Una de tópicos. Jugar es solo de niños. Crear es solo de adultos. Y un museo no está para lo primero y tiene que ser muy exquisito con lo segundo. Pero como hay vida más allá de las frases hechas y los conceptos manidos, unas 500 personas de distintas edades se han involucrado en el último año en un proyecto artístico que ahora cristaliza en una exposición en Artium, que quiere aprovechar la ocasión para abrir otras puertas a su casa para encontrarse también con otros visitantes.

De la mano de Antonio Ballester Moreno y hasta el 1 de noviembre, Autoconstrucción. Piezas sueltas. Juego y experiencia es una realidad no solo visible, sino palpable. Como dice el autor, no hay esculturas u obras de arte entendidas de una manera formal, sino objetos para usar, para sentarse, para subirse, para tocar. "Entiendo la creatividad como algo vital", como una forma de "libertad, como ejercicio de una actitud emancipadora", y desde esas bases, el artista se ha aliado para esta propuesta impulsada por el museo gasteiztarra con el alumnado y profesorado de Barrutia Ikastola (Vitoria) y con Dinamoa Sormen Gunea (Azpeitia).

"Ha sido muy importante trabajar con gente que, en principio, es ajena al sistema del arte. Además, yo no he acudido a ninguno de los dos sitios a enseñar nada", sino a proponer, hacer en conjunto, pensar de manera colectiva y "jugar, que no es solo patrimonio de los niños", comenta el artista sobre un proyecto que arrancó hace más de un año y que ha contado con el comisariado de Ángel Calvo Ulloa.

Esta propuesta, como explica el museo, surge del proceso de reflexión de Artium sobre su relación con su contexto urbano y social y en concreto sobre el potencial de su plaza interna como punto de encuentro del entorno. "Ballester revisa una serie de prácticas históricas de pedagogía basadas en la autoconstrucción y el juego y configura en este proyecto, pensado para no ser una exposición al uso, un espacio de encuentro y aprendizaje", describe el centro a la hora de presentar una muestra que incorpora también trabajos de Carme Nogueira, Raphael Escobar y Abraham Cruzvillegas.

Ballester, en su trabajo para y con Artium, toma como referencia una serie de prácticas pedagógicas desarrolladas en el siglo XX, basadas en la autoconstrucción como juego, y en transformar la acción en una manera de aprender, de formarse y de vivir. De esta forma, el museo acoge la instalación de los objetos producidos en los talleres desarrollados en primavera en Barrutia Ikastola y en Dinamoa Sormen Gunea.

En el primer caso, siguiendo la práctica de Enzo Mari, el artista convocó la participación del alumnado, las familias y el profesorado en un taller de construcción de muebles. Creados a partir de piezas y herramientas elementales y siguiendo planos e instrucciones realizadas al efecto, esas mesas, bancos, plataformas y cabañas buscan convertir la sala donde se ubican en un parque que se abre además al exterior del museo, a su huerto urbano. Materiales, por cierto, que cuando acabe la muestra volverán a la ikastola para ser usados en su patio.

Por otro lado, la exposición acoge además la instalación de un mural de 30 metros de largo y 4 de alto, integrado por un conjunto de 164 piezas de serigrafía producidas en el taller que Ballester Moreno dirigió en Dinamoa Sormen Gunea a partir de los diseños propuestos por el artista.