Vitoria - Del Taller de Artes Escénicas (TAE) salió a principios de siglo para completar su formación en París, en la Escuela Internacional de Teatro Jacques Lecoq. Desde entonces ha trabajado en creaciones de compañías de Francia, Bélgica y, por supuesto, de la península. Cofundador del Kolectivo Monstrenko, Andrés Bezares, que también ha formado parte del equipo de Payasospital, desarrolla además desde hace tiempo su labor pedagógica tanto con talleres (realizados en lugares cercanos así como en Portugal y, México, por ejemplo) como de manera más habitual dentro del programa formativo del mencionado TAE, donde, para completar el camino, desde principios de año ofrece el curso El azar y el clown.
A cuenta de este curso específico, ¿es un payaso?
-No. Empecé a estudiar en el TAE en el 96 y como mucha gente que se apunta a cosas de teatro, quería hacer algo pero no sabía qué, solo que necesitaba expresarme. En muchas cosas artísticas necesitamos que nos ayuden a encontrar la manera de contar, las formas de comunicarnos y expresar. De los primeros profesores que tuve, uno que me marcó fue Javier Alkorta con el clown. Tuve suerte de darme cuenta que me gustaba eso. Pensaba que era el clown pero luego, según me fui formando más, me di cuenta de que las variedades cómicas se ampliaban, por ejemplo, hasta el territorio del bufón. Desde el payaso blanco hasta el bufón tienes una amplia gama de posibilidades. Podríamos incluso pensar en un bufón que intenta hacer daño a los listos. Es una gama de humor que tiene muchos colores.
En el caso concreto del curso específico que sobre clown está desarrollando ahora en el TAE, ¿qué espera que la gente que acude saque del taller?
-Primero, que hay que tener cuidado con el coeficiente intelectual porque en el clown a veces se peca de bajarlo. En los cursos de clown rápidos pasa mucho eso, que el atontamiento se repite. Tienes que pensar en tu cuerpo, en cómo se mueve, y ahí vas a ver tu naturaleza. En la búsqueda de tu neutralidad va a aparecer tu naturaleza y tu imaginario. Eso te va a ayudar a saber quién eres y las razones por las que estás aquí, queriendo hacer esto. A partir de ahí, se trata de estimular la curiosidad por la observación de la vida, de su movimiento, y de ayudar a la toma de conciencia del cuerpo.
¿Qué aporta a quien tampoco es que busque una salida profesional?
-No se debe ofrecer como tal, pero es verdad que el clown puede ser terapéutico. En la vida necesitamos tener una habilidad en algo. Lo que se busca muchas veces en estos ejercicios es enfrentarte al hecho de que cuando fracasas solo te queda tu humanidad, tu presencia. Trabajar con esa honestidad en la mirada, en la escucha con tu cuerpo y tus emociones, es muy interesante. Y es conocerse también en base a los demás. A veces aprendemos más viendo al otro. Cuando estás hablando, exponiéndote, no eres consciente de muchos gestos que no te van bien, por ejemplo. Cuando lo ves en otros, tomas conciencia de eso. Es estrategia de comunicación. En el clown necesitas ser querido, aceptado.
Por cierto, ¿cómo se ve en la faceta de profesor?
-El primer curso que me ofrecieron dar aquí en Vitoria fue un monográfico. Por entonces, yo estaba en París. Aquello me venía bien también económicamente. Venía, daba un curso de 15 días y ya está. Al principio, no creas, para mí era un poco como fracaso. Cuando salí de Lecoq el objetivo era ser actor tanto para compañías que ya conocía o en creaciones propias. Claro, no sabía que hacer una creación propia era hacer una empresa y que como empresario me iba a meter todas las hostias que me he dado. Enseñar, por tanto, no me gustaba. Al principio era muy humilde porque me daba hasta un poco de vergüenza dar las clases. Me las preparaba mucho. Y como hacía eso, me salían bien. Eso hizo que me empezase a gustar.
En el plano de la creación, ¿cuánto lleva ya con la obra 'Antonio Remachado?
-Como unos seis años. Pero estoy empezando a guardar la obra.
Pero estará con algo nuevo entonces...
-Sí, sí. En principio, se llamará El crimen del camaleón. Pero ya veremos. Es un chaval que se puede parecer mucho a mí, que está solo en una habitación intentando montar una película. Graba, escribe, estudia los papeles, actúa, se pone el sonido... que es un poco lo que me pasa a mí cuando hago una creación. Tiene un problema de memoria, eso sí. Cada vez que empieza una secuencia, para porque se olvida el texto y vuelve a ver qué historia quería contar. Así que la historia que quería contar siempre está cambiando. Él habla consigo mismo en alto con mucha naturalidad. Es algo que también a mí me pasa. El final no está claro pero se empieza a ver. Es todo muy absurdo pero siempre hay una constante.
De nuevo el humor va a estar ahí. ¿Nunca ha tenido la tentación de dejarlo a un lado?
-En esta historia en concreto, tal y como está estructurada, si no hay risas, no funciona. El humor es la distancia que necesito para contar cosas serias. Me permite tomar distancia con lo que quiero contar. En este caso será hablar de una persona que sufre. Y luego, desde el exterior, no me ha salido una propuesta de un trabajo que no tenga humor. Bueno, sí hay un cortometraje que hice hace poco en el que hago de torturador.
A quien se está formando ahora, por ejemplo en el TAE con usted, y quiere ser profesional, ¿qué le diría?
-Lo que busco con los alumnos es despertar un gusto por el juego teatral de por vida, dotarles de una mirada más curiosa ante la vida y su movimiento. Y si no consiguen ser profesionales, no pasa nada, van a ser mejores personas. En Francia existe el statut d'intermittent du spectacle, esto es, un reconocimiento al carácter temporal propio de los técnicos y artistas. Cuando vivía en París creo que eran necesarios 42 cachets de 12 horas. O sea, 507 horas cotizadas en el sector del espectáculo. Esto en un plazo de 10 meses. Yo lo disfruté los últimos tres años. Esto significa que cotizaba, tenía un seguro mínimo y me sentía actor profesional. Por el contrario conozco alguna actriz y algún actor que no lo conseguían tan fácilmente y han terminado dejando la profesión. No llegar a las 507 horas es muy estresante. Te deja fuera de toda protección. Este oficio no es fácil aquí ni en Francia, pero en Francia hay un reconocimiento al carácter temporal. El servicio de empleo tiene oficinas propias destinadas al sector del espectáculo donde saben responder cuestiones ligadas al sector del espectáculo. Aquí, sé que existen subvenciones, que hay dinero público para el montaje de espectáculos. Esto pide trabajar en equipo: personas cualificadas para la comunicación y venta de proyectos (naturalezas comerciales) y personas con naturalezas más artísticas. Ambas son carreras largas y muy diferentes. La búsqueda del dinero público puede acabar afectando a la necesidad artística primera. Esto se ve en el espectáculo de formato familiar de humor blanco tan manido. Yo cuando he sentido que quería hacer un espectáculo, me he concentrado en lo que mejor se hacer: improvisar, escribir, estudiar, construir? hasta quedarme satisfecho. Entonces lo he mostrado a la gente y si gusta he intentado venderlo a mi manera. Y si le gusta a una distribuidora todavía mejor.