barcelona - La periodista Géraldine Schwarz, autora del libro Los amnésicos, considera que “sin trabajar la memoria histórica, no puede haber una democracia madura” y que “los países que no encaran su pasado tienen una instituciones frágiles y son vulnerables al populismo”.

En la ciudad alemana de Mannheim, donde nació su padre, Schwarz descubrió que su abuelo Karl, amparándose en la injusticia de la legalidad nazi, compró en 1938, a un precio irrisorio, una empresa a unos propietarios judíos, que más tarde fueron asesinados en Auschwitz. Tras la guerra, confrontado con un heredero que reclamaba una reparación, el abuelo Karl Schwarz “optó por la negación de sus responsabilidades como ‘Mitläufer’ (simpatizante), es decir aquellos que, como la mayoría de alemanes, se dejaron llevar por la corriente”. Su madre, francesa, era a su vez hija de un gendarme de tiempos de la Francia colaboracionista de Vichy.

Sin embargo, Los amnésicos (Tusquets, Premio al Libro Europeo 2018) no está vinculada a su historia familiar, advierte: “En 2016, ante la falta de confianza creciente en el modelo democrático y al aumento de partidos populistas y de extrema derecha, que proponen un modelo más autoritario, me pregunté si nos estábamos convirtiendo en amnésicos”. Schwarz se siente “hija de la reconciliación francogermánica e hija de Europa” y tiene conciencia de que “nuestro mundo de paz, libertad y democracia en Europa depende de nuestra capacidad de memoria o de recordar”, en este caso partiendo de su historia familiar para llegar a la Historia en mayúsculas.

La autora pudo comprobar que su historia familiar era “sintomática de la sociedad alemana de los años 50”, se caracterizaba por “negar los crímenes pasados y rechazar sus responsabilidades como ‘Mitläufer’ y en la consolidación del régimen criminal nazi”. Analizó también cómo se había producido la transición entre una dictadura y “una democracia hoy arraigada y fuerte” y en este punto encuentra “paralelismos” entre la actitud de la sociedad alemana y la de España: “Después del conflicto hay un traumatismo, como el III Reich o el régimen criminal de Franco, y luego hizo falta un período de reflexión para abordar con más serenidad ese pasado”.

A su juicio, Alemania estuvo dominada por “veinte años de amnesia”, en Francia se tardaron 30 o 40 años, en Italia no han salido aún de ello y en Austria también les cuesta salir. Por tanto, resume Schwarz, “los países que no encaran su pasado, incluso tardíamente, son más frágiles en sus instituciones democráticas y más vulnerables al populismo y al extremismo”. En España, añade, “el olvido que fue necesario durante un tiempo se mantuvo de manera artificial y hoy amenaza con dividir el país”, opina la periodista, para quien “el ejemplo alemán demuestra que es posible conciliar memoria y reconciliación, y que la memoria, incluso si es negativa, es una riqueza; se puede aprender de los errores del pasado”.

Contrariamente a lo que se piensa, Schwarz cree que “la historia no se repite, pero sí los mecanismos sociosicológicos que conducen a individuos o a una sociedad entera a apoyar un régimen criminal de manera cómplice”.