De una punta a otra del mapa con la palabra diversidad como hilo conductor. Un viaje sin moverse de manera física que busca conocer y poner en valor las diferentes lenguas, sobre todo las llamadas minorizadas, marcando, por así decirlo, sus letras sobre la tierra. Sobre estas bases se asienta la instalación que Zaloa Ipiña Bidaurrazaga presenta hasta el próximo 14 de enero de 2023 en Zas Kultur. Hoy, a partir de las 19.30 horas, se producirá la inauguración de Mingainatu, un acto abierto a toda aquella persona que quiera adentrarse en un proyecto que, eso sí, no está cerrado.

“Cada vez que recibo un email contestando a mi petición, salto de alegría”, confiesa la creadora vizcaína. Ese momento significa sumar una nueva entrada a la lista de ya cien lenguas que ha conseguido conformar. A expertos, entidades públicas y privadas, asociaciones y toda aquel que pueda ayudar, les hace la misma petición: cómo se escribe en su idioma la palabra diversidad. “Soy consciente de que es un concepto muy amplio que no siempre tiene una forma de expresarse exacta” describe Ipiña. Tal vez por eso está encontrando más complicaciones con lenguas africanas o chinas, por ejemplo.

A partir de tierra

Con las respuestas que sí se han obtenido, la artista ha creado un gran mapa del mundo realizado en tierra sobre la que, a través del uso de pigmentos, escribe cada palabra en su zona de procedencia. No es, eso sí, un atlas oficial, escapando, como se quiere hacer con las lenguas, de lo mayoritario y lo establecido como superior.

La instalación se completa con un trabajo fotográfico que toma como referencia la misma pieza central, y con una serie de piezas de piel reciclada con las que la artista se inventa mapas para crear nuevos caminos en este mundo.

Como explican desde Zas, con la exposición se pretende “ayudar en el fin de la jerarquización entre lenguas, de la dicotomía existente entre superioridad e inferioridad lingüísticas y de las consiguientes ideologías expansionistas y dominadoras que se generan. Todo ello a través del reconocimiento social de la igualdad y la dignidad de todas las lenguas y grupos lingüísticos”. Es lo que se busca en una propuesta que tiene como referencia el planteamiento teórico del conocido como ecolingüismo.

El proceso hasta llegar aquí no está cerrado, pero sí le sirve a la creadora para “apelar a la ética lingüística entre los individuos de una sociedad y plantear las variables posibles entre conservar y cultivar. Conservar, en el caso lingüístico, supone salvar a un idioma en clave de patrimonio, pero también de folclorización. Cultivar, por su parte, permite un desarrollo variable, una evolución y una coevolución de la diversidad lingüísticas”.

Así se busca expresar en una propuesta que se abre hoy en el espacio de la plaza San Antón y que ha sido posible gracias al apoyo de la Fundación Juan Celaya Letamendi Fundazioa y al comisariado de Gorka Basterretxea.