Desde hace poco más de cinco años presenta First dates, un programa en el que el amor es protagonista entre participantes anónimos que buscan una relación de pareja.
Está usted por todas partes.
—Te lo juro, en televisión solo estoy en uno, en Mediaset. También estoy en teatro y en breve me iré para Bilbao.
Quería decir que está en más de uno y de dos programas.
—Es algo que nos ocurre a todos en Mediaset. Les pasa igual a Jorge Javier (Vázquez), Risto Mejide, Joaquín Prat, Paz Padilla... Es la forma de trabajar en este grupo.
¿Y es bueno para ustedes?
—Lo agradezco mucho. Esto me permite hacer cosas distintas y no aburrirme nunca. En mi vida es fundamental el no aburrirme, en este trabajo es muy importante que eso no ocurra. Tu labor en televisión no puede ser rutinaria.
Esta con una obra de teatro en gira. ¿Cómo se las arregla para combinarlo todo? ¿Tiene tiempo libre para disfrutar?
—Combinar siempre es posible. ¿Tiempo libre? Nada. De hecho, estaba de vacaciones desde que acabó el especial de Olga Moreno y Supervivientes y las voy parando para hacer teatro. Ahora estoy en Vitoria, después me voy a Puerto de Santa María (Cádiz). Estoy todo el rato parando las vacaciones para subirme a un escenario. Sarna con gusto no pica.
En quince días estará en Bilbao con ‘Asesinos todos’...
—Sí, regreso a casa de nuevo. Las fiestas, por la pandemia, están descafeinadas...
Es que no hay fiestas.
—De acuerdo. Pero con esto del covid solo hay el 50% de ventas del aforo. A mí lo del aforo me lo tienen que explicar.
Y no está de acuerdo.
—Yo voy en unos aviones, que por mucho que recircule el aire y esa teoría científica que la entienden cuatro, en los que vamos como piojos en costura. Y, luego, estamos al 50% de aforo en el teatro.
También hay quejas en este sentido en el Metro y en los autobuses.
—Me hace gracia. Cuando el avión aterriza te dicen: No baje usted hasta que no lo haya hecho la fila anterior y cuando abandonamos el avión nos meten a 150 personas en el mismo autobús. No lo entiendo, pero las cosas son así y no hay más remedio que cumplir las normas de esta pandemia.
¿Cómo es su personaje en la obra de teatro?
—Es un inspector de Hacienda, un legalista 100%, un hombre gris...
No le pega nada a usted.
—Ja, ja, ja... No. Es un ser absolutamente anodino y cobarde. Yo diría que es extremadamente cobarde. Se va transformando a lo largo de la función y no se ve su esencia hasta convertirse en el tío más mezquino de cuantos hay en el escenario, son cuatro, y todos son bastante mezquinos, digamos que mucho.
¿Qué tal se siente uno como inspector de Hacienda?
—Más que como inspector, que ya me gustaría a mí serlo, es curioso ser un tristón, un cobarde, un hombre gris... Comienza con muy pocas fuerzas, con poca relevancia, pero es el que se opone a la voluntad de su mujer y de la pareja amiga de matar para conservar el statu quo. En ese intento de mantener la ley se crece y aparece como un personaje diferente, pero siempre mezquino.
¿Cree que hay mucha gente en la vida real como su personaje?
—Claro que hay mucha gente mezquina, aunque afortunadamente domina este mundo la gente buena y la gente noble. Pero hay mucha mezquindad y en todas la partes, en todas las profesiones.
Siempre se la ha considerado un hombre de concursos, pero es que ahora le da a todo, tiene usted mil caras.
—Eso lo bueno que tiene cuando llegas a una empresa como en la que ahora estoy. Tienen muchas posibilidades de que hagas muchas cosas y confían en ti. He hecho reality, testimonios, dating, concursos... Quizá es por lo que me sienta tan feliz en estos momentos. He tenido la posibilidad de hacer cosas muy distintas entre sí.
¿No es más cómodo quedarse en el confort más conocido?
—Supongo que es cómodo, sí. Pero siempre me ha gustado afrontar retos y experiencias diferentes que te ayudan a ponerte las pilas. Cambiar y afrontar formatos diferentes es más divertido y te permiten crecer profesionalmente. Estos últimos años están siendo los mejores de mi carrera, son maravillosos.
Nadie daba un duro por First dates.
—Ja, ja, ja... No sé. Llámame visionario, yo sí creí desde el principio en el formato. Cuando vi el formato a finales de 2015, se empezó a grabar a principios de 2016, sentí que tenía dos cosas que la televisión cada vez tiene menos: uno, permitía a la gente de la calle estar todos los días en la tele. Nutría de personal real la televisión y no de la llenaba de personaje. Dos, me pareció un programa muy fresco, un programa de sentimientos. Vi un espacio en el que la gente no era conocida y se expresaba con mucha naturalidad.
