Dirección y guion: Laurent Tirard a partir de la novela de Fabcaro. Intérpretes: Benjamin Lavernhe, Sara Giraudeau, Kyan Khojandi, Julia Piaton, François Morel, Guilaine Londez y Sébastien Chassagne. País: Francia. 2020. Duración: 87 minutos.
in salir casi de casa, como si se hubiera filmado en tiempos de confinamiento, la mayor parte de cuanto acontece en El brindis transcurre en la sala de un comedor familiar. Cinco personajes presentes y una ausencia que se presiente, sirven de válvula de escape al conductor de un relato costumbrista heredero de esa fiebre contagiosa y manoseada hasta la desesperación a la que llamamos monólogos. Ciertamente, salvo algunos casos estimables, abundan en ellos esos Quequés fantasmales de escasa gracia y pobre talento.
El que aquí interpreta y sostiene Benjamin Lavernhe, al menos se sabe armado de oficio teatral. No es un gracioso que cuenta chistes sino un actor que muestra poseer recursos expresivos. Pero con él, con el hacer de Lavernhe, empieza y acaba todo lo que este brindis lleva dentro. Lavernhe, como una especie de Woody Allen afrancesado -el influjo del autor de Annie Hall es notable y sigue perdurando en el tiempo-, interpreta a un treintañero al que la sinopsis del filme define como “hipocondríaco y neurótico”. Angustiado por su inseguridad acude a la cena familiar en plena crisis con su pareja con la que se ha tomado un tiempo de descanso. Aguarda intranquilo alguna señal suya mientras, en plena cena, su futuro cuñado le propone dar el discurso del brindis de la boda de su hermana.
Con interpelaciones directas al espectador, Tirard desarrolla su relato en diferentes niveles para converger en la idea motriz que dará sentido a su discurso nupcial. Esa no es otra que la necesidad de saber decir las cosas a los demás con la voluntad de poder seguir compartiendo vivencias y afectos.
Ese positivismo narrativo impregna de principio a fin una comedia sin carcajadas que sostiene una radiografía familiar conciliadora y venial, planteada casi como una pieza teatral y despachada con discreta eficacia y ningún sobresalto. Resuelta en menos de hora y media. El brindis dura lo justo y perdurará poco más que lo que cueste ver un nuevo título. Aporta poco pero tampoco incomoda mucho.