Desde el pasado lunes y hasta mañana, el bailarín y coreógrafo Jeremy Wade se encuentra de nuevo en la capital alavesa ofreciendo un taller formativo a intérpretes llegados de muy diferentes partes. Gracias al programa danzÁlava, el artista está pudiendo compartir sus enseñanzas desde Artium, museo que, además, hoy a las ocho de la tarde abre sus puertas también al público en general, que podrá ver pero también conversar con Wade. En concreto, se ofrecerá a los presentes, con la participación del pianista y compositor Quentin Tolimieri la performance Lost at Sea with Puddles and Sunny.

Es la tercera vez que acude a la llamada de danzÁlava, tanto para compartir sus enseñanzas como, el año pasado, para actuar. ¿Qué le atrae de la propuesta que comandan Zuriñe Benavente e Ignacio Monterrubio?

–He hecho muchas cosas, he enseñado y he actuado. Enseñar es un aspecto esencial del trabajo. La práctica parte del cuerpo y trabajo en la relación entre lo emocional y el aspecto físico del cuerpo. En realidad, disfruto enseñando en torno a la improvisación y la creación. Es un camino fácil de profundizar en la experiencia con la gente. Es importante enseñar y comunicarte durante los talleres. Me resulta interesante trabajar en el contexto que generan Zuriñe e Ignacio y cuando me invitan, noto un gran aprecio por su parte.

Es un creador que trabaja con y desde el cuerpo. ¿Tiene límites para la danza como herramienta de trabajo?

–Me gusta llevar mi práctica a ese lugar en el que jugar con mis límites y características. Es un lugar muy personal, emocional. Estás entre el control y el hecho de rendirte. El capitalismo siempre busca ese cuerpo con gracia y sin límite y a mí me gusta trabajar desde la vulnerabilidad del cuerpo.

Pero cada persona que asiste a este taller o a otros cursos de los que imparte, tiene un cuerpo diferente. ¿Cómo enseñar desde esa diferencia?

–El taller consiste en encontrar la danza que tú puedes bailar cuando bailas esa danza. No es una cuestión de aprender lo que yo hago, lo que yo bailo o aprender lo que yo desarrollo. Hay muchas herramientas que podemos compartir. Hablamos de la relación con el público, del trabajo con las emociones y los impulsos, y ponemos muchos ejemplos sobre movimientos posibles. La parte más bonita de estos talleres es encontrar esa sensación de comunidad que va más allá de las normas sociales establecidas. Miramos a esos momentos de vulnerabilidad, de prueba. Cuando pasan cosas fuera de la normalidad social, es interesante ver la fragilidad de cada persona, para trabajar a partir de ahí.

Existen hoy, por ejemplo en España, debates también políticos y sociales sobre los géneros, algunos muy intensos

–La danza siempre ha incorporado a los diferentes cuerpos. Pero no hay una historia de la danza de la gente trans, por ejemplo. La danza es un buen camino para mirar cómo todo cuerpo puede expresarse. Claro, hablar de la danza en general es complicado. Hay millones de culturas. Pero yo sí tengo claro que en mi trayectoria siempre he trabajado con la cuestión del género. Es lo que puedo aportar. Una de las primeras experiencias que tuve como niño es que mi padre siempre fue muy cariñoso y me aceptó. Me refiero a que era un chico femenino, por decirlo así. Y eso estaba bien cuando estaba en mi casa. No había problema. Pero cuando me llevaba a practicar béisbol, yo le veía cuando a mí se me acercaba una pelota. Estamos en una sociedad conservadora con valores tradicionales y ser alguien que se sale de la norma es complicado. Noto que en la sociedad en general las conversaciones están cambiando. Por ejemplo, hoy hay más ejemplos de cuerpos diferentes en los medios de comunicación que cuando yo era niño.

Más allá del taller formativo que está desarrollando estos días en la capital alavesa, hoy a las 20.00 horas también se va a realizar un encuentro con el público en general, una muestra de su trabajo que se va a poder compartir en Artium. ¿Qué va a compartir la gente que acuda?

–Es una propuesta que nace de la evolución de mi trabajo Desde el principio, la parte emocional ha estado muy presente en lo que hago, pero el encuentro con el clown me ha llevado también a crear personajes más grotescos. Como clown puedes decir cosas que de otra manera no es posible. En 2019 empecé a realizar una performance con dos partes, es casi más un concierto y un cabaret. Hay un pelícano que está cubierto de petróleo después de un vertido y es rescatado por un barco, un crucero. Tocamos todo canciones originales. Es un trabajo muy físico que creo que me ha servido también para encontrar mi voz. Además cuento con Quentin al piano, que es un maravilloso artista. Es un placer trabajar con él. Aquí vamos a poder compartir un ejemplo de ese trabajo. Ya te digo que es casi un concierto, un concierto performativo por así decirlo.