- Irene Escolar (Madrid, 1988) está considerada como una de las mejores actrices de su generación. Está forjada en el teatro, aunque también ha hecho un número importante de películas y, aunque en televisión se prodiga menos, ha participado en varias series, entre ellas Isabel. Pertenece a una de las principales sagas de actores españoles, los Gutiérrez Caba. En Dime quién soy recorre los principales acontecimientos del siglo XX. No es una lección de Historia, es el viaje de una mujer que arriesgó y mostró su luz y su oscuridad a través de una vida intensa y extensa tanto en relaciones como en vivencias.
Un personaje difícil y con un arco temporal impresionante.
—Amelia fue un personaje que me conquistó desde el principio. No es fácil. No es un personaje condescendiente y muestra muchas caras a lo largo de una historia que dura décadas.
¿Había leído el libro de Julia Navarro antes de que le llegara la propuesta?
—No. Coincidí con Julia en unos premios. Nos premiaba la agencia EFE a las dos. A ella por sus libros y a mí, por una película. Ella se me acercó, no nos conocíamos, y me dijo: Irene, me gustaría hacerte llegar mi novela Dime quién soy. Te tengo en mente para ese personaje. Siempre te he imaginado como Amelia. Fue entonces cuando me llegó la novela y la leí.
¿Se vio como la protagonista?
—Pensé que era un personaje apasionante, una mujer impresionante a la que le habían pasado muchas cosas a lo largo de una vida dura pero interesante. Pero me dije: al final será una producción americana y a Amelia la interpretará Natalie Portman o alguien por el estilo. Tiempo después me llegó la propuesta en firme. Y de verdad, no pude decir que no. Ni en sueños me iba a negar a dar vida a Amelia.
¿Cómo definiría a esta mujer?
—Yo abarco 50 años de su vida. Definir a una persona teniendo toda su vida delante es muy complicado. Ella empieza desde un lugar distinto al que acaba. Empieza descubriendo la vida, vive un mundo de luminosidad, de pasión. A lo largo de todo un tiempo se te van sumando las experiencias y los años, eso nos pasa a todos, vas tomando conciencia de unos hechos, te vas frustrando, vas sintiendo dolor, pérdidas… te vas transformando.
Una mujer que rompe con todo su círculo cercano.
—Son las circunstancias del momento que le toca vivir. Creo que es una mujer muy valiente, muy fuerte, muy hermética pero tiene muy claro lo que quiere y cómo conseguirlo. Tiene objetivos y va a por ellos, es muy decidida. Amelia es una mujer que se desenvuelve entre la luz y la oscuridad toda su vida. Tiene luz, pero también puede ser muy oscura.
¿Es un hándicap que su personaje recorra 50 años?
—Es complejo resumir 100 páginas de un libro en una sola mirada. Es difícil dar vida a una mujer durante 50 años cuando yo no he vivido ni la mitad de la vida de ella. Se mueve en épocas y contextos muy alejados de mí, tanto por las épocas como por los escenarios.
¿Cómo ha solventado estas situaciones?
—Leyendo y documentándome mucho o tirando de imaginación. Se trata de un trabajo en el que tienes que confiar en esa aventura y creer mucho en la historia que estábamos contando a través de Amelia.
El libro hace un recorrido por distintos países.
—Rodamos cuatro meses en España y cuatro en Budapest. Es difícil encontrar escenarios que aún se mantengan y donde se pueda rodar una serie de estas características; es complicado encontrar ambientes que aún mantengan la esencia de los años 30 o 40. Budapest conserva una arquitectura y unos espacios que permiten llevar la historia a unos años concretos.
Un viaje atractivo...
—Cuatro meses descubriendo la ciudad rodando y luego a nivel personal los fines de semana. Esta serie es un regalo en todos los sentidos. Como experiencia ha sido muy gratificante.
Dicen que el rodaje era algo así como la torre de Babel.
