Tras la publicación en 2018 del libro de historia 15 años, en el que narraba la afección para el Valle de Ayala de las guerras acaecidas entre 1795 y 1876, el escritor y doctor en Historia Contemporánea Ake-tza Merino Zulueta (Amurrio, 1987) publica Los Granizo y otros bandidos del Gorbea (Txertoa). Siguiendo con su costumbre de intentar acercar la historia al gran público de forma amena, en esta ocasión trae una obra nacida a partir de una leyenda que, a día de hoy, se sigue manteniendo en algunas localidades del Alto Nervión, sobre la existencia en otro tiempo de una temible banda de salteadores de caminos conocida como Los Granizo. Merino ha buceado en los archivos hasta descubrir que estos bandidos verdaderamente actuaron en el Camino Real de Altube y el entorno del Gorbea, en el siglo XIX, aunque, como cabía esperar, de manera mucho más modesta a la que les atribuye la memoria colectiva resultante de la transmisión oral a lo largo del tiempo.

¿Cómo supo de la leyenda de Los Granizo?

-En mi época universitaria oí comentarios en torno a una supuesta Cueva de los ladrones en Gorbea a la que, aunque me llamó la atención, no le di demasiada importancia. Se quedó ahí en mi subconsciente hasta que, tiempo después, encontré una leyenda que hablaba de estos bandoleros en un libro de los años 70, El Valle de Zuia de Julián Olabarria, que recoge retazos orales del entorno. Me picó el gusanillo y decidí que tenía que investigar al respecto en los archivos, para ver qué de verdad había en ello, aunque tardé un tiempo en dar con algo de lo que tirar del hilo.

¿Dónde lo consiguió?

-Pues estaba en el Archivo Foral de Bizkaia buscando información para otra investigación y, de forma casual, en el catálogo, encontré la referencia a un expediente judicial contra una persona, José Goikoetxea, apodada El Granizo y mi cabeza dijo ¡hombre, el de la leyenda!. Desde que di con él hasta que me puse a investigar en serio, también pasó un tiempo, y nuevamente fue el azar o el destino, no lo sé, el que volvió a poner en mi camino a esta familia de bandoleros, que abarca dos generaciones como poco.

¿A qué se refiere?

-A que sin buscarlo y otra vez consultando expedientes que no vienen al caso, hallé otra referencia a bandoleros de Orozko que, según he podido comprobar después, eran parientes de “El Granizo”. Éstos actuaban por la zona del Camino Real de Altube y el entorno del Gorbea, en la década de los años 20 del siglo XIX -de hecho, les detuvieron en 1826-; y José Goikoetxea y su banda -tengo documentados a un total de nueve, cuatro que eran familia directa y otros cinco con quien también estaban emparentados, en su mayoría- descendían de ellos y cometieron sus fechorías, en torno a 1871. Eso sí, la historia real es más suavecita que la leyenda, se les atribuye solo el asalto a un caserío de Orozko en ese año, aunque siguieron dando que hablar.

O sea que la leyenda tenía razón y ha dado con las pruebas de que la zona de Altube-Gorbea tuvo sus particulares Curro Jiménez.

-Esa comparación no es muy apropiada, porque el bandolerismo vasco es muy diferente al andaluz y el de otras latitudes, e igual nos metemos en algún berenjenal (risas). Dejémoslo en que aquí también tuvimos bandas de salteadores de caminos, que se da la circunstancia de que eran familia, y que, más allá de la anécdota, el estudio me ha permitido contextualizar el fenómeno del bandolerismo, mucho más extendido en Euskal Herria de lo que se piensa. De hecho, en el libro dedico una pequeña parte a análisis histórico puro y duro sobre la presencia de bandoleros y salteadores de caminos en nuestro territorio, y ésta se remonta, en base a los primeros registros que tenemos localizados, porque hay mucho por investigar, a principios del siglo XVI. No se trata de un fenómeno cotidiano, pero sí que era algo bastante frecuente.

¿Qué diría que es lo más importante de su investigación?

-El trabajo cuenta las andanzas de los dos grupos de bandoleros que he citado, los de los años 20 y los de los años 70 del siglo XIX, su detención y posteriores juicios, en una especie de relato narrativo y ameno, pero real, porque no se trata de una novela de aventuras, sino de un ensayo de historia y que, sobre todo, nos proporciona una imagen sobre la clase más desfavorecida del mundo rural vasco, que para nada es igualitario, en un siglo XIX en el que la sociedad tradicional se hallaba sumida en una profunda crisis, agravada por las continuas guerras.

La necesidad les impelía a robar...

-¡Exacto! Lo más interesante es que, siguiendo las huellas de estos hombres, se va detallando el modo de vida, costumbres, alimentación, el idioma que empleaban, ¡que era el euskara, por cierto!... en definitiva, su devenir diario. Eran gente muy pobre, la gran mayoría carboneros o leñadores de profesión, gente de monte, y también jornaleros agrícolas, no ladrones a tiempo continuo. Asaltar caminos, digamos, era su último recurso cuando la necesidad de dinero acuciaba para hacer frente al pago de la renta de sus casas, comida y préstamos, e incluso, deudas de juego y en tabernas y mesones, que suele ser relativamente habitual en esa época. Las guerras también tienen su influencia, porque crearon grandes necesidades económicas y varios de ellos, además, fueron voluntarios, militares o soldados forzosos.

¿Habla de las guerras carlistas?

-De la segunda Guerra Carlista, en el caso de la banda de Los Granizo, sí; y de la Guerra de la Independencia y del Trienio Liberal, para sus antecesores. De hecho, uno de los objetivos del libro es presentar una cara poco habitual del mundo rural vasco del siglo XIX, que de idílico tenía muy poco. Hablamos de gente que no tenía bienes, vivían al día y la diferencia en poder adquisitivo que tenían con respecto a un labrador propietario cualquiera era muy grande, y abismal si se les compara con un jauntxo local.

Esta vez no ha tenido que recurrir a la autoedición. ¿Contento con Txertoa?

-La verdad es que sí. Les ofrecí el proyecto, les gustó y en muy poco tiempo lo aceptaron. La experiencia ha sido realmente positiva, dada la mayor edición y repercusión que está teniendo; sin olvidar que ha sido muy fácil trabajar con ellos y no me han hecho ni un cambio. También es verdad que me dijeron que ya han trabajado la temática del bandolerismo y eso me ha abierto sus puertas.

¿La portada ha sido cosa suya?

-No, que va. Me presentaron varias opciones y me quedé con ésta. Es una composición de uno de los cuatro mapas que, para ubicar la zona, añadí al libro, impreso sobre una fotografía de un camino forestal en Gorbea. Diría el nombre del autor o autora, pero la verdad es que no lo sé.

¿Algún nuevo trabajo o investigación entre manos?

-Siempre hay algo, pero nada atado. Sí me gustaría publicar una versión de mi tesis doctoral, que versa sobre el cambio social durante la industrialización en el Alto Nervión, del siglo XIX hasta 1970, y que está inédita; así como encontrar alguna editorial interesada en publicar otro libro que tengo ya escrito sobre la Edad Moderna en la Tierra de Ayala, desde la Edad Media hasta 1790, y que es bastante desmitificadora y novedosa.