Tres mujeres de generaciones diferentes. La baraja les une. Son naiperas que trabajaron en Heraclio Fournier. Ahora se ponen frente a la cámara. Son las protagonistas del cortometraje documental De chica en la máquina, que la creadora gasteiztarra Zuriñe López de Sabando Sainz está rodando estos días en diferentes puntos del territorio. “Con sus voces hacemos un recorrido por el pasado y por el presente, uno en el que supongo que muchas mujeres se sentirán identificadas porque aunque partamos de historias personales, son también compartidas”, apunta la realizadora y guionista.
Está previsto que la grabación de la propuesta producida por Huts Laborategia concluya este fin de semana. Detrás, queda un largo camino recorrido por López de Sabando Sainz, ya que es la historia de su propia familia una de las chispas y de las claves de la idea. “Hay un componente personal y emocional que está siendo duro”, admite en un pequeño descanso del rodaje en el Museo Fournier de Naipes de Álava (Bibat). No en vano, su madre, Mari Carmen Sainz es una de esas tres naiperas.
La primera entró en la empresa en el 59. La segunda en el 68. La tercera en el 76. “Sus visiones son diferentes y eso nos da una lectura amplia” que va más allá del caso concreto de la firma de cartas, que habla de la mujer, de la industrialización de Vitoria a partir de la década de los años 50, de la transformación del territorio alavés por la migración de mucha gente de los pueblos de alrededor de la capital alavesa a la ciudad, de la evolución laboral y social. También en el cortometraje “se van a vislumbrar ciertas conclusiones sobre la mujer y el mundo del trabajo hoy”, un presente que igual no ha cambiado tanto como algunos dicen.
Desde el barrio de San Cristóbal
El documental arranca con la noticia del nombramiento de la Plaza de las Naiperas. De hecho, el barrio de San Cristóbal tiene su papel en este relato, igual que lugares de la capital alavesa como el Parral, la calle Cuchillería o el mencionado Bibat. Pero también se está rodando en Peñacerrada, lugar de procedencia de la familia de la directora. “De allí se vino mi madre siendo una adolescente, como les pasó a tantas otras, para trabajar en la industria. También me interesa mostrar ese cambio del pueblo a la ciudad”.
De todas formas, en el resultado final, el público no se encontrará con un documental de entrevistas al uso. Tras un importante trabajo de búsqueda, recuperación, selección y restauración de archivos, estos se mezclarán de forma orgánica con las imágenes del presente a lo largo de todo el cortometraje. Para ello se cuenta con la colaboración de Haz Laboratorio Para el Movimiento Visual.
Además se ha buceado en los fondos del Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz Pilar Aróstegui, el Archivo Histórico Provincial de Álava, el Bibat, la Fundación Sancho el Sabio y la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa. El proyecto cuenta además con el permiso de la familia Alfaro Fournier para utilizar fragmentos de El color auténtico, película en 8MM que ilustra los usos y costumbres de Vitoria entre los años 50 y 70. “Nos hemos encontrado con mucha gente muy dispuesta a ayudar”, afirma la realizadora.
Con todo, ese uso de imágenes pasadas y presentes no es el único elemento distintivo de la narración. También juega un papel importante una baraja creada de manera específica por el artista Juan Arrosagaray, cartas donde mujer e industria se relacionan bajo la mirada creativa. A ello hay que sumar que se usa la canción La Paloma del alavés Sebastián Iradier, interpretada para la ocasión por la voz de Itziar Yagüe acompañada por Fran Serrano al contrabajo y Paul San Martín al piano. En este sentido, se juega con esta misma composición pero en la versión No more, que hizo famosa Elvis Presley que aquí se usa a través de la participación de Iñaki Pérez Gavela.