Y le tiene atrapado desde hace cinco años y medio.
—La combinación de ambas cosas y el amor, el amor siempre es un trending topic, podía dar lugar a un programa de éxito. Había que contar las dificultades que tenía la emisión. Estaba programado para Cuatro, debo decir que estoy encantado con la cadena, es la segunda cadena de Mediaset. Se enfrentaba a El hormiguero, a Telecinco, a El intermedio. Aun así, me pareció que tenía recorrido y muy pronto se asentó. Es muy transversal y muy pronto gustó a todo tipo de público, a todo tipo de edades, y creo que es un acierto de formato.
¿No tuvo ninguna duda?
—En este formato no, en otros sí que he tenido dudas. Es cierto que es la franja más cara de la televisión, la más competitiva y la más dura. Pero ninguna duda. Pensé: Es un trabajo con el que si triunfo, muy bien; pero sí fracaso será una suerte haber probado este formato.
Dejó con la boca abierta al personal cuando se enroló en ‘Supervivientes’.
—Eso fue un regalo, un regalo fabuloso. Surgió la posibilidad de hacer el reality hace tres años, fue tan bien que ya me quedé. Lo he disfrutado mucho. Me parece un formato de reality de los mejores que existen. Supervivientes está entre los tres mejores del mundo...
Y también entre los programas más criticados.
—Nunca está exento de controversia. Aun así, es uno de los realities más limpios que existen, uno de los más blancos. Estoy encantado de estar en Supervivientes.
¿Cómo lleva las críticas y las controversias que se vierten sobre este programa?
—¿Sabes lo que ocurre? Que hagas lo que hagas, desde el principio he tenido claro, por un lado o por otro, te criticarán. Hay que intentar hacer buena televisión y yo procuro estar ajeno a las controversias, a veces son un poco maniqueas e incluso interesadas. Programas como Supervivientes lo que tratan es entretener al público y creo que se consigue. En ese sentido, son formatos extraordinarios.
¿Se ha arrepentido de algún programa que haya hecho a lo largo de su carrera?
—No. Jamás. Ha habido programas que he hecho sabiendo que no iban a tener éxito. Sabía que no tenían mimbres suficientes para triunfar o que iban a ser emitidos en franjas que no les correspondía.
¿Y no podía negarse?
—Mira, cuando eres un poco profesional lo sabes, pero cuando uno está en una cadena, desde que empecé en ETB he pasado por muchas, lo que uno trata es de comprometerse con el trabajo que hay. A veces sabes que algo no va a funcionar y, aun así, lo haces con el mismo cariño. Los fracasos más duros surgen cuando haces un programa que crees que va a triunfar y luego esas expectativas no se cumplen y no termina de asentarse. Ese revés es duro, muy duro, pero es cuando más te cuestionas todo, es cuando aprendes más.
Muchos años en televisión. ¿Se le olvidó el Derecho Mercantil, su especialidad?
—No. Nunca. Yo lo aprendía de maravilla. Ni siquiera el Derecho Romano que lo estudié en primero de carrera... (Suelta una frase en latín y sonríe satisfecho) ¿Qué te parece?
Estoy impresionada, no he entendido nada y soy incapaz de reproducirla.
—Ya ves que hasta recuerdo las definiciones en latín que me aprendí de memoria para los exámenes. El Derecho es como la Medicina, son disciplinas que te van a acompañar a lo largo de tu vida porque en algún momento las necesitas.
Usted era profesor en la UPV. ¿No fue arriesgado dejar de dar clases para meterse en un mundo tan inseguro y desequilibrado como la interpretación o la televisión?
—Inseguro sí que es. Pero si tu echas un vistazo a tu alrededor, dime que mundo laboral no es inseguro. Lo son todos, esto es un caos permanente, nunca terminamos de salir del agujero, pero en todas las profesiones. El desequilibrio creo que está instalado más en la mente que en los trabajos. El desequilibrio lo lleva uno dentro seas actor, inspector de Hacienda o trabaje en un banco. Yo conozco muchos profesionales de mi sector que ya quisieran muchos de otros sectores para sí.
“En mi vida es fundamental el no aburrirme. En televisión, el trabajo no puede ser rutinario”
“Voy en unos aviones, en los que por mucho que recircule el aire, vamos como piojos en costura”
“Mi personajes en ‘Asesinos todos’ es el de un inspector de Hacienda, un legalista 100%, un hombre gris...”