Es una creadora que parece no conocer ni límites ni fronteras. Todo muro que se le pone delante, lo atraviesa ya sea en la música, en el teatro, presentando un programa de televisión o lo que toque. Ha llovido lo suyo desde aquel primer concierto que Maika Makovski ofreció en Hell Dorado en 2010. Este viernes, regresa a un lugar del que solo se le escucha hablar maravillas -"allí tienen los oídos conectados al corazón"-, un escenario que abrirá sus puertas a las 21.00 horas, quedando todavía algunas entradas a la venta.
¿Cómo está siendo volver a encontrarse con el público de pie, de nuevo junto, no es un poco extraño?
-Para nada extraño, me resulta excitante. Es, de hecho, la mayor alegría del mundo. Además, según qué música hagas, te adaptas a todo pero es una bajona ver a la gente en la prisión de su silla.
En mayo salió un 'MKMK' que en realidad estaba previsto para antes, ¿verdad?
-El álbum lo he guardado durante un año, casi año y medio. Estaba listo para febrero de 2020. Es verdad que cuando se publicó en mayo de 2021 no había garantías de nada, pero ya no se estaba en la situación de inmovilismo que había durante el año pasado. Sacarlo en 2020 sí que hubiera sido un gran riesgo.
¿Y como autora lo sigue sintiendo presente a pesar de la espera y de que seguro que está con cosas nuevas en la cabeza?
-Pero es que siempre tengo la cabeza en otra cosa (risas). Este disco lo hice con la idea, desde el principio, de tocarlo en directo. Así que era algo que me estaba esperando. No son unas canciones que después hay que adaptar para tocar con la banda. Este disco es buscar una experiencia de directo y ahora es cuando la estoy pudiendo encontrar. Así que claro que lo siento presente. Aún así, como te decía antes, claro que tengo nuevas ideas en la cabeza para la música que viene.
Lo decía porque le está pasando a bandas y artistas que tener que meter sus trabajos en el congelador durante estos meses ha hecho que ya los vean como fuera de lugar, como si fueran un tren perdido sin remedio.
-Sí que pasa y tal vez si MKMK hubiera sido otro tipo de disco, le habría sucedido algo parecido.
Por suerte, el álbum es una realidad, tiene una agenda de conciertos que da vértigo mirarla y la aceptación del trabajo está siendo más que interesante. Es ya la octava referencia de Maika Makovski y, parece que no, pero hay que dar en el clavo para seguir enganchando al público.
-Claro, claro. Además, van sucediendo cosas y van cambiando las tendencias. Nunca he seguido modas y las modas no me han seguido a mí, lo que significa que nunca he estado muy arriba pero también que estoy exenta de esos grandes bajones.Bueno, eso de que nunca ha estado muy arriba...
-No, no. Si es verdad, nunca he estado en los 40 ni las multitudes corean mis canciones en los conciertos. Pero eso me da una estabilidad. Estoy en un lugar que creo que me he ganado. Siento que no hay espuma por debajo de mí, no hay especulación, todo es muy sólido. Por suerte, la gente que me sigue, me permite ir probando cosas y cambiar de registro.
Pero no solo camina en la música, también en el teatro, en la televisión y en más disciplinas. Todas esas otras facetas seguro que ayudan pero no sé hasta que punto son también una distracción, por así decirlo.
-No puedo saber cómo me ve la gente. Lo que sé es que las cosas que hago además de la música me nutren, y siento que me hacen mejor en mi música. Eso es lo que me importa, sentir que estoy haciendo algo de lo que estoy convencida. Alguna vez he pensado que me había embarcado en algo y he ido demasiado lejos, o que no ha resultado como pensaba, pero eso ha sido alguna excepción. En general, son cosas que me dan mucha vida y que hacen que, luego, el manantial de la música esté mucho más preñado.
Por cierto, siendo intérprete y compositora, ¿cómo es hacer entrevistas a colegas del escenario, como ha hecho en la 'tele'?
-La verdad es que no es fácil. Desde que lo probé, os tengo un respeto renovado (risas). Me he dado cuenta de lo que es preparar y estructurar bien una entrevista. A mí me gusta que sean charlas, pero tener los datos precisos en la cabeza para poder sacarlos cuando toca o, si no te dan mucha bola, tener un itinerario para darle continuidad a la conversación, son cosas que no son nada fáciles. Desde el otro lado, nunca me había dado cuenta de todo lo que supone.
¿Qué le gustaría que le preguntase esa otra Maika Makovski?
-No sé. Quizá me gustaría hablar de cosas que no tienen que ver con la música, de otros intereses que tengo como la literatura, la pintura, el cambio climático o lo que sea. No son las entrevistas habituales que me suelen hacer y por eso cuando sale alguna así, me gustan.
Lo apunto para la próxima vez que vuelva a un Hell Dorado que siempre ha sido un escenario especial para usted.
-Me acuerdo de, con aquellos ordenadores ya pasados de moda, ver fotos de bandas que me gustaban tocando en Hell Dorado y pensar, con 20 años: tengo que tocar allí. La primera vez había como unas 30 personas. Pero Juan Uriarte, al que le gustó mucho lo que hacíamos, se empeñó en que volviéramos. Nos consiguió mucha promoción y fue gracias a él que Hell Dorado ha terminado siendo uno de los escenarios más fuertes para mí. Es tan importante esa labor. Cuando hoy veo lo que está pasando con las salas a raíz del covid me da mucha pena. Sé que hay gemas como Juan y como Hell Dorado que tienen los oídos conectados al corazón, que apuestan por ti simplemente por eso tan puro como es el amor a la música. Ver que cierran algunos sitios como la Costello, salas que verdaderamente hacen escena, me da una pena que, de verdad, no te puedes imaginar. Vitoria, gracias a Juan, a Hell Dorado y al público, es un sitio muy querido.