umerosas investigaciones realizadas en el último año y medio confirman que la pandemia ha propiciado la inclinación por la lectura, como si se tratara del último reducto para cobijarse del incesante borbotón de noticias que rozan una realidad distópica. ¿Pero la crisis sanitaria también ha predispuesto la creación literaria? A juzgar por los números de Durangoko Azoka, este último año ha sido especialmente prolífico en cuanto a la publicación de novelas. Desde la organización de la feria explicaron que, aunque han podido dar cabida a 70 presentaciones de libros -para lo que han tenido que habilitar por primera vez la escuela de música Bartolome Er-tzilla-, han sido muchos los autores que se han quedado sin espacio. No obstante, la forma en la que los escritores han incorporado -o han eludido- sus vivencias coronavíricas son desiguales. Alaine Agirre se abstrajo completamente para dinamitar la visión hegemónica de la maternidad. Juanjo Olasagarre contextualizó su relato en la pandemia para posteriormente rechazar ese borrador. Y Eider Rodríguez incluyó varias reflexiones sobre una situación que provocó que su mirada cambiara. Hay tantas experiencias como escritores.

‘La hora de las gaviotas’

Ibon Martín ideó La hora de las gaviotas antes de la pandemia. “Tenía intención de escribir la novela in situ, en cafeterías de Hondarribia. Pero en seguida llegó el confinamiento”, relata el escritor guipuzcoano. Como en casa no conseguía concentrarse, explica que se cobijó en la furgoneta de un vecino que es albañil. “Todas las mañanas bajaba con mi plumífero y me confinaba a escribir. De una manera bastante precaria, ese encierro me permitía viajar con la imaginación a Hondarribia”, explica sobre el thriller en la que la suboficial Ane Cestero debe dar caza a un asesino en una historia ambientada en la prepandemia. “Necesitaba salir de aquello. Creo que inconscientemente buscaba respirar más la libertad, por eso el mar tiene un protagonismo especial”, apunta el escritor, presente cada día en la Azoka, sobre la novela que publicó el pasado mes de enero. En cambio, expone que ahora está escribiendo otra novela ambientada en la crisis sanitaria.

‘Karena’

La bermeotarra Alaine Agirre afirma que aunque el impulso de Karena brotó en septiembre del año pasado, no incluyó la pandemia porque no lo consideró literariamente interesante en su novela. “La escritura requiere muchísima entrega. Tienes que dejar de lado las preocupaciones cotidianas”, asevera la autora, ganadora del Premio Literario Kutxa Ciudad Irun gracias a este trabajo. El pálpito que la llevó a escribir el libro que ayer presentó en la Azoka fue indagar “en los lugares ocultos y acallados de la maternidad que muchas veces no tienen presencia pero están en los cuerpos de muchas mujeres”. Así, mediante la historia de Sara Mendizabal, su protagonista, ahonda en aspectos como el duelo gestacional, el silencio de la reproducción asistida o las asimetrías que se dan en las parejas en las que una persona desea ser madre o padre y la otra, no. “Hablo de cosas que no son cómodas, como el discurso idealizado de la maternidad en la que se borra a la mujer”, explica la autora que ayer disfrutó al volver a cruzar el puente hacia el lector, frente a frente, mientras firmaba libros.

‘Mamu eratortzeko moduak’

En el caso de Juanjo Olasagarre, el germen de su novela Mamu erator-tzeko moduak fue previo al confinamiento. “Lo presenté a la beca Joseba Jaca. Con el proyecto que tenía me puse a escribir e introduje en la novela una variable que antes no estaba: la pandemia”, explica el escritor navarro, que se adentra en el conflicto vasco a través de una historia de fantasmas. “El planteamiento es que una mujer se despierta con los intestinos fuera y empieza a indagar en quién es ella. A partir de ahí busca a sus asesinos y se desarrolla toda la historia”, narra Olasagarre, a quien anunciaron que había obtenido la beca en pleno confinamiento. Ello implicó que su narración estuviera bajo la lupa de los miembros del jurado, a los que debía mandar un borrador de su novela cada cierto tiempo. “Hay un feedback que es muy interesante. Introduje la pandemia, las mascarillas... pero ellos me dijeron, y yo también me di cuenta, de que no funcionaba muy bien. Esas nuevas situaciones no eran muy coherentes con las que ya había creado”, reconoce el escritor que, sin embargo, cree que a medida que la crisis sanitaria sea cosa del pasado, tendrá más reflejo en la literatura.

‘Dortokaren begirada’

Todo un clásico en la Azoka como es Jon Arretxe presentó ayer su último trabajo. En Dortokaren begirada narra las peripecias del detective Touré, un personaje al que da vida por octava vez, en este caso el barrio madrileño de Lavapiés. “Hay una escena en la que un personaje sale con mascarilla para taparse la cara para no se le vea, aprovechando la excusa. Es un pequeño guiño”, afirma el escritor de Basauri quien, no obstante, ha tratado de eludir la pandemia a toda costa. “En el confinamiento no puede ni leer ni escribir. Empecé a producir cuando salimos a la calle y estaba tan cansado del tema que no se me habría ocurrido escribir ni un párrafo sobre ello”, confiesa. De hecho, considera que aunque en su libro no se ha reflejan todos esos sentimientos que han embargado a la población, es difícil mantenerse al margen a la hora de escribir. “Aunque lo intentes disimular, según cómo estés en el momento en el que produces, se va a notar”, considera.

‘Eraikuntzarako materiala’

Para Eider Rodríguez estar confinada fue la excusa para escribir y leer mucho, si bien recuerda una incapacidad para llegar al núcleo de la concentración. “Imagino que por el miedo inconsciente de todo lo que estaba ocurriendo”, medita. En Eraikuntzarako materiala, la errenteriarra relata la historia de una hija y de un padre del que hay mucho que desconoce a pesar de haber convivido durante 40 años. “En dos o tres entradas del diario del libro hay reflexiones sobre la pandemia”, reconoce la autora, para la que todo lo ocurrido ha supuesto “un cambio de paradigma a la hora de mirar y situarse en el mundo”. De hecho, Rodríguez considera que desplazarse de donde se está, sea por el motivo que sea, suele ser enriquecedor o, al menos, suele ser un impulso para crear. “Al moverse la conciencia sobre uno mismo con respecto al resto del planeta, piensas: quizás no soy tan importante. Sirve para mirar a otros lugares que no estamos habituados y creo que eso se plasma en toda la creación”, sopesa la escritora, quien confiesa que el reencuentro con el público en la Azoka le ha “tocado la fibra”.

“Al moverse la conciencia sobre uno mismo con respecto al resto, piensas: quizás no soy tan importante”

Escritora

“La escritura requiere muchísima entrega. Tienes que dejar de lado las preocupaciones cotidianas”

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“Tenía intención de escribir la novela ‘in situ’ en cafeterías de Hondarribia. Pero llegó el confinamiento”

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“Estaba tan cansado de la pandemia que no se me habría ocurrido escribir ni un párrafo sobre ello”

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“Introduje la pandemia pero me dijeron, y yo también me di cuenta, de que no funcionaba muy bien”

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