Todas las pandemias de la historia se parecieron unas a otras, pero cada una de ellas lo fue terrible a su manera. La de la peste de Londres y Sevilla del diecisiete, la del cólera morbo que comenzó aquel año sin verano desde el Golfo de Bengala en el diecinueve, la gripe española del veinte.
Todas las historias de contagio entre un grupo equis de personas se parecían unas a las otras en la pequeña ciudad, pero cada una de ellas, mirada al microscopio con delectación, presentaba sus adeenes, sus coronas, sus ventosas, algo que hacía de cada ecosistema humano en colisión, un acontecimiento único en el tiempo, un virus que mutaba callado.
A medida que seguían con su palabreo, con su compartir dialogante, como midiéndose acerca de lo que sabían el uno del otro, el tiempo se metió en agua, y Jelen no tanto, pero Matos lo supo bien.
Porque cuando el tiempo se metía en agua, Matos aprendió aquella expresión en el barrio de Colón de la Habana, aquella primera noche del dos mil cuatro en la que conoció a Ray, meterse el tiempo en agua era como decir que estaban empezando a entrar en un territorio que podía traer momentos desagradables. Y eso estaba sucediendo.
Ambos, Matos y Jelen, se estaban encharcando sin mucho querer, aunque con plena consciencia, en pantanos de los que les costaría salir. Pero no había otra.
Jelen tenía muy claro por qué empezó a ayudarle a Matos con el silencio del virus, con el asunto del móvil de Unai, cuando decidió quitárselo por un día, diciéndole que no sabía dónde estaba cuando Unai le preguntó, y llevárselo a Matos para que este le instalara la aplicación espía que luego le daría tanta información.
Fue por lástima, aunque eso no se lo dijo. Fue por corregir errores de su propio pasado, aunque eso tampoco se lo comentó. Quizá fue porque quería salir del lugar donde estaba metida hasta el cuello y del que sabía que tenía que salir cuanto antes. Esto sí que se lo dijo.
Me siento como dentro de una piscina a la que Unai echa cloro a diario y en la que tengo miedo de ahogarme. Dijo Jelen abstraída.
Por eso le abandonas. Afirmó Matos.
Unai lleva años llenando la piscina de cloro saltándose todas las normas y las dosis, y solo ahora se me hace insoportable el olor del agua que comparto con él. Contestó Jelen.
¿Y para qué has venido? Preguntó Matos.
Porque ya está. Dijo Jelen. Ya vale. Dijo Jelen. A partir de ahora es cosa mía, bueno, nuestra, también de Unai, claro. Ya es suficiente. No escribas más sobre esto. Por favor. Creo que has sido demasiado cruel con Unai. Dijo Jelen.
Lo sé. Contestó Matos. Él, más que los otros, fue muy cruel conmigo cuando tú recuerdas. Dijo Matos.
Sí, pero no hacía falta que cambiaras el sentido de lo que le dije, que escribieras cosas que yo no le he dicho. Yo le he pedido un tiempo de separación, sí, eso es cierto. Pero yo no le dije que se fuera a vivir con sus padres. Lo que le dije es que se fuera con Juantxu, que vive solo. Tú sabes muy bien que sus padres estan muertos. Y por eso has cambiado lo que le dije. Dijo Jelen.
Puede ser. Contestó Matos.
Matos se arrellanó incómodo en su asiento y buscó hasta encontrarla una postura nueva dentro de la oscuridad. Jelen atisbó a vislumnbar algunas facciones angulosas de su rostro, muy delgado, con barba de tres días, pero solo durante unos segundos.
¿No hay luz aquí? Preguntó Jelen. Me parece estar hablando con tu sombra. Murmuró Jelen.
Mi rostro iluminado no te aportaría mucho más que mi voz. Dijo Matos.
Jelen aspiró el aire con fuerza. Quería seguir insistiendo en decir lo que había venido a decirle a Matos. Sentía rabia. Impotencia. Sabía que estaba tan enredada en aquello como Matos, como Unai, como todos. Pero necesitaba encontrar un agujero en la red que le atrapaba, si acaso para morderla con los dientes y romper todo aquello para conseguir escapar. Pero eso ahora le parecía imposible. Jelen decidió seguir intentándolo.
¿Por qué pusiste en los primeros capítulos aquella historia de esos vecinos nuestros y de Gloria? Preguntó Jelen. La historia de Gloria llevándole cervezas a un vecino nuestro para que no maltratara a su mujer. Dijo Jelen. A eso me refiero. Dijo Jelen. Tú sabías mucho más desde el principio sobre nosotros. Y, de verdad, ya no sé qué es lo que pretendes.
Vivo muy cerca de vosotros. Desde hace tiempo. Dijo Matos.
¿Merece la pena hacer pagar tu daño haciendo daño a otra persona? No es ético lo que estás haciendo. No. No lo es. Dijo Jelen como revolviéndose sobre sí misma. Y no creas, siguió Jelen, porque Unai no me ha dicho nada de esto. Pero yo sé que está dolido. Unai es como es. No suele hablar mucho de las cosas que le hacen daño. Pero sé que está pasándolo mal. Y ahora mucho peor.
Puede ser. Dijo Matos indiferente.
Y utilizaste sus nombres. Dijo Jelen. Los nombres de los padres de Unai. Amadeo. Charo. Y sacaste esa historia del fondo de la memoria de todos, cuando esa historia por lo terrible que fue estaba olvidada para siempre. Dijo Jelen.
Yo no tengo la culpa de que el padre de Unai matara a golpes a su madre y luego se suicidara. Dijo Matos frío.
¿No tienes corazón? Preguntó Jelen.
Matos no contestó.
Jelen volvió a sentir otra vez que aquel a quien hablaba era la sombra de alguien que no hablaba. Continuará...