l cocinero vasco Karlos Arguiñano ha sido galardonado esta semana con el Premio Nacional de Televisión, un reconocimiento que le llega en plena crisis de su sector a causa de la pandemia, ante la que asegura que “no queda otra que aguantar”. Afirma estar “muy contento” con el premio y cree que su éxito es el resultado de “una suma de todo”: de sus recetas, sus chistes y sus canciones. “Las recetas que hago en el programa son sencillas y económicas, elaboradas con ingredientes fáciles de encontrar. Los chistes, bueno, algunos están bien, otros no tanto. Mis canciones, un poco antiguas. Y yo soy igual en mi día a día que frente a la cámara. Muchas veces dicen de mí que soy un gran comunicador, y estoy empezando a creérmelo”, apunta.
“A todos mis colegas solo puedo decirles que aguanten. No va a quedar otra, a ver si salimos cuanto antes de esta historia y a ver si nos arreglamos este verano un poquitín. Y aunque no sea como nos gustaría, que se puedan abrir los restaurantes con todas las medidas de seguridad y un poco de orden. Esta será la forma de arrancar”, afirma Arguiñano. El chef tiene su restaurante en Zarautz y graba su programa de cocina cerca de esta localidad guipuzcoana, en un plató desde el que llega a miles de personas, muchas de ellas seguidoras desde hace años. Comenta que hace unos días, el presentador Juan y Medio le decía que es el personaje televisivo con mayor fidelidad, cifrada en un 65%. “No me inflo, pero me quedo muy a gusto”, añade el cocinero más mediático.
Tiene a sus espaldas 52 años de carrera y 32 ante las cámaras, tres décadas en las que ha ofrecido a la audiencia más de 10.000 recetas. “He dicho siempre que la gastronomía es cultura de la buena. Y la televisión es una herramienta para fomentar la cultura. Soy un tipo feliz porque hago televisión y un programa útil a diario”, subraya. Afirma que “tal vez” haya sido el “pionero” de los programas de cocina en España, “pero no lo siento. Yo lo que estoy es contento con lo que hago y punto”, subrayó a Europa Press. Cuando echa la vista atrás y repasa estas tres décadas, se “emociona” al pensar que los niños que le seguían “hace muchos años” hoy en día son adultos y siguen viéndole “acompañados de sus hijos”.
Arguiñano contó que se dirigía al dentista en su coche cuando recibió la llamada del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, para comunicarle que un jurado compuesto por diez personas había decidido que fuera él el distinguido este año con el Premio Nacional de Televisión. “Gracias, me das un alegrón”, le dijo al ministro este chef que recalca que el buen humor “no debe faltar. Me tengo que reír. Soy de genio, pero lo dejo fuera. Si no me riera estaría perdido”, asevera.
El mejor consejo de Arguiñano para alguien que se inicie en los fogones es, según indica, que “entre con cariño” en esa nueva experiencia porque “la cocina no es tan complicada. Es duro para un profesional, pero cocinar para cuatro o seis personas es un juego, es como tocar la guitarra”, asegura. Él, en su programa, prepara “comida doméstica” a partir del “interesantísimo mosaico de cocinas” que hay en España. “Me he ido alimentando de costumbres y recetas de cada región y las he transmitido al resto de españoles. Y la gente me lo agradece. Me dice: Karlos, qué bien que estás ahí”, destaca a EFE.
Sobre el boom de los programas y talent show de cocina, el cocinero supone que “tendrá que ver con que hay que comer todos los días y por lo menos tres veces. Nuestra vida gira en torno a la comida así que es normal que el interés por este tipo de programas haya ido en aumento”, comenta. También se muestra convencido de que la cocina ha sido una vía de escape para los ciudadanos durante los meses de confinamiento por la pandemia. “Sin ninguna duda. Durante este año, la gente ha estado mucho más tiempo en casa y ha tenido la oportunidad de cocinar rico, rico para sus seres más queridos. Cocinar es un gran entretenimiento”, asegura.
Una de sus señas de identidad son sus chistes y, por ello, Karlos Arguiñano elige uno para este momento, al recibir el galardón: “El maître del restaurante se acerca a los clientes para preguntarles: ¿Qué tal han comido los señores? A lo que contestan: Muy bien, pero ni hoy, ni aquí”.
“El maître se acerca a los clientes para preguntarles: ¿Qué tal han comido los señores? A lo que contestan: Muy bien, pero ni hoy, ni aquí”