- Fue junto a Empty Files el 15 de noviembre de 2019. El proyecto de Sega Sound Killers se estrenaba en tierras alavesas. Rock y electrónica con una puesta en escena muy especial. Luego vino lo ya sabido. Este miércoles, junto a los mismos compañeros, el Urban abre sus puertas para recibir a la banda en el estreno de su nuevo disco, Dolu, un trabajo construido desde el duelo por una escena underground que está en proceso de desaparición.
Otoño de 2019, se publica su primer EP, empieza una gira de presentación del disco y del proyecto que tenía muy buena pinta y, de repente, todo se para.
-De hecho, el último bolo que dimos fue aquí, en Gasteiz, con Zea Mays. Mediados de febrero de 2020 si no recuerdo mal.
¿Sensación de muchas cosas perdidas?
-No, igual esa sensación no. Ha sido como un kitkat gigante, de cinco kilómetros de largo. ¿Cosas perdidas? Lo que no ha pasado, no ha sucedido y ya está. Tampoco somos personas que están todo el rato dándole vueltas a lo que pudo haber sido y no fue. Más bien lo que hemos hecho es decir: vale, esta es la situación que hay, ¿qué vamos a hacer de cara a futuro? Creo que como todo el mundo tuvimos cierto periodo de transición, pero en cuanto nos pudimos volver a juntar, rápido retomamos el camino. De hecho, una parte de este disco, musicalmente ya estaba esbozado antes de la pandemia y lo retomamos. No teníamos presión porque al final somos nosotros los que hacemos y decidimos. Fue cuestión de tener paciencia. Los cuatro llevamos mucho tiempo en la música y sabemos que debes tener paciencia para dar ciertos pasos y que muchas veces las prisas no son buenas consejeras. Por ejemplo, nosotros en todo 2021 dimos un concierto. Pero fue un año en el que hubo bandas que quisieron sacar material nuevo porque sentían esa premura.
El problema con Sega Sound Killers es que la suya es una propuesta que necesita tener tiempo para ser masticada, para entender su poso y no lo han tenido.
-El mayor problema fue que cuando dimos el bolo aquí con Zea Mays estábamos en un momento muy interesante, con el directo muy rodado y muy preparado. Pero qué le vas a hacer.
Ahora tienen nuevo disco. ¿Qué les tiene que dar 'Dolu' después de este tiempo y de su primera tarjeta de presentación?
-El primer EP eran cinco canciones más cortas, de corte muy, muy electrónico. Y aquí se muestra un poco más la cara real de la banda. Todos venimos del mundo del rock en sus diferentes vertientes y a todos nos ha gustado siempre la electrónica. Ahora se ve más la hibridación, por decirlo así, o la mezcla de los dos conceptos musicales. Este disco nos da la oportunidad de presentarnos de una manera más real, es decir, somos un grupo de rock que hace electrónica. Nuestra base sigue siendo el rock, están las guitarras y los ritmos machacones, pero siempre vas a tener esa base electrónica de por medio. El primer EP fue como el aperitivo de lo que iba a venir y este disco es como el primer plato, el principal y el postre.
Son doce canciones, cada una independiente pero al mismo tiempo con un hilo conductor.
-Sí que vemos una coherencia en el disco, en el ir de una zona más oscura, de ese momento en el que todo es más doloroso y más visceral porque es el duelo, a la zona de la luz. Es verdad que cada canción es su propio mundo pero también que hay un concepto general.
Es un duelo que es por la escena underground. Pero ¿puede ser también por otra cosa o por personas?
-Esto es como siempre, y en la música lo tenemos muy comprobado: la interpretación que cada uno hace de las canciones es muy diferente. En nuestro caso, como dices, sí es un duelo por toda esa escena underground en la que todos nosotros empezamos, de esos gaztetxes, de esos locales pequeños de los pueblos que te daban oportunidades cuando eras un crío y estabas empezando, de todo eso que vemos que está desapareciendo. Y lo está haciendo en algunos casos para no volver y en otros para transformarse en alguna otra historia. Es parte de nosotros, esa escena es parte de nuestra vida, por ella hacemos lo que hacemos. Creemos que es necesario reivindicar todo eso.
¿Por qué desaparece?
-Por la falta de medios, porque los tiempos cambian, porque las generaciones que están viniendo quizá tienen otras prioridades. No quiero que se me malinterprete, pero creo que la cultura del esfuerzo es algo que se nos ha olvidado un poco por la inmediatez que está presente. Lo quiero todo ya. Han desaparecido espacios porque hay gente que no está dispuesta a trabajar por el amor a la música. Ahora se busca algo más inmediato que o me da pasta o no se hace.
Pero el disco termina en la luz.
-Nunca hay que perder la esperanza. Hay grupos, sigue habiendo géneros que se trabajan mucho, aunque sean diferentes a los de otros momentos, como pasa ahora con la música urbana, sigue habiendo escena y demás. Pero se está transformando. Se convertirá en otra cosa. ¿En qué? No lo sé.
2022, ¿tocar, tocar y tocar todo lo que se pueda?
-E incluso más (risas). Están saliendo cosas, van a ir saliendo más y estamos con muchas ganas.
Eso sí, es un álbum con muchas colaboraciones. ¿Cómo se amolda eso al directo?
-Los colaboradores siempre van con nosotros en los conciertos. Y hasta ahí puedo leer (risas).
¿Cómo están viviendo estos primeros conciertos, volver a la carretera, a compartir furgoneta y estas cosas?
-El primer bolo, en el Dabadaba, fue muy especial para nosotros porque llevábamos mucho tiempo preparando todo y vino un montón de gente y, bueno, montamos un fiestón. Fue una manera de decir: todo este periplo por el desierto ya ha terminado, ahora es cuando empieza la carretera, los conciertos y todo. Da igual que creas que has hecho un buen disco. Hasta que no te plantas delante de un público, tocas y ves que la gente está bailando y se lo está pasando bien, no te sientes bien del todo. Después de estos dos años sabemos que nos toca volver a sembrar. Pues venga. Encantados.