Luis Landero (25 de marzo de 1948, Alburquerque) regresa a las librerías con La última función, una historia tierna repleta de personajes inolvidables en la que una obra de teatro tiene la capacidad de transformarnos.
Lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a emocionarnos con una historia apasionante, con personajes que provocan ternura y que se convierten en “actores de la vida”. ¿Alguna vez soñó usted con ser actor?
Me hubiera gustado. En mi adolescencia, entre otros muchos sueños, tenía el de ser actor. Mis maestros eran John Wayne, Humphrey Bogart...
"En mi adolescencia, entre otros muchos sueños, tenía el de ser actor"
Buenos maestros.
Los mejores. El mundo del cine fue muy importante para mi generación. No digo que para la de ahora no lo sea, que también, pero para nosotros todo aquello era nuevo. El cine fue muy importante, y luego fui profesor en la Escuela de Arte Dramático durante dieciocho años. Pero no, yo ya tenía claro que ser actor era una cosa que me daba miedo. Me daba pánico salir a un escenario, de manera que es como un sueño de adolescencia. Y sin embargo tengo la convicción de que sería un buen actor (risas).
De eso no cabe duda. De todos modos, miedo escénico sí, pero ¿a la hoja en blanco lo ha sentido alguna vez?
También. Sobre todo cuando no tienes en marcha un proyecto. Cuando tienes en marcha un proyecto sabes adónde agarrarte, sabes por dónde vas, tienes algo para seguir. Pero bueno, normalmente siempre hay alguna cosa que hacer o enredar o escribir.
Ahora nos presenta La última función, que la podríamos describir tanto como una oda al amor, como una oda al teatro. ¿Se ha imaginado su vida alguna vez sin una de esas dos vertientes?
No. Bueno, quien dice teatro dice ficción. Para mí la ficción es muy importante. De hecho, he vivido más en la ficción que en la realidad, porque a veces he sentido más cercanos a los personajes de las novelas -no de las mías, sino de las que leía- que a las personas de la vida real. A veces me gusta más soñar la vida que vivirla. No me imagino la vida sin ficción, y creo que casi nadie, porque aunque no leas tienes sueños, aspiraciones, quimeras, fantasías que te rondan... El hombre es un animal que imagina mucho y sueña, y el amor también es fundamental. Pero es una oda al amor hasta cierto punto.
También hay cierto desamor.
Es inevitable. Porque los amores a veces son efímeros, y a veces terminan mal. Tiene tantas caras el amor... pero es fundamental. El amor también es ficción.
¿Se ha imaginado a Fonseca y el grupo de jubilados que nos presenta en su nueva novela como compañeros de correrías?
De correrías a estas alturas ya no (risas).
¿En sus tiempos mozos?
Sí, ¿por qué no? Yo hay personajes de mis novelas que me hubiese gustado conocer en la vida real, y en este caso me hubiera gustado conocer a Paula y tener la edad de Paula y quitársela a Tito. Me encariño con mis personajes.
A lo largo de esta historia también tenemos elementos para la reflexión que siguen dejando su poso una vez terminada la lectura. Nos habla de los niños prodigio. ¿Siente que debemos perseguir nuestros sueños o aspiraciones contra viento y marea?
Yo se lo decía a mis alumnos, que si tenían un sueño que lo intentaran. A mí cuando alguien me decía que quería escribir y me pedía un consejo, yo siempre le decía: “Prueba a no escribir. Si ves que puedes vivir sin escribir no te metas en líos, pero si ves que no puedes vivir sin escribir, aliméntate bien, porque el camino es largo y persevera en tu afán”. Sobre todo cuando son sueños reales y factibles, que sabes que es una aspiración alimentada por hechos reales hay que intentarlo, porque no hay nada peor que no haberlo intentado.
"Si ves que no puedes vivir sin escribir, aliméntate bien, porque el camino es largo y persevera en tu afán"
Y arrepentirse.
Sí, y hacerte mayor y ver que no has luchado por tus sueños. Entonces viene el arrepentimiento. Hay que intentarlo y perseguir los sueños.
Cada vez vemos también más sueños cumplidos y por cumplir en el escaparate que son las redes sociales. ¿Alguna vez se ha planteado abrirse un perfil?
Bueno, yo estoy en Twitter y en Facebook, pero no con mi nombre. Además, estoy solamente de voyeur, no participo. Tengo un nombre falso, y soy muy curioso. Me da hasta cierto morbo, el meterme sobre todo en Twitter y ver qué se cuece.
Ver qué es tendencia.
Sí. Pero, claro, hay un peligro, y es que hay gente que se informa por Twitter y no lee periódicos. Pero incluso estudiantes de Periodismo que no leen periódicos y se informan por redes sociales, y una de las fuentes de información es Twitter. Y claro, informarse por Twitter es muy peligroso, no solo por las falsas noticias sino porque son tendenciosas.
Hablaba de las nuevas generaciones... En esta obra ha demostrado que el teatro puede mover montañas. ¿Cómo podemos acercarles el teatro?
Creo que es bastante fácil. Es cuestión de que institutos y escuelas lleven a los niños al teatro. Se hace camino al andar, y la mejor manera es llevarlos al teatro, que eso bien poco cuesta. Con niños incluso montar pequeñas obras de teatro que luego se pueden representar al final del curso. Con buena voluntad se puede hacer y se hace en muchos sitios, de manera que el teatro sea algo familiar para ellos también. O animarlos a escribir, no para que sean escritores, sino porque es un ejercicio estupendo y muy útil. Yo a mis alumnos les exigía escribir hora-hora y media a la semana, que no es mucho, sobre todo para que supieran que al escribir consiguen reconciliarse con la lentitud, porque vivimos muy a prisa. Desde la lentitud, la soledad, el recogimiento, aparecen cualidades nuestras que estaban adormecidas.
Ahora, ¿qué le pide al futuro?
Salud para mí y los míos. Con eso está bien. Hay tantas cosas que pedir...