—Uy, sí. Había días que en el set se hablaban hasta cinco idiomas diferentes. Cuando estábamos en Budapest podíamos oír castellano, húngaro, polaco, ruso, alemán, francés, inglés… Había de todo. Ha sido un rodaje muy enriquecedor. Ha sido fascinante para mí tener que desenvolverme en todos estos idiomas. Inglés y francés sí hablaba, pero desde luego que no lo había hecho hasta entonces en ruso o alemán.
Además ha recorrido este viaje a través del vestuario de cinco décadas.
—Ha sido una parte muy especial. Yo llevo ropa auténtica de cada época representada en la historia. Viene de París, de un almacén vintage que hay allí. Parece ser que las mujeres de esas épocas eran más pequeñitas y a mí eso me favorecía porque yo soy bastante pequeña. Todo me valía. La ropa está medio rota, está sucia…, y es una ropa que tiene vida. Todo esto que digo se nota en la serie. Igual que se nota el trabajo que hicimos para contemporaneizar los diálogos, para modernizar la época.
¿Va con la imagen del libro?
—Sí, la serie tiene toda su esencia. No se ha quedado en algo de cartón piedra, tiene mucha vida. El pelo que me han dejado es prácticamente natural, apenas llevo maquillaje en todo el rodaje, no es una serie de onda perfecta en el pelo y cara perfecta como otras que estamos acostumbrados a ver. Se quería que mi personaje tuviera alma, vida, luz y oscuridad.
El rodaje terminó hace un año, han hecho la promoción y ya es patrimonio de los espectadores. ¿Y ahora qué?
—Después he terminado una película, Competencia oficial, he desarrollado el proyecto de Escenario 0, he seguido con La gaviota de Chejov, tengo otro proyecto de teatro que estoy acabando ahora y pienso que después tendré que tomarme una pequeña pausa.
¿Va a parar cuando está en racha?
—Es necesario. Estoy teniendo muchos proyectos y creo que hay que tener tiempo para el vacío y para asentar todo lo que he hecho.
¿No ha descansado durante el confinamiento?
—Me he buscado la manera de no descansar. He intentado hacer cosas para dejar de pensar en lo que estaba ocurriendo. Me he sumergido en el arte y en todo aquello que me ha dado siempre mucha vida.
Muchos años en el mundo de la interpretación.
—Debo de llevar casi 23 años, tengo 32. Imagínate, llevo desde los nueve años, una barbaridad, ¿no? Ja, ja, ja… Es que llevo tanto tiempo haciendo teatro o cine -televisión he hecho menos-, que ya no me paro a pensar en los años que he dedicado a este trabajo. Parece que nací siendo actriz. De verdad, ¡qué suerte la mía! No podría haber elegido otra profesión.
Si tenemos en cuenta que los Gutiérrez Caba son una de las sagas más conocidas y usted es la sexta generación, ¿se hubiera visto haciendo otro trabajo?
—Creo que no. He pensado muchas veces esto y la respuesta siempre es la misma, no. No sé hacer otra cosa. La interpretación ha dado un sentido muy bonito y mágico a mi vida. Hay mucha magia en este mundo, también es duro e injusto muchas veces, pero toda la parte oscura se diluye en una balanza, lo bueno pesa mucho.
¿Quién de su familia ha influido más en su carrera?
—Todos de alguna forma. Mi padre es productor y mi madre escribe cine. Entiendo mucho todos los procesos, es muy dura también la parte técnica. En la interpretación he tenido siempre enfrente a mis abuelos, a mis tíos; mucha gente de mi familia se ha dedicado a esto; tú lo has dicho, soy la sexta generación. Mi vida ha estado sumergida en este mundo de crear historias, desde niña he estado impregnada de todo ello y es lo que ha provocado que siempre sintiera mucho respeto por este trabajo y que tuviera mucha conciencia de lo que me rodea.
“No es un personaje condescendiente y muestra muchas caras a lo largo de una historia que dura décadas”
“Había días que en el set se hablaban más de cinco idiomas: castellano, húngaro, polaco, ruso, alemán, francés, inglés…”
“Yo llevo ropa auténtica de cada época representada en la historia. Viene de París, de un almacén ‘vintage”