La exposición 'El césar en Vitoria' repasa la estancia en la capital a alavesa durante los meses de enero y febrero de 1524 de Carlos I, entonces un joven emperador de 24 años que dirigió desde esta ciudad las operaciones militares de recuperación de la fortaleza de Hondarribia, sitiada por Francia.
La muestra, organizada por el Archivo de Álava, recopila documentos históricos conservados en el propio archivo junto con préstamos de los ayuntamientos de Agurain y de Hondarribia así como de la Biblioteca del Seminario de Vitoria.
Entre los documentos expuestos destacan las Ordenanzas de Álava de 1537 firmadas por el propio Carlos I, el privilegio de realengo que concedió a la villa de Salvatierra en 1522, y una edición veneciana de 1518 de la obra de Erasmo de Roterdam 'Educación de un príncipe cristiano', dedicada al emperador.
La exposición, que podrá visitarse hasta el próximo 4 de abril, "permite revivir un episodio clave de la historia de Vitoria y de Álava, apenas recordado, pero que impactó de tal manera que llega hasta hoy gracias al insustituible patrimonio y legado cultural que ha transmitido", ha valorado la diputada foral de Cultura y Deporte, Ana del Val.
Vitoria epicentro de poder europeo
Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, entró en Vitoria el 5 de enero de 1524. El entonces dueño del mundo permaneció dos meses con su corte en la capital alavesa, donde cumplió 24 años el 29 de febrero y estuvo hasta el 6 de marzo de 1524.
El Carlos que llegó a Vitoria concentraba más poder terrenal que ningún otro individuo hasta la fecha: A su condición de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico unía el gobierno sobre vastos dominios en la Europa central y del norte, así como las coronas de los reinos hispánicos, que incluían posesiones en Italia y en el Nuevo Mundo.
Madrid no fue capital fija hasta 1561, de manera que el centro del poder era itinerante, la sede se movía con el monarca y su corte.
Dos meses y una ciudad casi colapsada
Carlos V llegó el 5 de enero y se fue de Vitoria el 6 de marzo, dejando atrás una ciudad casi colapsada, cansada tras los fastos iniciales.
La aparición que hizo ante la muralla de Vitoria fue digna de un emperador, arropado por la caballería y una guardia compuesta por doscientos alabarderos.
Completaban el séquito centenares de personas de todas las condiciones y orígenes, desde altos funcionarios hasta pobres de solemnidad, pasando por nobles, sirvientes, soldadesca, diplomáticos...a los que una ciudad que rondaba en aquella época los 5.000 habitantes tuvo que dar de comer y albergar.
El personal cortesano demandaba mucha comida, en particular carne -de aves y de caza-, así como vino, especialmente blanco. También trigo y pan cocido, y cebada para los animales. Todo se encareció.
Además, no bastaban los palacios para hospedar a tanta nobleza y sirviente, de manera que en la plaza del mercado (la actual Plaza de la Virgen Blanca), tuvieron que montarse carpas.
Pero la estancia también tuvo su influencia positiva por las transformaciones que trajeron a Vitoria los aires del Renacimiento que envolvían al emperador venido de Flandes.
Un recuerdo queda hoy en día: la estatua de Carlos V está presente en el salón de plenos de las Juntas Generales de Álava, en el Palacio de la Provincia, y a su vera juran el cargo los diputados generales.