Fue en julio de 2017. De la mano de Mayumaná, Grison actuó por primera vez en la capital alavesa como parte del reparto del espectáculo Rumba! “Pero ha sido la única vez que he estado allí ante el público y, claro, era algo diferente a lo que hago en mi proyecto”. Así que este 18 de marzo, toca que Marcos Martínez y Gasteiz vuelvan a verse las caras. La cita será en la sala Kubik, que se llenará de música, de los sonidos que él consigue crear con su boca, y de muchas carcajadas. Todavía quedan algunas entradas disponibles.

¿Qué se va a encontrar el público en esa cita del 18 de marzo? 

Es un show que, digamos, llevo perfeccionando diez años ya. Quien quiera comedia, la va a encontrar. Quien quiera música, lo mismo. Se dan las dos cosas a partes iguales. De beatbox hago versiones de canciones de todos los tiempos, ya sean de hip hop, música urbana, rock o lo que toque. Para ello, ahí estará la guitarra y el loop station, que es un aparato que graba y repite.

No digo que se esté forrando en ‘La Resistencia’... 

No lo digas, no (risas).

... pero con la de trabajo que ya tiene con el programa de televisión, ¿por qué girar con esta propuesta justo los días que tiene libre? 

Es que hay que pagar la hipoteca, que todavía estamos con eso (risas).

De todas formas, no es esta una propuesta habitual. ¿Cómo suele reaccionar la gente? 

Fenomenal. Ten en cuenta que el show es muy participativo. Improviso un montón con quienes vienen a verme. Saco al personal al escenario... ya sabes. Y la gente, la verdad, va a tope. Tiene ganas de estar y generar un espectáculo que se hace entre todos. De hecho, hace nada he estado en Ferrol, en un teatro lleno, y la gente estaba muy contenta. Llevo cuatro o cinco meses, que me está funcionando todo muy bien.

Ahora que menciona lo del teatro, en Vitoria actúa en una sala de conciertos. ¿El lugar modifica la propuesta? 

Cuando es con gente sentada, me suelo extender un poco más en el tema de la comedia y de hablar con la gente. Cuando el público está de pie, tienes que ir más al modelo de un concierto. Eso me desgasta algo más porque hay que hacerlo todo más trallero y rápido. Funciona igual de bien en los dos formatos, aunque sí te diría que prefiero una sala con la gente de pie porque la actuación es más batallera y me gusta eso.

A determinadas generaciones, cuando alguien les habla del beatbox lo primero que les viene a la mente es ‘Loca Academia de Policía’ y aquellos ruidos que hacía el actor Michael Winslow. 

De hecho, a mí toda esta historia me viene un poco por ahí. Bueno, básicamente de ver la tele, de lo que hacía Winslow o de lo que propone gente como Rahzel, que es un tipo que salía en su momento en la MTV. A partir de ahí, me empezó a gustar mucho este mundo de utilizar la voz de manera diferente, no solo cantando. Tuve un accidente esquiando que me dejó sin poder tocar la guitarra un año y me líe a profundizar en este tema. Ahí encontré un nicho de mercado.

¿Hay que ensayar mucho? 

Necesitas echarle horas, sí. No te voy a mentir, esto no es cuestión de tener un talento innato, es práctica y horas, muchísimas horas. Lo bueno es que como no necesitas montar un gran instrumento, en un viaje Madrid-Cádiz, en vez de poner la radio, le pegas unas horitas (risas).

¿Y la parte de humor, esta también hay que prepararla mucho? 

Es una parte más innata, por lo menos en mi caso. Mi padre siempre ha sido cachondo y yo de toda la vida he tenido mucha cultura de bar (risas). Yo es que no tenía la Play en casa y aprovechaba para salir con los amigos. Me gusta el aire libre. Esta cultura, el canalleo y la rapidez mental que te da el bar es lo que luego funciona en el espectáculo. La mayoría de las bromas son espontáneas. Sí, hay un esquema hecho, un tipo de broma que sabes que funciona, como los chistes de drogas o de fachas. Pero a partir de ahí, casi todo es resultado de la improvisación. Cuando me preparo los chistes, no son ni un cuarto de graciosos que cuando me salen de manera espontánea. Además, la gente también valora mucho eso, el tema de la improvisación mental. Hombre, en este sentido, el programa es como un gimnasio porque es estar atento todos los días durante 90 minutos para buscar el chiste a lo que se está hablando.

Es indudable que el éxito de ‘La Resistencia’ facilitará la promoción de esta otra propuesta, pero no sé si tiene también algún efecto negativo. 

Casi todo son ventajas. Es un escaparate para ofrecerme. De ahí, me ha salido mucho trabajo. Con esto de la tele, la gente te compra más, te respeta también más...

Pero seguro que hay gente que le está venga a preguntar que cuánto dinero tiene en la cuenta o cuántas relaciones sexuales ha tenido en el último mes... 

Sí, sí. Es verdad que el programa genera un tipo de público que, a veces, es un poco forofero. Pero bueno, como pasa en todos los lados, siempre hay gente más inteligente y otra... (risas).

¿Rockero? 

Sí, sí, vengo de ahí, de Led Zeppelin, Black Sabbath, Deep Purple, Whitesnake... En el show, me hago dos o tres temas con la guitarra, aunque viajar con ella en avión es un poco rollo. De todas formas, todo lo que sea música bien hecha, bienvenida sea. Si la música está realizada con amor y calidad, me gusta cualquier género.

Trabajar con una loop station puede ser una ayuda para muchas cosas, pero como algo se desconecte o en un momento se vaya la luz... 

Son cosas que pasan. Además, todo el rato. Pero ahí está también que tú sepas jugar, que le eches cachondeo a la situación. Así, la gente se ríe contigo y es benevolente.

¿Le lleva mucho tiempo montar todo el aparataje? 

En media hora está hecho. Me da tiempo hasta para tomar un café (risas). De hecho, esto lo hice básicamente para eso. Antes estaba en un grupo en el que éramos nueve personas y unas veces alguien trabajaba, otras alguien había quedado con la novia... Aquí somos el cacharro y yo, y él ni cobra ni se queja, así que...

Seguro que alguno piensa, sobre todo a raíz del programa de televisión, que usted tiene que ser supergracioso y estar haciendo música 24 horas al día. 

Sí. Es un poco el hándicap, que hay quien se piensa que como tú te metes en su casa diariamente, adquieres una confianza más allá de la pantalla. Para algunas cosas puede estar muy bien, como cuando vas a un restaurante y te dan mesa antes que a nadie. Pero es verdad que hay gente que no entiende que esto es un papel, que es un personaje, y hay veces que estás comiendo fuera con los niños y te viene alguien a decirte que le cuentes chistes. Lo importante es saber poner límites. Igual me pasa con el tema de las drogas, que hay quien se piensa que por hacer chistes sobre ellas soy un consumidor nato de todo tipo de sustancias. Pero bueno, hay que saber separar la realidad de la ficción. Y la mayoría de la gente lo entiende.