Dirección: James Nunn. Guion: Jamie Russell. Intérpretes: Scott Adkins, Ashley Greene, Ryan Phillippe, Emmanuel Imani y Dino Kelly. País: Reino Unido. 2021. Duración: 96 minutos.
l título original encierra la clave de lo que aquí nos espera. One Shot en realidad significa una toma única, un plano secuencia de 96 minutos, un juego formal consistente en que el tiempo real y el tiempo fílmico se deben a una idéntica unidad cronológica. Ya saben, ese juego que en 1948, el maestro del manierismo cinematográfico, Alfred Hitchcock asumió en Rope, un filme construido sobre la (im)posibilidad del asesinato perfecto, cuestión que tanto le perturbaba. Como es sabido, en aquel momento, el celuloide y la tecnología no permitían físicamente proezas así por lo que el autor de Vértigo se las ingenió para enmascarar los cambios de rollo haciendo efectiva la proeza de filmar en continuidad aquella perversa historia.
Posteriormente y, en especial a partir del cine digital, se han producido varias películas bajo esa premisa y con distintas intenciones. Del puro alarde orfebre a atender a la naturaleza intrínseca de esa adecuación cronológica. En ese panorama One Shot nada sabe de la vieja soga de Hitchcock. A James Nunn, un experimentado realizador de cine de acción y casquería, le mueve un único objetivo: emular la sensación que provoca un vídeojuego.
Es muy discutible la aceptación de lo que su contexto dibuja; una especie de campo de prisioneros, tipo Guantánamo, donde la vida y la muerte se resuelve con la indiferencia de quien echa una partida en la Play. Como si en la vida real existiera la tecla escape y en donde siempre fuera posible reiniciar la partida perdida.
Sin dramaturgia ni ninguna intención de forjar un relato, One Shot desarrolla una situación, una misión, un nivel de acción bélica en donde los personajes se mueven como avatares creados digitalmente y en donde nada merece la pena. Son criaturas de pixel sin hueso ni alma, figuras creadas para matar y morir en una carnicería sin sentido, sin reflexión, sin análisis político ni ético. Eso hace que One Shot resulte prescindible y reemplazable por cualquier vídeojuego. Al menos, en estos, el observador puede creer que su habilidad podría cambiar el curso de la aventura.