Mérida - A sus 62 años bien llevados, el actor Lluís Homar confiesa que lo que más le merece la pena desde hace un tiempo es “el viaje hacia uno mismo, hacia el ser humano que uno es”, lo que permite ser más libre. Homar vuelve a la arena del Teatro Romano de Mérida -la última vez fue en 2013- para encarnar esta vez al anciano Prometeo, aquel titán que, en su amor por los humanos, dio el fuego divino a los seres terrenales traicionando así a los dioses. A pesar de que sabía que pagaría cara tal acción -fue atado a una piedra para que las águilas le devoraran sus entrañas-, Prometeo, en un acto de generosidad propia de quien tiene esperanzas, optó por los hombres, creyó en los terrenales por muchas miserias que presentara la condición humana.
Por ello, a Homar, que ha dejado atrás la idea de que “el mundo no tiene remedio”, se siente encantado con interpretar a este Prometeo, capaz de mantener la esperanza en el ser humano. “Lo que hace este mito es un acto de amor, es dar... es un acto de servicio, de generosidad”, remarca el actor catalán. “Cuando uno hace ese viaje hacia uno mismo, hacia el que eres”, todo es más pleno y te permite decidir lo que quieres hacer con más libertad. Por contra, “si ese viaje es hacia el yo heroico, el del que quiero ser o el del yo quiero mi trozo de pastel, uno sigue en la rueda del “sistema”, en lo que marcan “los dioses”. “Debemos ser conscientes -añade Homar- de que la libertad del ser humano está en no someterse”, a pesar de que tal decisión “conlleva una responsabilidad” y, muy posiblemente, unas consecuencias.
Homar se siente identificado con el personaje y deja atrás, al menos esta vez, la reflexión que le trasladó la maestra de actores Uta Hagen, en una clase en Nueva York, de “por qué los actores siempre pensáis en lo que no tenéis de los personajes”. Prometeo es positivo, mantiene la esperanza en los hombres y mujeres. “Antes pensaba que el mundo estaba condenado a destruirse”, confiesa el actor. De hecho, Zeus convierte al ser humano -y así se define en la obra- en “imprudentes mecanismos averiados fríos condenados a destruirse”. Zeus “no tiene otra preocupación que la de enseñar a obedecer”. “Es así. Vivimos en un mundo en el que nos están perfilando con el qué debemos ser, con la idea de mercado, del éxito”. Por ello, si queremos ser nosotros mismos, hay que “revelarse”. “Eso hace Prometeo, quien, a pesar de las consecuencia que acarrea, opta por la generosidad hacia el ser humano”, remarca.
No obstante, advierte que “los mecanismos del sistema son muy refinados” para “mantenernos” fieles a la rueda. “Nuestra labor, la de quienes ya tenemos un recorrido” por la vida es “intentar que las nuevas generaciones no se dejen llevar”. A través de esta convicción, Homar, como ocurre en la obra con el Prometeo joven, papel que interpreta Fran Perea, defiende la necesidad de la conexión intergeneracional. “Enséñame a ser viejo”, le dice el joven Prometeo a Homar. “Enséñame a ser joven”, le contesta el anciano titán.