De los bailables de los domingos en la localidad alavesa a tocar con Hertzainak en plenas fiestas de La Blanca. La vida de la Banda de Salinas de Añana, hoy Fanfarre Gesaltza, da para mucho. Tanto como para ser objeto de una investigación realizada por la clarinetista alavesa Iratxe Loma Hermosilla. “Empecé en la música igual que mis hermanos, porque mi padre tocaba allí”, recuerda con una sonrisa. De hecho, él, José Ramón Loma, tiene mucho que ver en el arranque y el desarrollo de un estudio que ha obtenido un diez en el Máster Universitario en Gestión y Emprendimiento de Proyectos Culturales de la Universidad Internacional de La Rioja.
“En casa y en el propio Salinas, siempre que había cualquier duda sobre quién tocaba qué, cuál era la danza que se bailaba este o aquel día y cosas por el estilo, la respuesta siempre era: pregúntale al aita”. Pero en marzo de 2022, el saxofonista –cuyos primeros pasos fueron con el clarinete– falleció. “¿Y ahora, todo lo que él sabía se va a perder?”. No, de eso nada. Así se lo propuso la intérprete y componente de la Banda Municipal de Música de Vitoria. Justo ahí empezó a germinar una idea que ha terminado convirtiéndose en Banda de Salinas de Añana. La importancia en la vida social y cultural de la población.
Dos etapas
“El valor histórico que tiene una formación más que centenaria es importante” resalta la autora del estudio, sobre todo, teniendo en cuenta que en el territorio “no era tan común que existieran este tipo de agrupaciones, salvo en el caso de Rioja Alavesa”, como recoge un libro del también músico, director, compositor y escritor alavés Eduardo Moreno, Más Allá de las Bandas de Música de Rioja Alavesa.
El primer registro que se ha encontrado sobre la existencia de la Banda de Salinas de Añana data de 1865
Esa excepción en Salinas de Añana, por lo menos, se vivió ya desde 1865. De ese año es el primer registro encontrado con referencia a la Banda de la localidad alavesa. En él se habla de Joaquín Herrán y Luis Ruiz de Huidobro como directores, que piden al Ayuntamiento que se haga cargo de los instrumentos. Desde entonces hasta principios de los años 60 del siglo pasado, el caminar de la agrupación no se detuvo. Pero con el desarrollo industrial del territorio, mucha gente empezó a trasladarse fuera, para vivir y trabajar en localidades como Gasteiz y Laudio, por ejemplo.
No fue hasta finales de los años 70 cuando se retomó la senda, aunque con un desarrollo algo diferente. La Banda de Salinas de Añana dio paso a la Fanfarre Gesaltza. En esa época coincidieron dos factores que hicieron esto posible. Por un lado, que Eliseo Mardones –que fue director del grupo– y José Ramón Loma, encontrándose por Vitoria, “siempre se decían que tenían que hacer algo” para recuperar el camino. Por otro, “había un cura en Salinas que para las procesiones de Semana Santa les animó a que se volvieran a juntar”. Dicho y hecho.
Entre ambas épocas hay sus diferencias, claro. Para empezar, hoy, salvo alguna excepción, ninguno de los componentes es de Salinas de Añana. La txaranga suele actuar en las procesiones de Semana Santa, la comida de la Tercera Edad, la Quema de Judas y el domingo de fiestas de Salinas, por ejemplo. Pero existen similitudes, por ejemplo en el número de componentes, que suele oscilar entre la decena y la quincena, como antaño.
Diferentes aportaciones
Entre las páginas de esta investigación son muchos y variados los detalles que se tratan, imposibles de resumir en estas pocas líneas. Hay, además, no pocas vivencias personales y musicales. Por ejemplo, las que la autora recogió del mencionado Eliseo Mardones. “No solo fue director de la Banda; es que además fue el que le enseñó a mi aita a tocar”. También recurrió al aporte y al conocimiento de otras personas como Txus Torre y Tomás Fernández de Labastida y a entidades como el Archivo Provincial de Álava.
“El valor histórico que tiene una formación más que centenaria es importante”, apunta la clarinetista Iratxe Loma Hermosilla
También está su propia experiencia, por supuesto. Aunque ni ella ni Miren Begoña Díaz de Tuesta formaron parte de la plantilla, sí fueron colaboradoras de la agrupación. De hecho, fueron las primeras mujeres en tocar en la formación, más allá de que la clarinetista no quiere pasar por alto el papel de aquellas esposas y familiares cuya labor fue imprescindible “mientras ellos iban a tocar; son mujeres sin las que la Banda no habría podido funcionar como lo hizo”.
Y está el papel de José Ramón Loma. Tras su fallecimiento, “en el ordenador del aita encontré un documento suyo que se titulaba Mi vida en la Banda de Salinas de Añana. Se me pusieron los pelos de punta. Esto tiene que ser una señal, pensé”. Ahí él recordaba cómo entró a la Banda con nueve años y cómo fue Salvador Mardones, el padre de Eliseo, quien le enseñó. Empezó con el clarinete y después se pasó al saxofón. Eran momentos de tocar en los días festivos, en las procesiones y en, por ejemplo, los bailables de los domingos.
Además, la clarinetista pidió a la vecindad de Salinas de Añana que si quería, aportase sus recuerdos. Y muchos de los recogidos, de la generación de su padre, tienen que ver precisamente con este último apartado de los bailes dominicales. “Por ejemplo, te cuentan cuando las chicas salían a bailar y se fijaban en las madres, que estaban muy pendientes del vuelo de la falda, no fuese que subiera demasiado. Y los chicos, cuando quedaban dos o tres piezas para acabar, iban a bailar con las chicas para que no se fueran con ninguno de otro pueblo”. Al fin y al cabo la música es vida, instantes que fueron y que siguen sonando.
La cultura y el medio rural
Se cierra ahora, eso sí, esta investigación tan magníficamente valorada en el máster realizado por Loma Hermosilla. “Pasar por esta experiencia me ha encendido la chispa de trabajar en la cultura y el mundo rural”, apunta. De hecho, varias ideas rondan su cabeza “y ya estoy tocando algunas puertas”. Es que, como ella misma reconoce sonriendo, “soy una persona muy inquieta”.
También lo es Salinas de Añana. “Es un pueblo con mucha cultura, con muchas tradiciones y nuevas apuestas”. Un lugar, su localidad natal, al que ha dedicado un trabajo intenso y necesario. “Creo que nunca he metido tantas horas en hacer algo”. El resultado sirve, entre otras cosas, para que la memoria de los que ya no están, permanezca.