, diferentes pero igual de exigentes.

Un pianista muy solicitado

¿Pero es usted consciente de que es, desde hace ya años, el pianista que todo el mundo quiere? 

–No sé si es tanto, pero me hace muy feliz cuando veo que puedo estar en diferentes programaciones y siento que hay interés en programarme. Me siento muy feliz y agradecido. Por ejemplo, este año ha salido O fado con Lina y me he encontrado en otro mundo, mucho más interior. Y cuando ves que hay tanta gente que tiene ganas de programar eso porque le ha llegado al alma, yo me siento feliz. Y así con el resto de proyectos. Siento que la gente quiere conocerlos, acercarse a ellos, compartirlos en directo

Marco Mezquida Iker Azurmendi

En el caso del trabajo con Chicuelo, ¿quién fue el culpable de liarle al otro? 

–En 2016 los dos estábamos de profesores en el Taller de Músics de Barcelona y a los dos nos pidieron si podíamos estar en una gala para estrenar una nueva sala. Tocamos una canción y la verdad es que nos entendimos muy bien. La gente se volvió un poco loca con lo que pasó (risas) y nos dijo: esto es muy potente. Fue cuando llamamos a Paco de Mode y grabamos dos vídeos para Youtube. No teníamos ninguna canción más, pero aún así, con solo esos dos vídeos, nos empezaron a llamar para dar, de buenas a primeras, unos 15 conciertos. No teníamos ni un repertorio montado (risas). A raíz de esa expectación y viendo lo bien que nos entendíamos, pese a ser diferentes, nos pusimos a trabajar en el primer disco casi al instante. Y hasta hoy...

De hecho, aquí está ‘Del alma’. 

–Presentamos un sonido continuista porque nosotros, al final, somos un trío de piano, percusión y guitarra. No llevamos invitados, ni tocamos con sintetizadores, ni guitarras eléctricas... Es nuestro sonido. No nos interesa repetir fórmulas. Quien escucha nuestros discos percibe rápido que las canciones son muy diferentes las unas de las otras. Son composiciones que creamos entre los dos. Hay algo continuista pero siempre intentamos llegar a nuevos paisajes y retos para que cada canción cuente su pequeña historia.

Un lleno tras otro

Todas las últimas visitas de Marco Mezquida a Vitoria se han traducido en dejar la taquilla vacía. Le sucede casi en cada sitio al que acude. ¿Es una presión añadida? 

–Es una situación exigente, es verdad, pero es que yo soy una persona exigente. Me encanta mi trabajo, es mi pasión. Estoy en un momento dulce. Mi agenda de este mes, por ejemplo, me da vértigo hasta a mí (risas). Soy una persona constante, trabajadora y, a la vez, muy viva y alegre. Esto es mi pasión y la vivo así, con mucho trabajo y mucha alegría. Además, tengo a mi niño de cuatro años. Estoy con él todo el rato que puedo, entre viajes y aviones. Es la vida, con toda la emoción y la intensidad de cada día. Son muchas cosas exigentes pero me he acostumbrado bastante a vivir con un nivel muy alto de exigencia.