ste año 2020, que nos lo está poniendo tan difícil, también se nos ha llevado, hace dos escasos meses, a la actriz Rosa María Sardà, que en 2005 protagonizó una de las series veraniegas más entrañables y familiares que han pasado por TVE: Abuela de verano, basada en el libro, casi homónimo, de Rosa Règas. Una buena noticia, está disponible gratis en la web de RTVE.
Sardà era Eva Sagués, una conocida escritora y moderna abuela que cada mes de julio se hacía cargo de sus doce nietos de entre 5 y 15 años cambiando Madrid por una masía catalana del Ampurdán, que acaba convirtiéndose en sede del regimiento bajo algunas condiciones: nada de teléfonos móviles, no se puede llorar si no hay sangre, lo que se deja en el suelo se requisa, cuando se apagan las luces se duerme, nadie se puede levantar antes de las nueve y los padres solo pueden ir los fines de semana.
Cada capítulo, narrado por la voz en off de Sardà llevaba por título una palabra que comenzara por A que avanzaba el argumento: Así tuvimos A de abuela, A de animales, A de agua, A de árbitro, A de avestruz, A de amacord, A de Ariadna, A de Amador, A de aguacero, A de alcalde, A de afortunados, A de adiós y A de abuelo. Trece siempre acogedoras historias con la justa ñoñería, pero sobre todo mucha filosofía y aires de libertad enseñando siempre a respetar a los demás y, con ese desparpajo de su protagonista, a mandar a la mierda a gilipollas que te llaman la atención, que también es una valiosa lección.
En esta serie, que hoy solo puedo recordar con mimo y nostalgia, algunos descubrimos al hoy archiconocido actor, director y escritor superventas Albert Espinosa (que luego haría la serie Pulseras rojas basada en su libro El mundo amarillo y en su propia vida), otro entrañable tipo que, con un papelito secundario (el doctor Utrera) irradiaba la pantalla cada vez que asomaba. Su trabajo fue reconocido por varios premios al mejor actor revelación.
En Abuela de verano, como en Verano azul, los importantes eran los críos, hoy actores conocidos y creciditos como Álvaro Cervantes (Carlos, rey emperador), Óscar Casas (el hermano de Mario Casas), Pau Poch (Merlí) o Adriana Torrebejano (El secreto de Puente Viejo), con el contapunto de la abuela: la gran Rosa María Sardà.
Tanta gente había en esta multitudinaria serie que por la cabecera, con aquella sintonía inolvidable compuesta por Sergio Moure, pasaban una treintena de actores repartidos entre nietas, nietos, los del pueblo, las madres y los padres. Entre los adultos estaban Mercè Pons, Gorka Lasaosa o Jordi Bosch, y en el primer capítulo José Coronado hacía un cameo como piloto de avión, algo enmadrado, admirador de la escritora.
La serie, vista hoy, apenas ha envejecido y supone un fantástico homenaje a su protagonista, pero también una excelente alternativa a este verano que las teles nos han tomado por A de alelados.