Es, sin duda, uno de los grandes nombres de la cuadragésimo sexta edición del Festival de Jazz de Gasteiz. Hace mucho tiempo que Sílvia Pérez Cruz debería haber pisado el escenario de Mendizorroza. También otros de la capital alavesa. La espera ha sido muy larga. Pero por lo menos este próximo día 8, los espectadores se podrán sacar la particular espinita.

Será en el polideportivo, en una jornada de clausura del certamen que abrirá, con su quinteto, Ariel Brínguez. Ojalá alguien haya tenido ya la buena idea de tentar a ambos con una posible colaboración. Hace demasiado tiempo que en el festival no se producen regalos de este tipo. Con todo, será un día especial, sin duda, sobre unas tablas a las que la cantante llega dentro de la gira de su último disco, Toda la vida, un día, que vio la luz el pasado mes de abril.

La cantante y compositora da un paso más con este trabajo en una trayectoria que lejos de las modas ha llevado a la artista a un lugar de privilegio en la escena. Su nueva referencia se compone de 21 canciones ordenadas en cinco movimientos, en los que la creadora catalana regala 69 minutos de música, que bebe de infinidad de fuentes y fluye inclasificable, bordeando muchos estilos y acogiendo todo tipo de sonoridades.

“Quizás sea un disco largo –reconoce la autora–, pero es que estoy en un momento fértil, de mucha creatividad, y me encanta pensar que, si podemos mirar una serie y no hay problema, ¿por qué no hacer un viaje de una hora y poco y dejarte llevar?”. “Si quieres escuchar sólo una canción no hay problema, porque las he cuidado una a una para que tengan vida propia”.

Etapas vitales

El disco empieza con una primera parte dedicada a la infancia, con cuatro canciones confortables; sigue con una segunda inspirada en la juventud, que se aleja del terreno seguro de la niñez para experimentar sonidos más angulares; después una tercera más íntima, que abarca de los cuarenta a los sesenta años de edad; una cuarta con más peso, más lentitud y referencias a la muerte; y una quinta que es un renacer, más viva y rítmica.

Pérez Cruz acaba de entrar en el tercer movimiento del disco, el de los cuarenta años, una edad que es “un cambio fuerte, una nueva etapa y, aunque algunos te advierten de que va a ser difícil, yo me siento bien, con energía y cierta serenidad”.

Profesionalmente se percibe “muy viva” y ha querido dejar “lo mejor y lo peor” de ella misma en este disco complejo, que “transforma todos los procesos vitales en canciones” y en el que, no habla solo de sí misma, sino que se deja acompañar de muchas otras voces.

Un canto colectivo

En total, noventa personas participan en el disco, entre ellas un coro de treinta cantantes, todos ellos músicos de prestigio. Liliana Herrero, Juan Quintero, Pedro Rossi, Natalia Lafourcade, Salvador Sobral, Pepe Habichuela, Carmen Linares, Carles Benavent, Diego Carrasco, Roly Berrío, Rita Payés y un coro italiano cantan en diferentes temas, convirtiendo el disco en “un canto colectivo, que crea una comunidad a partir de todas las soledades unidas”.

Soledades de todas las edades, porque desde Liana Herrero, de 74 años, a Rita Payés, de 23, todos los momentos de la vida tienen cabida en esta “reivindicación de la belleza de todas las etapas de la vida”. “La sociedad tiende a fijarse más en los principios de los artistas que en su evolución posterior y nos estamos perdiendo la luz y la oscuridad de muchos creadores que tienen mucho que contar”, afirma la artista de Palafrugell.

De hecho, la colaboración que más peso tiene en el disco es la de la más veterana, la argentina Liliana Herrero, una mujer que la artista admira, como cantante y como persona, y que le dio la clave para enfocar este disco en una conversación que tuvieron durante la grabación de la composición que da nombre al álbum.

Este tema con Herrero y los que tiene con Juan Quintero se grabaron en Argentina, el de Natalia Lafourcade en México, el de Roly Berrío en Cuba y el resto, en España. “Viajar me inspira, me nutre y me representa. La música que hago nace de los países donde he grabado este disco”.

Muestra de ello es que el tema que interpreta con Herrero tiene algo de zamba o que el que canta con Lafourcade se acerca al bolero. “Hay que tener las raíces fuertes, pero, a la vez, hay que ser valiente y seguir buscando por las estrellas, y perderse”, apunta la creadora.