“Nos lo pasamos genial la última vez en Jimmy Jazz”, sonríe Amparo Sánchez. Por eso, este viernes Amparanoia regresa a la capital alavesa y a la sala de la calle Coronación. Será a las 21.00 horas cuando se abran las puertas –el concierto como tal arrancará unos 60 minutos después–, quedando todavía alguna entrada libre, aunque sería bueno no esperar hasta el último momento. Eso sí, no es este un concierto más. Es, de hecho, el primero de la gira de 2025.

El de Vitoria es el primer bolo del año y esto es como volver a la rutina después de unas vacaciones, a veces te ilusiona, y otras dices: con lo bien que estoy yo en el sofá... 

–(Risas) La verdad es que tenemos muchísimas ganas porque desde finales de octubre, que fue el último concierto de Amparanoia como tal, no tocamos en directo. Llevamos meses preparando el nuevo repertorio, con las incorporaciones que tenemos, la escenografía, el vestuario... es que vamos con muchas sorpresas. Así que estamos deseando que llegue el viernes. Además, tenemos un muy, muy buen recuerdo de nuestro último paso. Es cierto que estábamos un poco achuchados aquella vez en Jimmy Jazz (risas), pero como ahora no vienen Artistas del Gremio vamos a tener más espacio para bailar.

Es pasar Vitoria e ir a Cuenca y a... ¿Un 2025 sin parar o hay planes de ir al estudio en algún momento? 

–En el estudio hemos estado trabajando en temas nuevos y, de hecho, el 17 de enero salió Que no nos falte de ná. Como este, tenemos otros tres temas preparados para ir lanzando a lo largo de este año. No hay idea de hacer un formato completo como tal. Veremos qué reacción tiene el público con estos temas nuevos.

Amparanoia Rakel López

Los conciertos

Nuevas canciones, pero hay en los espectadores quien siempre quiere los grandes éxitos... 

–Que no se preocupen, que las canciones de siempre van a estar (risas). Además, en esta primera parte de la gira, que son todo salas, podemos tocar más tiempo y el repertorio es más extenso. Recupero algún tema que llevábamos algunos años sin tocar y que sé que a la gente le gusta mucho. Por eso te digo que hay ganas de salir del sofá, de la mesa de trabajo y del estudio. Hay ganas de carretera y de vernos con el público.

Espectadores entre los que hay también personas que a finales del pasado siglo, cuando Amparanoia surgió, ni siquiera habían nacido. 

–Tenemos la suerte de que en nuestros conciertos se está dando esa mezcla intergeneracional muy interesante. Es que estamos cerca de cumplir los 30 años como proyecto. Es muy bonito ver que podemos seguir inspirando a gente de todas las edades. Incluso hay bandas nuevas que ahora son muy famosas dicen que Amparanoia ha sido importante para ellas. Ahí es cuando pienso: algo bien hemos hecho (risas). Como dice el libro de Irene Montero, Algo habremos hecho.

Se dice pronto pero hay que cumplir 30 años en esto. 

–También te adelanto que quizá ahí sí que vaya a darse una despedida real. Por una parte, yo como Amparo Sánchez quiero seguir haciendo otras cosas y aprendiendo mucho como cantante, experimentando e investigando. Y, por otra, es que una ya llega a una edad en la que no puedo estar todo el día saltando en los escenarios (risas). En algún momento tenemos que cortar y creo que el 30 aniversario puede ser un cierre hermoso y definitivo.

Dice que sigue aprendiendo en la música, pero con la de años que lleva en ella, ¿todavía le quedan cosas por descubrir? 

–Es más, espero no parar de aprender nunca. Hay tanta música maravillosa y tanta cultura en diferentes puntos del planeta por conocer, que yo no quiero parar. Mi imaginación vuela mucho y me encantaría hacer cosas con gente de Costa de Marfil, de Brasil, de... Además, siempre, en lo personal y en lo profesional, todos estamos aprendiendo. Lo importante es aprender y atreverse.

En la carretera

Por de pronto, lo más inmediato es volver a la furgoneta para esta gira. ¿Se hace rutinario después de tantas realizadas? 

–Con los años, los viajes nos van pesando (risas). Yo siempre intento tomarme la vida viendo el vaso medio lleno, así que en los viajes aprovecho mucho para leer. Ahora tengo dos libros esperándome: Flores de papel, de Ebbaba Hameida, y Cauterio, de Lucía Lijtmaer. También aprovecho para escuchar música. Y para reflexionar. Los viajes me los tomo así. Luego ya, cuando llego a la prueba de sonido, se dispara una adrenalina natural. Es un subidón en el que no hay cansancio ni nada. Luego, eso sí, llegas al hotel y... (risas). Es nuestra profesión, ya está. Pero sí es cierto que quizá la parte que más cansa es la de los viajes. Por eso tengo el objetivo, en un tiempo no muy lejano, de viajar menos meses al año. Además, necesito también tiempo para poner mi atención en otros proyectos, como es mi sello discográfico o como es el festival que organizo en Granada y que se va a hacer el próximo 15 de marzo. Necesito esos espacios, ese tiempo de no viajar tanto. Espero poder llegar al equilibrio de estar unos meses girando y viéndome con la gente, pero otros meses tener tiempo y espacio para la creación, el descanso y la reflexión.

Leer, escuchar música y reflexionar. Eso hoy, tal y como están las cosas, parece hablar de tres auténticos milagros.

–(Risas). Sí, tienes razón. La verdad que intento contaminarme lo menos posible, por ejemplo, de las noticias. Estamos viviendo una distopía. Parece todo irreal, como una película de ciencia ficción. Intento mantenerme ocupada en proyectos que me gustan mucho, en mis animales, en mi familia, en mis plantas, en mi hogar y en mis relaciones. Así que intento contaminarme lo menos posible, aunque, por supuesto, no puedes vivir en una burbuja. Pero quiero inundarme de todo lo maravilloso que tiene esta vida.