nas descoloridas letras rojas todavía anuncian una antigua lavandería en el número 5 de la travesía de Conde Duque, en Madrid, aunque el verdadero negocio se descubre con un neón que más abajo da la bienvenida a La Cassetería, una fábrica artesanal de casetes para paliar la orfandad de producción de este formato en el Estado.
Grabamos tu música en casete, Casetes actuales, Casetes de segunda mano... dan más pistas unas pegatinas en el escaparate, plagado de pequeñas cintas y artefactos contemporáneos a ese invento que revolucionó el mundo de la música y que vivió su máximo esplendor en los años 80 y 90, y que después fue sustituido por otro formato que pasó de moda más rápido, el cedé; hasta acabar desembocando en la inmaterial era digital.
Pero el casete "nunca desapareció", sostiene Luis González, fundador de esta fábrica y tienda que vio la luz en plena pandemia, en septiembre de 2020. Comenta a Efe en La Cassetería que países como Reino Unido o Estados Unidos "siempre han tenido una fuerte atracción por este formato" -Justin Bieber, Taylor Swift o las Spice Girls por el veinticinco aniversario de su Wannabe son algunos ejemplos de artistas que sacan pequeñas tiradas para los fans "más acérrimos"- y también es popular en otras latitudes como Taiwán, Japón o Portugal.
"Creo que va muy vinculado al tema de tener una fábrica en el propio país. En España no ha habido, y este formato se mantuvo principalmente en ambientes underground, donde la gente compraba cintas vírgenes a fábricas de fuera y las regrababa en casa", añade González desde el lugar donde ahora "alguien puede venir y en veinticuatro horas irse con un casete", siempre que posean o bien los derechos de autor o la licencia y permiso para poder grabar esa música.
"No tenemos tirada mínima, se puede fabricar desde un casete hasta 700, 800, 1.000. Hacemos todo el proceso. Nos gusta decir que somos una fábrica artesana de casetes porque no podemos competir realmente con fábricas de Polonia, incluso las grandes fábricas de Estados Unidos e Inglaterra, porque tienen procesos mucho más industrializados, así que lo que nosotros hemos hecho ha sido darle un toque más artesano, más cotidiano", explica.
Así, en la fábrica se hacen con las partes que componen un casete a través de diferentes proveedores europeos o de corto alcance, y lo graban y ensamblan todo hasta que llegue el producto final al cliente, estampando a mano también las cintas y dándoles "una infinidad de acabados". La producción es posible gracias a máquinas como las dos grandes Tapematic que coronan el local, que consiguieron hace año y medio en Inglaterra.
Son aparatos de segunda mano, de finales de los años 90 y principios del siglo XXI, que pesan 220 kilos y cargan la cinta ferromagnética -que mide tres kilómetros- pregrabada en los casetes de plástico, explica González sobre estas máquinas, que hubo que aprender a utilizar sobre todo por ensayo y error, y de las que ya no se crean piezas en caso de estropearse.
Rememora que el embrión de La Cassetería nació hace unos años, cuando montó una discográfica -Ciudad Oasis- para editar única y exclusivamente en vinilo y casete, aunque este formato acabó teniendo "mayor notoriedad" para el sello. "Lo que buscábamos en vez de montar esto era montar una oficina, pero yo siempre he buscado una oficina que no sea de soltar el ordenador, lo dejas ahí y te vas, sino sacar un poco más de rendimiento, que sea un punto de encuentro. Y la única forma que se nos ocurrió fue a través de una tienda, que evolucionó a fábrica de casete. Queríamos una fábrica mucho más cercana a lo que es el ambiente, al artista, a la discográfica", cuenta González. Además de dar la posibilidad de que quien fabrique en La Cassetería deje casetes para venderlos allí -como Puta, el último trabajo de Zahara-, se importan cintas actuales de Estados Unidos y Reino Unido, y se recuperan otras de segunda mano.
El resultado es una ecléctica variedad de estilos, tiempos y procedencias, desde el Jesucristo Superstar de Camilo Sesto hasta Iron Maiden, pasando por Eros Ramazzotti, Duncan Dhu, Triana, Joaquín Sabina, Mocedades, Mecano, Mozart, canto gregoriano, las bandas sonoras de Dirty Dancing o Pretty Woman, Dinosaur Jr, Blitz, Luis Eduardo Aute, David Bowie o la citada Taylor Swift, que se intercalan en los estantes de un local con público "de todas las edades. No hay un público determinado. Está el nostálgico, que peina canas como yo, que ha crecido y vivido en este formato, o también la gente joven que lo ve como algo de sus padres, de sus hermanos mayores. No voy a negar que he tenido que enseñar a alguien que me ha comprado un walkman cómo funciona, que va con pilas, cómo se mete un casete, el play, reproducir para adelante, para atrás...", reconoce González.
Y sobre el auge de este formato, como el del vinilo, considera que se debe a dos razones. "Por un tema del formato físico, de lo tangible, de lo impersonal que es todo lo digital, y también, siendo egoístas, es un poco tema de posesión", además de por ese "regreso" a los años 80 y 90", que ha vuelto "a poner en la palestra los formatos que tuvieron su auge en esa época".
"No tenemos tirada mínima, se puede fabricar desde un casete hasta 700, 800, 1.000"
Fundador de La Cassetería