Venecia - Después del desfile de estrellas, ayer fue el turno del cine de autor en la séptima jornada de la 76ª Mostra de Venecia que acogió la brutal violencia del checo Vaclav Marhoul, el drama familiar de Atom Egoyan y el humor existencialista del sueco Roy Andersson.
Dada la brutalidad que refleja A painted bird, adaptación de la novela de Jerzy Kosinski, durante la proyección decenas de periodistas abandonaron la sala. La película cuenta el periplo de un niño judío durante la II Guerra Mundial y que es víctima o testigo de un sinfín de atrocidades, desde palizas a violaciones, suicidios, maltrato animal o torturas extremas.
Rodada en blanco y negro, en 35 milímetros, el impacto en el espectador es aún mayor debido al contraste entre la violencia que retrata y la belleza de las composiciones. Marhoul, que ha trabajado durante once años en este proyecto, se ha justificado diciendo que “la luz es solo visible en la oscuridad”.
Por otro lado, en Guest of honour el canadiense de origen armenio Atom Egoyan, director de El dulce porvenir (1997) -gran premio del jurado en Cannes- o Exótica (1994), ha tratado de volver a sus orígenes con un drama padre-hija que ahonda en la culpa, la memoria y la verdad.
“Se trata de entender los aspectos más oscuros y complejos del comportamiento humano, todo lo que leo y escucho tiene que ver con esos rincones oscuros”, dijo el cineasta.
La cinta cuenta la relación entre Jim, un inspector de restaurantes, y su hija Verónica, una joven profesora de música de instituto que, debido a un malentendido, es condenada por abuso de posición de autoridad sobre un alumno, el joven de 17 años Clive.
cotidianidad con humor El sueco Roy Andersson, que se llevó el León de Oro hace cinco años con Una paloma sentada en una rama reflexionando sobre la existencia, tiene pocas posibilidades de repetir con About endlessness. El filme cuenta con su sello personal y es una sucesión de escenas cotidianas aderezadas con humor que invitan a reflexionar sobre la condición humana.
Andersson compone cada plano al detalle -cada película suele llevarle unos cuatro años, según contó- con la cámara fija y un ritmo ralentizado que acentúa la comicidad. Busca mostrar la belleza pero también la crueldad y vulnerabilidad humanas. “Todo animal en el planeta siente vulnerabilidad, el ser humano también y deberíamos estar agradecidos porque es un don”, dijo Andersson. - Efe