La Berlinale se abandonó ayer a la magia asiática a través de Suzume, una película de Makoto Shinkai en que conviven la mitología japonesa y el imperio de lo digital, representante del cine de animación en lucha por los Osos del festival junto con la china Art College 1994.

Era la primera vez en dos décadas largas en que Japón estaba en la competición oficial del festival con una película de animación, tras el Spirited Away de Hayao Miyazaki que ganó el Oro en 2002, un máximo premio ex aequo con Bloody Sunday.

“El cine de animación permite trasladar a un amplio público, adulto o niños, filmes que a unos les remite a los más traumáticos terremotos sufridos por mi país y a otros a la aventura o el sueño romántico”, explicó Shinkai, considerado el heredero de los maestros japoneses de este género.

El título Suzume remite al nombre de una muchacha de 17 años, que un día camino a la escuela en su bicicleta se topa con el enigmático Souta, un joven rastreador de puertas misteriosas entre ruinas dejadas por seísmos devastadores, tras las cuales se esconde el monstruoso generador del siguiente terremoto. El joven es el cerrajero depositario de una llave capaz de contener al enorme gusano. Pero un gatito aparentemente inofensivo lo deja convertido en la silla infantil de tres patas, recuerdo para Suzume de su madre, muerta siendo una niña.

Arranca ahí la mágica aventura de iniciación de la muchacha y su chico-silla, a través del Japón sacudido por sucesivos seísmos, más el traumático tsunami. El altamente tecnificado Japón actual, sus modernos sistemas de alarma, teléfonos inteligentes y GPS pueden paliar sus efectos, pero solo una adecuada interpretación de los mitos le preservará de la destrucción.