Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, entró en Vitoria el 5 de enero de 1524, es decir, que el próximo viernes se cumplen 500 años de la llegada del entonces dueño del mundo a la capital alavesa, donde permaneció dos meses con su corte.

Ramón Jiménez Fraile y Ismael García-Gómez, de la Asociación Histórica Vitoria 2013, han recuperado la memoria del V centenario de la presencia de Carlos V en Vitoria, donde el emperador cumplió 24 años el 29 de febrero y estuvo hasta el 6 de marzo de 1524.

El Carlos que llegó a Vitoria concentraba más poder terrenal que ningún otro individuo hasta la fecha: A su condición de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico unía el gobierno sobre vastos dominios en la Europa central y del norte, así como las coronas de los reinos hispánicos, que incluían posesiones en Italia y en el Nuevo Mundo.

Madrid no fue capital fija hasta 1561, de manera que el centro del poder era itinerante, la sede se movía con el monarca y su corte.

En Vitoria para vigilar la toma de Fuenterrabía

El motivo por el que Carlos V decidió desplazarse a Vitoria y permanecer en la ciudad fue seguir desde una distancia prudencial la recuperación de la fortaleza guipuzcoana de Fuenterrabía, tomada por tropas francesas de Francisco I y navarros contrarios al Habsburgo.

Los franceses abandonaron Fuenterrabía y solo quedaron los soldados navarros. Desde Vitoria, el 29 de febrero, Carlos V concedió el perdón a los navarros que habían participado en la toma de la fortaleza a cambio de que se entregaran en el plazo de dos meses, lo que efectivamente hicieron el 29 de abril.

Otro de los asuntos que ocupó al emperador fue la negociación con diplomáticos portugueses del Tratado de Vitoria, para solucionar las diferencias entre los dos países tras haber completado Elcano la primera vuelta al mundo, en la que trajo especias pasando por territorio portugués.

Representantes de las dos coronas suscribieron el 19 de febrero el Tratado, ratificado por el emperador también en Vitoria el día 27.

El tratado decía que las dos partes se abstendrían de emprender cualquier acción relacionada con el Moluco (las islas Molucas, codiciadas por sus especias), en particular el envío de flotas a la zona. El contencioso acabaría resolviéndose por la vía de las alianzas matrimoniales.

Más aventurera aún fue la tercera decisión importante tomada por Carlos V en Vitoria: preparar la entrega de la isla de Malta a los caballeros de la orden hospitalaria de San Juan.

Es conocido que Carlos V entregó la isla a la Orden de San Juan a cambio del tributo simbólico de un halcón, un pacto que fue formalizado en 1530. Esa fue la fecha de nacimiento del 'Halcón Maltés', que dio pie siglos más tarde a una célebre novela policíaca llevada al cine con Humphrey Bogart como protagonista.

Pero la historia del halcón maltés se forjó en Vitoria durante la estancia de Carlos V a principios de 1524, cuando recibió a una embajada compuesta por tres miembros de la Orden de San Juan mandatados para informar al emperador de que habían sido expulsados de Rodas por Solimán el Magnífico y pedirle que se les restituyera la isla.

Dos meses y una ciudad casi colapsada

Carlos V llegó el 5 de enero y se fue de Vitoria el 6 de marzo, dejando atrás una ciudad casi colapsada, cansada tras los fastos iniciales.

La aparición que hizo ante la muralla de Vitoria fue digna de un emperador, arropado por la caballería y una guardia compuesta por doscientos alabarderos.

Completaban el séquito centenares de personas de todas las condiciones y orígenes, desde altos funcionarios hasta pobres de solemnidad, pasando por nobles, sirvientes, soldadesca, diplomáticos...a los que una ciudad que rondaba en aquella época los 5.000 habitantes tuvo que dar de comer y albergar.

El personal cortesano demandaba mucha comida, en particular carne -de aves y de caza-, así como vino, especialmente blanco. También trigo y pan cocido, y cebada para los animales. Todo se encareció.

Además, no bastaban los palacios para hospedar a tanta nobleza y sirviente, de manera que en la plaza del mercado (la actual Plaza de la Virgen Blanca), tuvieron que montarse carpas.

Pero la estancia también tuvo su influencia positiva, como destaca Ramón Jiménez, por las transformaciones que trajeron a Vitoria los aires del Renacimiento que envolvían al emperador venido de Flandes.

Un recuerdo queda hoy en día: la estatua de Carlos V está presente en el salón de plenos de las Juntas Generales de Álava, en el Palacio de la Provincia, y a su vera juran el cargo los diputados generales.