La cuadragésimo quinta edición del Festival Internacional de Teatro de Gasteiz va camino de su final. Este jueves vive su penúltimo encuentro con el público, con el lleno asegurado desde hace semanas en un Principal en el que la escena se iluminará a partir de las 19.00 horas. No hay que perder de vista el adelanto de horarios, aunque lleve vigente ya unos cuantos días. El covid-19 marca, aunque por fortuna va a permitir que El Pavón Teatro Kamikaze regrese a la capital alavesa, en esta ocasión para presentar su acercamiento a Ricardo III, de William Shakespeare.
Con dirección de Miguel del Arco, que se encarga también de la adaptación junto a Antonio Rojano, el montaje pudo ver la luz hace justo un año, aunque como en tantos otros casos, su camino en este 2020 se ha visto afectado por la pandemia. Álvaro Báguena, Israel Elejalde, Chema del Barco, Alejandro Jato, Verónica Ronda, Cristóbal Suárez y Manuela Velasco forman parte del reparto de este nuevo acercamiento a un título clásico que le sirve a la compañía para mirar al hoy. Por desgracia, en tantas cosas, el ser humano no ha cambiado tanto como piensa.
“Cada día en el telediario vemos ejemplos de otros tipos que harían pasar a Ricardo por un simple aficionado. Tipos que no son seductores, ni divertidos, pero que con toda seguridad desterraron la conciencia de sus países, ciudades, ayuntamientos. Que harían cualquier cosa por conseguir el poder tal y como hacen también todos los que rodean a Ricardo”, explica Del Arco. “Cada época encuentra en Shakespeare lo que busca y lo que quiere ver. Dice Peter Brook que la obra debe traerse de nuevo a la vida con los ojos de hoy. Con los ojos del pasado, renovados por un sentido de la realidad del presente, las obras nos muestran nuevas formas, nuevas montañas y simas, nuevas luces y nuevas sombras. Esa ha sido la intención de Antonio Rojano y mía al enfrentarnos a esta versión de Ricardo III”.
En este sentido, apunta que “queríamos hablar de nuestra propia época” partiendo de la base de que “Ricardo III es una función plagada de, entre otras, envidias, corrupción de uno y otro color, luchas de poder y fake news y no queríamos dejarlo pasar sino fortalecer lo evidente”. Por eso, “hemos intentado dar más entidad a los personajes que rodean a Ricardo y potenciar algo que está muy presente en el original: la comedia”. En este sentido, señala que “Ricardo me arranca carcajadas, pero la risa tiene un regusto helado porque sé que el humor de Ricardo es el mismo que el de esa clase dirigente que mira sin empatía ninguna el mundo que pretende gobernar. El humor sobre el que se construye un mundo sin atisbo de bondad. Y entonces, cuando la carcajada se agota, se convierte en el estertor de Tarquino tras violar a Lucrecia: el deseo ya frío deja sitio al asco helado”.