- En cuatro años, Rufus T. Firefly ha pasado de tocar en bares a actuar en salas como Jimmy Jazz, donde presentarán hoy su séptimo disco, El largo mañana. Un salto en cuanto a aforos que bien ilustra el crecimiento experimentado por el grupo, siempre con el rock como telón de fondo. Antes de la cita en Vitoria, su batería, Julia Martín-Maestro, desgrana el presente de la banda.

Parafraseando el título de su último trabajo, ¿cómo es ‘El largo mañana’ que se vislumbra con el séptimo disco de Rufus T. Firefly?

-El disco se centra en la aceptación como tema principal, pero también abarca otros temas que hablan de uno mismo, de la reflexión... También creo que nos ha apetecido componer y hablar sobre este tema porque veníamos de una etapa agresiva, muy rockera, con temas que subían y bajaban todo el rato, muchísimos cambios... Y en este disco se nota mucho esa aceptación y tranquilidad. Sigue habiendo psicodelia, pero es mucho más loopera, introduciéndote y dejándote llevar. Ha habido un cambio a nivel de musical, pero la idea sigue siendo la misma.

¿Cuál es esa idea?

-La esencia y la forma de componer que hemos tenido siempre sigue siendo la misma. Es verdad que lo hacemos porque somos así de cafres, aunque también nos encanta evolucionar y aprender cosas nuevas. Cuando terminamos el disco de Magnolia, compusimos Loto que es una continuación y nos resultaba raro hacer un disco muy parecido al anterior y queríamos un cambio: hemos introducido percusiones, congas... todo relacionado con el tema que va el disco y también a nivel musical, que es el rollo del soul y r&b. Eso ha cambiado pero la esencia sigue siendo la misma.

Si en los discos de ‘Magnolia’ y ‘Loto’ la naturaleza era uno de los hilos del mensaje, ¿en ‘El largo mañana’ se ha colado la realidad y el día a día?

-Puede que sí que haya mucho de eso, pero ya lo había en Loto, donde hay una canción que habla del día a día. En este disco está eso pero de otra forma. Magnolia y Loto son sensaciones y El largo mañana habla más de momentos que a lo mejor te has imaginado en tu vida que ibas a tener en un futuro, cosas que esperabas o expectativas, y que se han convertido en otra cosa que igualmente es increíble. Este disco habla mucho del mundo cotidiano, de tu vida, del amor, de los amigos... pero de otra forma.

A la espalda son ya 15 años como banda, ¿caben en un resumen?

-El resumen que ahora mismo te podría dar es que ahora el grupo es súper sólido y eso es algo que no había sido antes. Con toda la evolución del grupo hemos llegado a esto, que es increíble. Cuando empezó Rufus, en mi vida hubiese pensado que iba a ser un grupo tan sólido (risas). Y estamos muy felices y con muchas ganas de hacer cosas nuevas y de componer.

Con este trabajo, regresan a las salas de conciertos, esas que tanto han sufrido con el parón causado por la pandemia. ¿Sin la supervivencia de estos espacios que forman parte de la escena, ésta está condenada?

-No es que formen parte de la escena, es que son la escena. Las salas -que parece que son sitios pequeños, pero hay salas preciosas y salas de mil personas, de 500, de 400...- son ese lugar donde puedes sentir al público y eso no te pasa en muchos conciertos al aire libre. Deberían estar mucho más valoradas de lo que están. Ahora mismo, si no pudiera tocar en una sala y me destinaran a tocar en festivales, no sé si tocaría (risas). Me encanta todo el aura de la sala y todo lo que se experimenta ahí. Son fundamentales y hay que apoyarlas más.