madrid - Eduardo Sáenz de Cabezón (Logroño, 1972) es matemático, profesor universitario de álgebra computacional, cuentacuentos, humorista de la ciencia y presentador de Órbita Laika en La 2. Un hombre sorprendente, dinámico y apasionado. No quiere presentar el mundo científico como un carrusel de diversión, pero sí como una profesión apasionante con momentos duros, ingratos y también reconfortantes.
Hábleme de su libro 'El árbol de Emmy'.
-Gira en torno a la vida de Emmy Noether. Es la matemática más grande que ha habido en la historia. Las aportaciones científicas que nos ha legado han tenido mucha importancia. Al hilo de su vida, también hablamos de otras mujeres matemáticas y sus contribuciones al mundo de la ciencia.
¿Ha sido reconocida con justicia la figura de Emmy Noether?
-Es una de las figuras en las hay más distancia entre las aportaciones que hizo al mundo matemático y el reconocimiento que se le ha dado. Es una científica de un gran nivel si se le compara con cualquier colega de su época y, en cuanto a las mujeres, es del nivel de Marie Curie o más.
Los matemáticos en general, y las mujeres de esta disciplina en particular, no son los científicos más conocidos.
-No, no lo son, sobre todo entre el público general. Una de las razones puede ser que las contribuciones de los matemáticos son más bien de tipo teórico, sus aportaciones prácticas no son tan inmediatas. El desconocimiento puede estar centrado en que no hay premio Nobel de esta materia. Estos premios siempre dan mucha visualización a la labor de los científicos.
¿Enfada esa ausencia?
-No. Tampoco es que haya muchos científicos conocidos en otras áreas, solo hay unas pocas estrellas.
Las matemáticas suelen ser la pesadilla de muchos estudiantes en su época escolar.
-Tampoco creo que a todo el mundo se le den tan bien la Física o la Química, aunque tampoco hay tantos químicos conocidos. Pero bueno, no solo las matemáticas plantean pesadillas a los escolares.
¿Por qué cree que se atraganta esta asignatura?
-La mayoría de las personas solo mantienen una relación con las Matemáticas a través del colegio. Eso nos da una versión muy parcial de esta materia, muy orientada a las operaciones y esto parece que suscita poco apego. Pero libros como El árbol de Emmy y otros, contribuyen a naturalizar las Matemáticas como parte de la cultura.
Supongo que usted no tendría problemas en sacar sobresalientes y matriculas en esta materia.
-No se me daban mal, pero no he destacado especialmente en la escuela en esta materia y tampoco tenía una especial pasión por las Matemáticas. Me gustaban, se me daban bien, pero como otras cosas. Me encantaban la Física, la Literatura, el deporte...
Dígame, ¿qué hace un científico presentando un programa de televisión?
-Contar ciencia. Desde la temporada pasada y la que empezamos a grabar ahora, la decisión de los responsables de Órbita Laika es que seamos los propios científicos los que contemos la ciencia, no hace falta tirar de famosos para hacer este trabajo. Desde la productora K2000 y desde Televisión Española se apostó porque hubiera un científico al frente del programa. Parece una fórmula adecuada, ha funcionado bien y las críticas han sido buenas.
Parece que le gusta la televisión.
-Pienso que está bien que los científicos podamos hacernos de alguna forma más presentes en la vida cultural de los ciudadanos. La ciencia también es cultura.
Vale, la ciencia es cultura, pero ¿puede ser divertida?
-La ciencia, más que divertida es apasionante. Por supuesto que es dura en muchos momentos, ingrata en otros. La ciencia tiene muchas caras y puede contarse de forma divertida. El humor y otros recursos son muy útiles a la hora de transmitir una parte de los conocimientos científicos. Si me tuviera que quedar con una palabra para valorar la labor de los científicos, diría que es una labor apasionante.
Por lo que parece, hasta se pueden hacer monólogos de humor con materias científicas.
-Sí. De hecho, se han puesto hasta de moda. El humor se está poniendo en valor para compartir determinados conocimientos, parece útil y muy conveniente. Todo no es un frío laboratorio, una pantalla llena de fórmulas y unos científicos serios y profundos.
¿Por qué no se explica con humor en los colegios?
-Habrá profesores que lo hagan, al menos en parte. Cada vez más, en los colegios y en las universidades, vamos buscando mejores métodos para comunicarnos con los estudiantes. También hay diferentes registros, puedo explicar una clase con humor, pero luego tengo que evaluar, tengo que asegurarme de que los estudiantes asimilen los conocimientos que yo comparto con ellos en clase. Se puede usar el humor en parte, pero otros momentos pueden resultar más áridos.
¿Siempre había querido ser matemático?
-Los profes que tuve de matemáticas, de ciencias, en general, eran muy buenos y me generaron un interés por la ciencia. Cuando tenía que decidir la carrera, tenía una orientación hacia la informática, me gustaba programar. Todo cambió cuando entré de lleno en la carrera y vi el poder que tenían las matemáticas en el pensamiento abstracto, fue lo que me enamoró definitivamente de una materia que es parte de toda nuestra vida cotidiana. Ahora lo que hago es álgebra computacional. Estoy en los dos mundos, en el de las matemáticas teóricas y en el de la informática.
Una cabeza muy bien amueblada, supongo.
-Ja, ja, ja? No creas que tanto; en realidad soy un desastre. Ojalá fuera más ordenado, sacaría mejor las cosas. Es cierto que el estudio de las Matemáticas te hace ordenar las ideas, te ayuda a diseccionar un problema para analizar las partes que tiene y cómo se puede solucionar. Pienso que la gente que nos dedicamos a la ciencia, y en particular a las Matemáticas, configuramos nuestra cabeza para tener al menos un cierto orden lógico. Somos desorganizados en muchos aspectos, aunque en cuanto al orden lógico de las ideas, sí somos ordenados y organizados.
¿Nunca ha tenido miedo a las cámaras?
-Siempre tengo miedo a las cámaras. Es verdad que ser profesor te ayuda. También esa historia larga que tengo como cuentacuentos en bares y en teatros te cura del miedo y te da tablas de cara a la percepción del público. Pueden darte miedo las cámaras en algún momento, pero la televisión me ha resultado muy interesante. He tenido que aprender los ritmos, los códigos de comunicación y entender la gran complicación que, a mi juicio, tiene grabar un programa de televisión. Es impresionante la cantidad de cosas a las que tienes que estar atento. Al principio me asustaba, pero creo que hemos salido airosos del paso.
Es usted sorprendente, un matemático cuentacuentos.
-Eso fue hace muchísimos años, antes de ser matemático. Fue una especie de pulsión por comunicar, por contar historias. Los cuentos narrados son algo que nos hace mucho bien. Las narraciones orales responden a lo que somos cuando se habla del homo loquens, el hombre que habla, el hombre que escucha. Creo que somos seres orales y a través de las historias podemos conocernos y podemos unirnos mucho más.
Dice que le gustaba la Literatura como asignatura, ¿no tuvo ninguna tentación de dedicarse a ella y estudiarla como carrera?
-Estudié el Bachillerato Internacional y teníamos una asignatura muy fuerte de Literatura. Es fundamental en mi vida, pero no para dedicarme a ella profesionalmente. Todos los días dedico tiempo a leer, me interesa qué es lo que se está publicando.